Por Gerardo blanco Alvarenga
Friedrich von Hayek es uno de los máximos exponentes de la llamada escuela austriaca de economía, es un pensador muy destacado y muy referenciado ya sea por académicos amantes de esta corriente económica o por sus lectores mas avezados. El mismo autor rechazaba la ‘’justicia social’’ tal y como se la conoce actualmente. Uno de los conceptos más frecuentes de la teología católica. Un estudio pausado sobre su obra muestra que Hayek no presenta un argumento contra la justicia social per se, sino que lo hace contra el intento de erigirla como valor supremo, y de subordinar los valores sociales a esta. Al asociar la ausencia de justicia social con una sociedad de hombres libres y, por el contrario, la intervención redistributiva con una economía centralizada, presenta una simplificación conducente a malinterpretaciones.
Pese a su furibundo ataque al concepto de justicia social, Hayek no se opone a la asistencia social y, aunque resulte sorprendente, se acerca mucho al pensamiento de la Iglesia. Dice Hayek: “No existe razón alguna para que el Estado no asista a los individuos cuando tratan de precaverse de aquellos azares comunes de la vida contra los cuales, por su incertidumbre, pocas personas están en condiciones de hacerlo por sí mismas”. Es sorprendente la similitud de esta aseveración con la de Juan Pablo II: “Resulta obvia la necesidad de una organización asistencial, en interés incluso de aquellas personas que han de ser protegidas contra los actos de desesperación de quienes carecen de lo indispensable.” La propuesta de asistencia social viene desde los clásicos con Adam Smith. No es algo nuevo.
Es decir: Quienes bregábamos por una mínima o casi nula asistencia estatal en materia individual. (casi rozando el anarcocapitalismo) nos encontramos con esta sorpresa de que uno de los mas mentados referentes del libre mercado, de la supremacía moral del individuo frente a la coacción del aparato estatal en todas sus dimensiones. Coincide en salvaguardar la integridad del individuo (si así lo requiere) a través de la asistencia del estado.
Quiero alejarme lo mas lejos posible de los preceptos dogmáticos que encadenan al pensamiento critico y no permiten el razonamiento adecuado en muchos casos. No me considero un apóstol o un talibán de un liberalismo absoluto aplicable en cualquier circunstancia y/o estadio coyuntural.
El concepto de justicia social al que adhiere el catolicismo tradicional (quiero aclarar que no profeso tal religión) se refiere a la promoción de la dignidad de la persona humana. Y al hacerlo, se centra en la justicia del mérito, a consecuencia del esfuerzo y de la inversión.
Es aquí donde Hayek coincide proverbialmente con ese precepto que sostiene la iglesia católica, pero, no con esa tergiversación implementada adrede y con mucha mala fe por el socialismo que destruyo ese concepto de justicia social añadiéndole la carga ideológica de una dependencia casi absoluta del estado.
El ex pontífice juan pablo II sostenía que: el socialismo es perverso porque cancela las libertades, que lleva a un “error antropológico” dado que, al suprimir la individualidad y someterla a la colectividad, no comprende la naturaleza humana. El pontífice tampoco comulga con el llamado estado benefactor, por cuanto inhibe la iniciativa y la creatividad humana, al funcionar de manera paternalista.
Al preguntarse si el capitalismo es el mejor sistema, el papa afirmaba: “Si por ‘capitalismo’ se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva”.
Hayek observa que dicho concepto está intrínsecamente asociado con las nociones de distribución de recursos y de sociedad (como concepto homogéneo). Para él, entonces, las discusiones sobre la justicia social versan sobre la forma de distribución de la riqueza, los medios de obtenerla y la naturaleza de las relaciones de la sociedad frente a los individuos. Sin embargo, la justicia social se refiere a la promoción de la dignidad de la persona humana. Y al hacerlo, se centra en la justicia del mérito, a consecuencia del esfuerzo y de la inversión.
Hayek y la Iglesia coinciden en el rechazo al socialismo. Para ambos, este conduce a la muerte de la libertad individual. La Iglesia no propone un modelo a seguir. Su concepto de justicia social llama a reflexionar sobre el problema de la equidad frente a cada decisión que se debe afrontar. No se trata de una cuestión de intervención estatal. Es fundamental investigar sobre cuestiones que nos atañen e interesan y al mismo tiempo interpelarnos la capacidad crítica. No nos dejemos engañar por panfletos periodísticos sesgados o aparatos ideológicos contaminados de manipulación sistémica con el objetivo de cooptar nuestras mentes y convertirnos en ovejas funcionales a sus espurios intereses.