Fetiche es un culto de adoración muy presente en comunidades humanas muy poco desarrolladas intelectualmente. En Hispanoamérica, cuya característica es la escasa formación cívica de sus pobladores, hemos trasladado ese culto a los caudillos populistas y autoritarios. De ahí que esta región haya sido partera de personajes como Fidel Castro, Ernesto Guevara, Hugo Chávez, Evo Morales y Juan Domingo Perón, o de otros, cuya poca valentía los dejó en el camino, Carlos Mesa es el arquetipo del frustrado aprendiz de caudillo. Pero dado el objetivo de esta nota, ya descrita en el título, me concentraré en Perón.
Nicolás Márquez, en su libro, Perón, el fetiche de las masas, explica el origen del poder y la forma de gobierno de Juan Domingo Perón:
Perón era un dictador ya que concentraba la suma del poder público. «Su origen en la política fue un golpe nazi fascista, en 1943. Luego, ganó las elecciones, pero el término dictador califica no al hecho de cómo llegó al poder sino al ejercicio que hizo de ese poder. Perón no fue un visionario, como sostienen sus partidarios, él venía detrás de los hechos. Hay muchos mitos: se habla, por ejemplo, del Perón sabio, componedor, en la última etapa de su vida, pero en los setenta primero fogoneó a las guerrillas y luego fogoneó o creó a la Triple A.
Concuerdo plenamente con Márquez. Simplemente, quiero añadir a un personaje que gozó del poder debajo de las sábanas del dictador, Eva Perón, ya que poco se habla de ella en sentido crítico.
En las primeras décadas del Siglo XX, era muy común que los ricos terratenientes de las grandes ciudades de la región tengan una segunda familia en algún pueblo, mis abuelos lo hicieron, seguramente, los abuelos de muchos de ustedes también. En efecto, Juan Duarte, un rico hacendado argentino, satisfacía sus pasiones carnales con Juana Ibarguren. De esos derroteros sexuales nacería Eva María Ibarguren, nombre original de Eva Perón.
El sociólogo de extracción marxista Juan José Sebreli destaca que Eva, en realidad, no tenía talentos artísticos, incluso su vocabulario reflejaba su condición de semi analfabeta. Sus verdaderas habilidades eran congraciarse y enrolarse con hombres mucho mayores que ella. De ahí que en forma socarrona la llamaban, mujer del pueblo.
Sus aventuras con industriales, artistas y directores de cine pueden ser estudiadas en varios trabajos bibliográficos, el del propio Márquez citado líneas arriba cuenta con mucha información. Acá nos interesa hablar de sus nefastas acciones cuando tuvo el poder de Argentina.
Desde que en 1944 sedujera a Perón, la joven muchacha pueblerina había muerto, dando paso a la nueva estrella, Evita. En aviones expresos le llegaban periódicamente vestidos de los mejores modistas de París, para tener fresco y renovado el guardarropa. En una época donde el salario del presidente argentino era de 576 dólares, Eva gastaba $ 40000 anuales en viajes a París. Pero todo eso queda pequeño en comparación a los fondos que manejó en la fundación Eva Duarte de Perón.
Empero, si de hablar de abusos y tropelías se trata, nada supera al cambio de calendario que se realizó en Argentina a pedido del matrimonio Perón, ya que el Senado y Cámara de Diputados de la nación, reunidos en Congreso en 19 de julio 1951, dieron sanción a la siguiente ley núm. 14.036, que decía lo siguiente:
Si tuviéramos que analizar los resultados del matrimonio Perón a la cabeza de Argentina, pues dan números rojos. Veamos:
La Argentina, que había sido el país productor y exportador de trigo por excelencia, pasó a importarlo. Se sacó al pueblo de los campos, y se montó una Argentina industrial a la diabla. Para 1952, esas comunidades se habían convertido en lugares ófricos e inmundos. Muchas de esas urbanizaciones forzadas son hoy, julio del 2024, las villas miserias de Buenos Aires, por ejemplo, Fuerte Apache.
En ese contexto de crisis generalizada, el 26 de julio de 1952, fallece Eva, a los 33 años. Nada le pudo venir mejor a Perón, puesto que explotó teatralmente la muerte de su mujer para desviar la atención de la crisis económica y mantener viva la propaganda política.
Mi abuela solía decir: “Detrás de todo gran hombre está una gran mujer, por lo general, se trata de su madre. Pero detrás de todo caudillo siempre hay una gran meretriz”. Viendo casos como el de Eva Perón en Argentina y Gabriela Zapata en Bolivia, me doy cuenta de que mi tata tenía mucha razón. ¿Algún día los hispanoamericanos dejaremos esa costumbre primitiva del fetichismo caudillista?