En 1972, el etólogo estadounidense John Calhoun, bajo los influjos ideológicos de la Escuela de Frankfurt y el Club de Roma realizó una serie de experimentos con ratones, que se llegarían a conocer como «Universo 25».
El experimento, que pasaba por objetivo, ofrecía deducciones desoladoras para los seres humanos.
Calhoun pretendió recrear un escenario capitalista, es decir, una ratonera que posea abundancia de comida, bebida, temperatura agradable, ausencia de pestes, madriguera para todos los ratones. La vida no podía ser mejor. Recuerden que EEUU estaba viviendo «los años dorados» y comparado con las economías socialistas era un paraíso terrenal dónde los obreros habían olvidado los sueños revolucionarios. Bueno, Calhoun replicó ese escenario, pero con ratones, para observar qué sucedía.
Sin embargo, con el tiempo la abundancia en «Universo 25» produjo superpoblación, y a pesar de que tenían todo para una subsistencia cómoda los ratones empezaron a tener comportamientos extraños; al principio evitación social, retraimiento, luego desinterés sexual, sobrepeso y sedentarismo, llegando Incluso al canibalismo y la destrucción de toda su población.
Más allá de las conclusiones etológicas, las conclusiones sociológicas de este etólogo con sensibilidades de izquierda eran inquietantes: el capitalismo haría colapsar la civilización. Así fue que «Universo 25» se convirtió en el experimento citado por comunistas de todos los pelajes para sostener las tesis de Marx: que el capitalismo incuba la crisis y esta la destrucción del capitalismo.
Pero aquí permítanme compartir con ustedes algunas reflexiones adicionales.
Es fundamental reconocer que hay un trasfondo ideológico a este experimento. El mayo francés (68), la Revolución cubana (69), la Guerra de Vietnam (69), el experimento comunista de la URSS que aún podía simular que era un régimen político y económico deseable. El ascenso de la Escuela de Frankfurt y su cambio de eje, del marxismo al neomarxismo, donde el lema ya no era «la escasez (pobreza) causa conflicto social», sino fue «la abundancia causa conflicto social»; para estos neomarxistas la pobreza no era ya el foco de la crítica sino la desigualdad.
El Club de Roma se había formado en el 68 y vaticinaba la hecatombe: el capitalismo estaba derrochando recursos y en breve faltarían petróleo, cobre y otros elementos que movilizaban la economía. Estos Neo Malthusianos del Club de Roma seguían poseídos por el espíritu antiguo de esa corriente de ideas llamada «materialismo«, que animó las incendiarias convicciones de Aristóteles, Malthus y Marx. Para ellos si había una torta de 5 porciones, y hay 7 comensales, habría necesariamente escasez (como si acaso los seres humanos no pudiesen elaborar más tortas). La riqueza estaba dada y el problema económico se reducía a cómo repartirla.
El tiempo terminaría mostrando que tanto los neocomunistas de la Escuela de Frankfurt como los materialistas del Club de Roma estaban equivocados. Por citar un ejemplo, expertos como Emmanuel Eissner y Steven Pinker han hecho trabajos académicos dónde exponen que nunca ha habido menos violencia y destrucción en una época de la humanidad como en este periodo de la posguerra mundial. De aquel tiempo hasta ahora la pobreza ha disminuido desde el 55% hasta el 10% en la actualidad y a nivel mundial hay un acceso de la educación primaria del 89% con perseverancia del 81% o más.
Además, «Universo 25» contiene implícitos algunos errores que hacen que sus resultados no puedan ser extendidos a los seres humanos. El primero es un postulado de la etología: es necesario estudiar a los animales en sus ambientes naturales. “Universo 25” era un experimento profundamente artificioso. Eso reduce el espectro de comportamiento «normal» esperable. Sin embargo, el más importante sesgo contenido en esta pretensión de distopía social es el hecho incontestable de que, sencillamente, los seres humanos no somos ratones.
Nuestra capacidad para aprender, nuestra versatilidad adaptativa, la capacidad enorme de nuestra especie para resolver problemas y para imaginar y crear, todas estas no están representadas en el restringido experimento “Universo 25”. Los seres humanos podemos crear, podemos mejorar muestro comportamiento, podemos, y de hecho lo hacemos, elaborar nuevas formas de encarar los antiguos dilemas que nos plantea la existencia. No somos ratones, Dr. Calhoun, y ese es quizás el más enorme error de su experimento.
El mundo libre occidental, con su economía de mercado debe ser defendido ante el ataque de pretendidos experimentos que intentan hacernos creer que la utopía marxista es posible. Qué reconozcamos que hay mucho por mejorar en Occidente no significa que el comunismo, el nihilismo y el existencialismo sean las salidas a problemas que nos aquejan.
“Universo 25” no es el futuro. Es el pasado. Es una mentira bien diseñada para intentar promocionar el régimen marxista. Quizás Calhoun no se percató. Hay que recordar que en ese momento el existencialismo de Sartre, la new left de Marcuse y la espuria historiografía de Foucault estaban en franco ascenso en las universidades norteamericanas.
En síntesis, sobre “Universo 25”: extender las consecuencias últimas de un experimento de esta envergadura, con ratones en entornos artificiosos, a los seres humanos, es un error epistémico insalvable, uno que desentiende las distancias en la filogenia entre estas dos especies, que es ingenuamente optimista en términos de generalización y que, además, nos revela la antropología pesimista que abrazaba Calhoun, de una visión determinista del potencial humano.
Calhoun quizás fue preso de su entorno ideológico, pero nosotros podemos elegir ver, y por suerte, para él y para nosotros, la mayor parte del tiempo elegimos no comportarnos como ratas.