La asimetría informativa sobre lo que ocurre dentro de la Franja de Gaza es tan evidente como preocupante. Cuando un ataque o una muerte puede atribuirse a Israel, los datos emergen con rapidez y amplitud: agencias internacionales difunden cifras de inmediato, los titulares de los principales medios occidentales se replican en cadena y las imágenes recorren el mundo en cuestión de minutos.
Sin embargo, cuando los responsables de las muertes son Hamás o milicias locales, la cobertura mediática se vuelve mínima, tardía o directamente inexistente. Este doble estándar informativo no solo distorsiona la percepción global del conflicto, sino que también contribuye a invisibilizar a un importante número de víctimas palestinas cuyos derechos son igualmente vulnerados.
Organizaciones independientes han denunciado en múltiples ocasiones que Hamás impone fuertes restricciones a periodistas locales e internacionales, impidiendo el acceso libre a zonas donde ocurren enfrentamientos internos, ejecuciones sumarias o accidentes provocados por el mal manejo de armamento dentro de áreas civiles. A esto se suma la presión y la persecución a fuentes locales que intentan documentar estos hechos, lo que genera un clima de autocensura y temor.
Mientras tanto, medios internacionales reproducen, muchas veces sin verificación independiente, cifras proporcionadas por el propio aparato de Hamás, que controla la mayoría de los flujos de información en la Franja. En contrapartida, los casos en los que víctimas palestinas mueren por cohetes fallidos lanzados por milicias, por disputas internas o por castigos ejemplares impuestos por grupos armados, reciben escasa atención y rara vez alcanzan titulares globales.
Esta asimetría informativa tiene consecuencias políticas y humanitarias: contribuye a consolidar una narrativa unilateral, dificulta la rendición de cuentas de todos los actores involucrados y desinforma a la opinión pública internacional, que recibe solo una parte —cuidadosamente filtrada— de la realidad en el terreno.
En última instancia, quienes pagan este silencio no son los gobiernos ni los grupos armados: son las víctimas palestinas cuyos sufrimientos no encajan en el relato predominante. Son sus historias las que se pierden en el ruido mediático, y es la comunidad internacional la que termina observando un conflicto fragmentado y parcial.