En cuestión de horas, un simple posteo en la red social X (ex Twitter) de Elon Musk logró lo que durante meses se venía gestando silenciosamente: evidenciar el hartazgo de una parte importante de la audiencia frente a las campañas “woke” y la inclusión forzada que Netflix ha venido impulsando en sus producciones. La reacción fue inmediata y contundente: miles de usuarios comenzaron a cancelar sus suscripciones, compartiendo pruebas en redes sociales, y la compañía perdió más de USD 15.000 millones en valor de mercado en un solo día, cifra que escaló a más de USD 17.000 millones en los días posteriores, según reportes financieros.
El detonante fue una publicación del magnate, en la que llamó abiertamente a cancelar el servicio, en medio de una polémica por contenidos ideológicos presentes en algunas series. Muchos usuarios, que ya venían expresando malestar por la deriva ideológica de la plataforma, encontraron en ese mensaje el punto de inflexión para tomar una decisión que, a juzgar por el impacto bursátil, fue masiva.
La pérdida no solo revela la vulnerabilidad de Netflix frente a la opinión pública, sino también el desgaste creciente de una estrategia editorial basada más en la corrección política que en la calidad o la preferencia real del público. Lo que comenzó como una tendencia cultural terminó convirtiéndose en un factor de rechazo para amplios sectores de la audiencia global.
Netflix no ha emitido cifras oficiales sobre cuántas suscripciones fueron canceladas directamente a raíz de esta campaña, pero el golpe económico en la bolsa es un indicador claro de que la confianza del mercado también se resintió.