La declaración de Jeannette Jara, militante del Partido Comunista y candidata a presidente de Chile, reconociendo que Cuba “claramente no es una democracia” marca un cambio sustancial en el discurso de la candidata oficialista, y no puede leerse solo como una rectificación personal. En un escenario de alta competencia, donde la opinión pública chilena observa con recelo cualquier cercanía con regímenes autoritarios, el viraje parece responder más a una estrategia de posicionamiento que a una revisión ideológica profunda.
En abril pasado, Jara había defendido sin matices al sistema de partido único de la isla, al que calificó de “democrático, aunque distinto del nuestro”. Esa postura la alineaba con los sectores más duros del Partido Comunista, pero la dejaba vulnerable frente a críticas que la vinculaban con la defensa de dictaduras. Hoy, en cambio, el reconocimiento de que Cuba no es una democracia le permite tender puentes hacia un electorado más moderado, clave para ampliar su base de apoyo en la recta electoral.
El giro, sin embargo, no está exento de riesgos. En su propio partido y en ciertos movimientos aliados persisten simpatías hacia La Habana, por lo que su afirmación podría ser vista como una concesión pragmática que erosiona su credibilidad dentro de la izquierda. En definitiva, el desafío de Jara será sostener un discurso que le permita mostrarse como una candidata con vocación de gobierno, sin quebrar los equilibrios internos de una coalición que hasta ahora ha convivido con ambigüedades frente a regímenes autoritarios de la región.