La noticia no sorprende a quienes venían observando desde hace tiempo las tensiones internas en el colectivo de la diversidad: lesbianas, gays y bisexuales decidieron marcar distancia y conformar la LGB Alliance, un espacio que declara su independencia de los activistas trans, no binarios, promotores de la ideología de género y la hormonización de niños. La ruptura, aunque demorada, era inevitable.
Los impulsores de esta nueva alianza sostienen que el movimiento original fue desvirtuado por agendas que ya no tenían que ver con los derechos civiles básicos, sino con la imposición de visiones políticas, la medicalización de niños y la pretensión de borrar la realidad biológica. Mientras que las primeras luchas se centraban en la igualdad de derechos, en la libertad para amar y construir proyectos de vida, el debate actual se trasladó hacia reivindicaciones mucho más radicales, ajenas al sentido original.
Uno de los promotores lo resumió con claridad: “Los derechos de los homosexuales no están en contra de los derechos de las mujeres”. En esa afirmación se refleja el espíritu de esta fractura: quienes se reconocen como LGB entienden que su causa no puede ni debe ser absorbida por una ideología que, lejos de ampliar derechos, amenaza con socavarlos.
La LGB Alliance nace, entonces, como una reacción y como una defensa. Sus fundadores aseguran: “Declaramos la independencia LGB porque los derechos por los que hemos trabajado tanto están siendo amenazados por la ideología de género”. En ese gesto hay un mensaje profundo: los movimientos sociales no son bloques monolíticos, y cuando las agendas se distorsionan, las divisiones son inevitables. La grieta en el arcoíris ya no es una hipótesis: es un hecho consumado.
La pregunta de fondo es qué consecuencias traerá este quiebre. En el plano social, podría significar un reacomodamiento del debate, donde la lucha por la igualdad retome su cauce original, desligada de reivindicaciones ajenas a su núcleo. En el plano político, será inevitable que los gobiernos y organismos internacionales, acostumbrados a tratar al movimiento como una única voz, enfrenten ahora un escenario plural, con reclamos diferenciados y a veces contrapuestos. Lo cierto es que, con la irrupción de la LGB Alliance, se abre una nueva etapa: menos uniforme y más honesta en cuanto a los verdaderos límites de la diversidad.