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Captura de élites y trampas de deuda: el avance chino bajo la lupa del IPAC

by Redacción
17 de junio de 2025
in Analisis
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Captura de élites y trampas de deuda: el avance chino bajo la lupa del IPAC
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Durante su reciente visita a Paraguay, Sebastián Polo Alvis —enlace regional para América Latina de la Alianza Interparlamentaria sobre China (IPAC Global)— participó de una serie de encuentros y charlas organizadas por InformatePy y Prodinamis. En un contexto regional marcado por el creciente avance de la influencia china sobre gobiernos, universidades y actores clave de la sociedad civil, Polo Alvis compartió un análisis preciso y sin concesiones sobre las tácticas empleadas por el Partido Comunista Chino para cooptar voluntades, condicionar políticas públicas y expandir su poder blando en América Latina.

En esta entrevista, abordamos junto a él los riesgos estratégicos que enfrentan las democracias de la región, el papel que cumple IPAC como red internacional de resistencia política e institucional frente a estos desafíos, y el valor geopolítico de la relación Paraguay–Taiwán. Las respuestas de Polo Alvis —directas y argumentadas— invitan a repensar las implicancias de una relación asimétrica con una potencia que no disimula sus intenciones de consolidar una hegemonía global.

Para comenzar la conversación, me parecería clave que nuestros lectores entendieran el origen y los objetivos de una de las principales plataformas globales de vigilancia y coordinación frente a las políticas del régimen de Pekín. Por eso, lo primero que quisiera es que nos explicaras: ¿Qué es el IPAC (Alianza Interparlamentaria sobre China), cómo surgió y qué motivaciones llevaron a legisladores de distintos países a unirse en este esfuerzo común?

Bueno, primero que todo, IPAC es una organización internacional que busca, principalmente, establecer una alianza y una influencia de cierto tipo de verificación, control y de concienciación sobre el comportamiento del Partido Comunista Chino a lo largo del mundo. Estamos hablando de una organización que data de 2019, en la que se nota precisamente ya un cambio en la tendencia de la política exterior china, ya apuntada más a tener un poder mucho más diciente y determinante en el entorno del sistema internacional.

Estamos hablando ya de una China que, dentro de sus diversas reuniones en el Partido Comunista y demás, pues ya cambia de retórica. Ya no es la retórica del «socio del mundo», como se desarrolló desde Hu Jintao o Jiang Zemin. Ya estamos hablando de una China que toma una preponderancia política mucho mayor.

Entonces, IPAC surge precisamente de sucesos como las protestas en Hong Kong y los demás elementos que evidencian, cada vez más, el trato mayormente autoritario que va a tener la organización conforme a las concepciones propias de la democracia, los principios que van opuestos necesariamente a lo que sería su voluntad geopolítica desde la llegada de Xi Jinping.

Entonces, nos estamos dando cuenta de que este riesgo usualmente los países lo lidian de una forma individual, porque China tiende a la negociación bilateral, no multilateral. Y entonces, esta negociación bilateral de la cual estamos hablando es una negociación en la que ellos dicen que es entre pares, pero que siempre van a estar en una posición de fuerza.

Entonces, esta alianza surge con la necesidad de que los diversos parlamentos y entornos democráticos del mundo, libremente electos, tengan alguna suerte de coordinación política que les permita no solamente ser conscientes de estas amenazas, sino también que puedan identificar aliados en todo el mundo, que les dé ese elemento de confianza que, pues obviamente, significa ser críticos con la voluntad política de una potencia que es avasallante, en este caso.

Con la expansión global de la influencia china en múltiples frentes —económico, tecnológico, diplomático y cultural—, es fundamental identificar dónde residen los mayores riesgos para las democracias occidentales. Me gustaría que nos detallaras cuáles consideras que son las amenazas más serias que plantea el Partido Comunista Chino en este contexto.

Bueno, cuando hablamos del régimen chino, obviamente es directamente el Partido Comunista Chino. No estamos hablando del pueblo chino. El pueblo chino ha demostrado, en eventos como precisamente los sucesos de la plaza de Tiananmen o las protestas en Hong Kong, que no es indiferente a los valores democráticos. Pueden ser defensores también de la democracia. Miremos el caso de Taiwán.

El Partido Comunista Chino, gran parte de su elección, es mostrar una imagen que es completamente difícil de dilucidar para quien no es entendido o no conoce cómo se comporta esta potencia a lo largo del mundo. Se muestra como un país abierto al libre mercado, abierto al comercio, a las inversiones, que pues, dentro de su política desde las épocas de Deng Xiaoping y de “Un país, dos sistemas”, ha logrado consolidar una economía rutilantemente poderosa en el mundo.

Entonces, la gente tiende a ignorar que gran parte de la existencia de la libre empresa en China depende de la venia política del Partido Comunista Chino.

Entonces, no estamos hablando de empresas privadas en China; estamos hablando de empresas que actúan bajo la autorización del Partido Comunista Chino dentro del mercado.

Vemos empresas como Huawei, Xiaomi, la misma BYD, así como otras, y nos damos cuenta de que gran parte de sus composiciones y de sus existencias dependen directamente de la autorización del Partido Comunista Chino. Incluso dependen también, en su toma de decisiones y en todos los elementos que incidan en la defensa o en los principios de seguridad nacional, de que debe primarse el interés del Partido sobre el interés de la empresa.

Entonces, no es un país que juega a la libre empresa, que no necesariamente está permitiendo esa libertad económica de la que varios hablan. Estamos hablando de un régimen comunista —políticamente hablando—, y estamos frente a un capitalismo de Estado que ha perfeccionado el modelo.

Pero no se habla necesariamente de cómo se comportan, dentro de las leyes del mercado, empresas como Evergrande, en las cuales, en un mercado privado, nos damos cuenta que si una empresa entra en quiebra no la rescata nadie, mientras que a esta empresa la puede estar rescatando el Estado chino y sus elementos de garantía financiera.

Entonces, la amenaza está en esa imagen. Y la amenaza también está en tener el monopolio de lo que se habla sobre China. ¿Cuál es el primer argumento que ellos dicen de una persona que habla de China y no es favorable al Partido Comunista Chino?

Dicen: «Usted no tiene idea, usted no tiene ningún tipo de autoridad para hablar de ello», y proceden a hablar, incluso a atacar. Entonces, ni siquiera son democráticos en la discusión, en el debate del rol de su país en el mundo. Entonces, ¿qué más peligroso que eso?

Sí, eso lo vivimos. Tuvimos un caso como ese en el evento que organizamos con PRODINAMIS durante la exposición de Marcos Falcone, que fue fuertemente cuestionado por sus opiniones contrarias a China.

Ahora, desde tu rol en el IPAC, ¿cómo evaluás la respuesta actual de América Latina frente a esta influencia china? Y me refiero puntualmente a si estamos siendo lo suficientemente críticos y estratégicos para —no sé si la palabra es “contrarrestar”—, pero para nivelar un poco la balanza en la negociación.

Bueno, América Latina, independientemente del entorno geopolítico, es una región regida por países que son relativamente libres en su comportamiento de política exterior. Ahora bien, siendo geopolíticamente comprendida dentro de la órbita de Estados Unidos, históricamente se mira a China como una alternativa geopolítica. Pero esta alternativa geopolítica, obviamente, busca la trascendencia de la idea de un “respice pollum”, que es esa antigua política exterior que buscaba exclusivamente mirar hacia Estados Unidos, el principal poder; o un “respice similia” o un “respice omnia”, que es precisamente mirar a todo el mundo.

Pero aquí viene el problema: gran parte de la participación de China en el entorno latinoamericano es una participación principalmente pragmática. Entonces, ¿qué significa que sea pragmática? Que no va a tener ningún miramiento conforme a los regímenes que estén gobernando América Latina.

Segundo, quienes se acercan a China y obtienen la voluntad de hacer una aproximación con China pueden responder a dos tipos de elementos. Uno, estamos hablando principalmente de un elemento que puede ser una potencia, un elemento social o económico que permite principalmente pensar en negocios, pensar en mercados. Pero también están los que deciden acercarse a China por antiamericanismo.

Entonces, nos estamos dando cuenta de que hay unos móviles distintos. Estos móviles distintos, y con la promesa de que es una potencia grande y que da una relativa financiación importante, han generado una aproximación que ha sido casi que sin ninguna duda, abierta. Ahora bien, ¿qué significa eso?

¿Qué es lo que hasta ahora estamos empezando a ver? Pues que América Latina pensaba que iba a encontrar un socio más respetuoso de su soberanía, cuando nos estamos dando cuenta de que es algo completamente contrario. Que incluso puede ser mucho más opresivo y avasallante que experiencias históricas pasadas.

Entonces, cuando nos referimos al elemento propio de China en América Latina, vemos que los países han tenido muy poca conciencia. Y no solamente poca conciencia, porque también sus líderes políticos toman el tema de China como el de una potencia muy importante, pero al mismo tiempo son parte de una estrategia diplomática de China en la cual ellos son seducidos, cooptados —lo que llaman una «captura de élites»—, que les permite tener una concepción no discutible, en el sentido de que no se discuta la preeminencia de China como una potencia respetable y, en este caso, garante de lo que puede ser la libertad de comercio. Cuando no es así.

Entonces, vemos por ejemplo casos como lo que ha sucedido en la Franja y la Ruta. En el caso de Sri Lanka, que entró en cesación de pagos por el mal manejo político de esos recursos, el puerto de Hambantota debió ser cedido por un periodo de más de 99 años en favor de China, incluso prorrogable.

Nos estamos dando cuenta de que es una potencia que, a través de la captura de élites, de las trampas de deuda y demás —que obviamente no es una política adyacente, o sea, no es una política declarada del Partido Comunista Chino, pero sí es una política que se manifiesta—, estamos viendo que lo que más interesa a China en este caso no es encontrar socios, sino apoderarse de voluntades políticas en los entornos internacionales.

Entonces, aquí en América Latina corremos el riesgo. Pero este riesgo no es tan omnipresente como puede ser, por ejemplo, en África o en Asia, porque precisamente ha habido países que han sido relativamente críticos con esa aproximación. Pero, obviamente, con el paso del tiempo, siempre va a haber un avance. Y pues eso es a lo que nos enfrentamos en América Latina.

La expansión china no se da solo a través del comercio o las inversiones: también implica un aparato diplomático y de inteligencia que busca incidir en la opinión pública y capturar espacios de poder blando. Por eso, profundizamos en las estrategias concretas utilizadas para cooptar a actores clave, como académicos, periodistas o líderes intermedios. ¿Ustedes qué tipo de presiones o tácticas identificaron desde el IPAC que son utilizadas por el Partido Comunista Chino para, como bien decís, cooptar o silenciar a líderes medios o universidades extranjeras?

Pues precisamente es una estrategia que no solo es exclusiva de América Latina, sino que es una estrategia propia del Partido Comunista Chino y su despliegue diplomático a lo largo del mundo. Si habláramos de América Latina, miremos el caso reciente de Panamá, en el que el presidente decide no renovar Belt and Road, o sea, la Franja y la Ruta. Obviamente, con una presión considerable de Estados Unidos, y la gran consecuencia de ello es precisamente una constante situación de amenaza y de presión.

Por ejemplo, Panamá, antes de que firmara la Franja y la Ruta, era uno de los países que había reconocido a Taiwán. Uno de los condicionantes para entrar a la Franja y la Ruta era desconocer la existencia de Taiwán. Entonces, estamos hablando de unas presiones que trascienden el orden propio del sistema del servicio diplomático chino. Estamos hablando ya de la intromisión en los elementos propios de la autodeterminación de los pueblos.

También otras presiones se pueden dar dentro del entorno económico. Estamos viendo, por ejemplo, ahora una situación crítica en Bolivia, en la cual los contratos que se están negociando con el Estado boliviano y, pues, obviamente, empresas chinas como Hong Kong, CBC o Citic Guoan están en proceso de ser parte de un elemento de negociación entre ciertos sectores políticos bolivianos que —si bien el contrato es completamente entreguista— estaría siendo parte de un sistema de corrupción y de otros elementos que pueden demostrar un tema de compra de voluntades políticas.

Eso es lo que ha intentado Luis Arce reiteradas veces y que el Congreso lo ha frenado. Hace poco, levantan una medida cautelar precisamente con la expectativa de que se logre un acuerdo político. Y no solamente eso: usualmente son funcionarios del mismo servicio diplomático —ya sea el embajador, el mismo cónsul— los que presionan a figuras políticas que, según ellos, se atreven a hablar mal de China o a dar propaganda falsa, según ellos.

Presionarlos, incluso a decir que no es de su conveniencia hablar mal de China o decir mentiras, cuando quienes son ellos —los que actúan así— se consideran dueños de la verdad.

Entonces, esa es una forma de presionar. No es una forma de presionar desde lo económico: se toman las mismas figuras políticas que levantan el debate, y por eso es tan incómodo para ciertas sociedades hablar de China. Porque no se tiene experiencia, o no se tiene expectativa de cuál va a ser la retaliación.

Mencionaste recién a Taiwán. El Paraguay tiene la particularidad de ser uno de los pocos países —y acá en la región, el único— que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán. ¿Qué mensaje te gustaría, o le harías llegar, a los legisladores y líderes paraguayos sobre la importancia de continuar sosteniendo esta decisión y esta relación con la República de China-Taiwán?

Bueno, primero que todo, pues yo en calidad de extranjero, obviamente esa es una decisión soberana del pueblo paraguayo. Pero si el pueblo paraguayo, que ha demostrado ser muy protector de su democracia —que tanto les costó consolidar—, pues habla duramente el hecho de que sostenga una relación con un país democrático como Taiwán, entonces el mensaje sería principalmente que tengan conciencia de que los principios en política valen. Que la actuación pragmática, tarde o temprano, va a venir en detrimento de los proyectos y la visión política que ellos tengan sobre sus países.

Entonces, obviamente viene la falsa idea de que China quiere negociar entre países libres. Y lo que hemos visto es que no. Que, pues obviamente, China es indiferente si un país es libre o no, porque si fuera entre países libres no estaríamos viendo relaciones tan próximas con países como Venezuela, como Cuba, como la misma Nicaragua.

Entonces, es un acto que le depende solo a los demócratas. La decisión democrática de sostener relaciones con un país democrático debe ser prohijada por personas que tengan una fiel convicción de la democracia y de la libertad.

Luego, sí, Paraguay tiene la libertad de abrir su negociación con China. Es una acción que depende de las consecuencias. Entonces, en este sentido, obviamente Paraguay es un gran referente de la democracia. Sostener las relaciones con Taiwán demuestra eso. Entonces tienen un gran tesoro, pero no lo deben dar por sentado, porque la democracia se defiende todos los días. Se decide defenderla todos los días.

Para cerrar la entrevista, quisiéramos medir, por llamarlo de alguna manera, el impacto concreto de la labor del IPAC en términos políticos. ¿Sus informes, advertencias y pronunciamientos han tenido efectos tangibles en las políticas públicas de países que antes adoptaban posiciones demasiado permisivas con China? ¿Hay ejemplos de retrocesos o revisiones relevantes en este sentido?

IPAC ha tenido la oportunidad de liderar diversas campañas a lo largo del mundo, que principalmente han estado dirigidas a garantizar y a proteger todo lo que es el tema relacionado a derechos humanos y protección de todos los ejercicios de libertad que pueden ser manifiestos dentro de China.

Algunas de las más grandes iniciativas han sido, por ejemplo, el incremento de esa conciencia en los diversos parlamentos —de los cuales tenemos miembros— de que, pues, en China todavía el tema del respeto por los derechos humanos es un tema que no se ha consolidado. Por ejemplo, las grandes denuncias que ha habido en la región de Xinjiang, que demuestran unos grandes abusos en ciertos aspectos de producción económica.

También, por ejemplo, todo lo relacionado con el tratado de extradición a Hong Kong, que no está en vigencia. Eso también es un logro político de IPAC: evitar que la extradición de estas personas se materialice en países como Australia, Canadá, Francia, Alemania, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos.

Obviamente, gran parte de la discusión sobre diversos elementos relacionados también con el fortalecimiento de las relaciones con Taiwán —con los diversos estados, entre otros— y, pues, también la vigilancia política sobre ciertos actores económicos que han incidido en la economía del mundo y que se nutren logísticamente de China y de sus abusos para poder ser rentables.

Entonces, todas esas discusiones, que si bien para el latinoamericano pueden ser lejanas, es una lucha tremenda. Porque es una potencia global y que, si bien acá en América Latina estamos todavía viendo los principales resquicios de lo que puede estar pasando con China —estamos viendo el tema del puerto de Chancay, estamos viendo todo lo que ha sido su incidencia en el triángulo del litio—, pues nos están mostrando que organizaciones como estas, si bien no van a ser los que tomen las decisiones por los países —porque eso les compete a ellos—, estamos en una misión que es precisamente velar para que ningún abuso o ningún elemento que vaya en contra de la soberanía de los pueblos, en favor de unos intereses puntuales que son los del Partido Comunista Chino, sean materializados y en detrimento de la democracia y la libertad de la gente.

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