La reciente decisión de la Dirección Nacional de Contrataciones Públicas (DNCP) de suspender la licitación impulsada por el Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE) para la adquisición de las máquinas de votación no solo es acertada, sino urgente y necesaria. Los fundamentos expuestos por la DNCP son graves: precios arbitrarios y una aparente ventaja otorgada a un consorcio previamente adjudicado. En estas condiciones, avanzar con el proceso no implicaría simplemente concretar otra compra estatal, sino comprometer directamente la integridad del sistema electoral paraguayo, piedra angular de toda democracia.
Los antecedentes de la empresa que se iba a ver favorecida, anunciaban un proceso viciado desde su origen. La empresa que iba a ser beneficiada —Smartmatic— carga a cuestas con un prontuario de denuncias por fraude electoral en varios países: Argentina, Filipinas, El Salvador, Bolivia, y la lista sigue. No hay elección donde haya participado Smartmatic que no esté manchada por la sospecha, la opacidad y el escándalo.
No es casual que los mayores defensores de esta licitación hayan sido sectores de la oposición, los mismos que reclaman transparencia a gritos mientras empujan en silencio el desembarco de una firma vinculada, según múltiples informes y antecedentes, a maniobras turbias que han socavado procesos democráticos en distintos rincones del mundo. ¿Qué buscan realmente al insistir con una empresa con capitales venezolanos y denuncias de haber favorecido a regímenes autoritarios como el de Hugo Chávez?
La democracia no se protege con slogans ni declaraciones grandilocuentes, sino con hechos concretos. Y permitir que una empresa como Smartmatic maneje nuestros comicios equivale a poner al zorro a cuidar el gallinero. No se trata de una cuestión técnica ni de eficiencia electoral: se trata de soberanía, de confianza ciudadana y del futuro de nuestras instituciones.
El pueblo paraguayo merece elecciones limpias, sin sombras ni sospechas. Y merece que sus representantes —oficialistas y opositores por igual— dejen de jugar con fuego cuando se trata del voto popular. Si no somos capaces de garantizar un sistema electoral independiente, auditado y libre de influencias extranjeras, entonces habremos claudicado ante una forma más sofisticada, pero no menos peligrosa, de sometimiento.
Paraguay no necesita máquinas importadas con prontuarios oscuros. Necesita instituciones firmes, transparencia y patriotismo. La suspensión fue solo el primer paso. Lo que sigue es impedir que, bajo ningún disfraz, esta amenaza vuelva a colarse en nuestras elecciones.