Disney decidió dar un giro radical a uno de sus clásicos más emblemáticos con la recientemente estrenada nueva versión de «Blancanieves», generando una ola de críticas y controversias que ponen en jaque su ya dañada reputación. Lo que alguna vez fue un cuento de hadas lleno de magia, belleza y valores atemporales, hoy se ha transformado en un experimento ideológico que desvirtúa la esencia del relato original.
Desde que se anunció el proyecto, la película ha estado en el centro de la polémica debido a decisiones creativas que poco tienen que ver con la fidelidad a la historia clásica de los hermanos Grimm. La sustitución de los siete enanitos por un grupo diverso de personajes que poco recuerdan a los originales ha sido interpretada como una imposición de la corrección política más que una verdadera necesidad narrativa. Además, el cambio en la personalidad de Blancanieves, quien en esta versión ya no es la joven dulce y optimista que conquistó generaciones, sino una figura desafiante y combativa, ha generado rechazo entre quienes esperaban una adaptación respetuosa de uno de los legados más importantes de Walt Disney.
Uno de los aspectos más criticados es la reinterpretación del clásico sin un verdadero respeto por su esencia. «Blancanieves y los siete enanitos», estrenada en 1937, fue la primera película animada de largometraje de la historia y sentó las bases de lo que hoy conocemos como el cine animado. Su innovación técnica, su belleza visual y su emotiva narrativa marcaron un antes y un después en la industria. Sin embargo, la nueva versión parece despojada de todo el encanto original, apostando por una estética y un tono que poco o nada tienen que ver con el espíritu del clásico.
¿Un fracaso anticipado?
A medida que las primeras imágenes y declaraciones del elenco y del equipo de producción han salido a la luz, las reacciones han sido mayormente negativas. La decisión de eliminar la historia de amor y reemplazarla con un mensaje de «empoderamiento» ha sido vista por muchos como una lectura errónea de lo que el público realmente desea ver. En lugar de actualizar el clásico con respeto y creatividad, Disney parece haber optado por una deconstrucción innecesaria que podría alienar a su audiencia tradicional.
Disney, en su afán por adaptarse a las tendencias actuales, está olvidando lo que hizo de sus clásicos un legado perdurable: la magia, la emotividad y el respeto por la tradición. «Blancanieves» no necesitaba ser reinventada bajo una óptica moderna que sacrifica su corazón original. En lugar de traer de vuelta la maravilla y la nostalgia, esta versión parece encaminada a convertirse en otro ejemplo de cómo las malas decisiones creativas pueden empañar un legado histórico. Si Disney sigue por este camino, podría terminar perdiendo la confianza de su público fiel en su intento de agradar a un sector que, paradójicamente, no parece interesado en consumir sus productos.