El 9 de diciembre de 2021, el régimen de Daniel Ortega anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Taiwán, y al día siguiente, en Pekín, el hijo del matrimonio dictatorial, Laureano Ortega Murillo firmó la reanudación de relaciones de Nicaragua con la República Popular de China.
Tres años después, este cambio de alianzas ha tenido poco impacto significativo en los ámbitos económico y geopolítico de Nicaragua.
En tres años la promesa del régimen de un “milagro económico” derivado de las relaciones con China no se ha materializado.
Según el Dr. Evan Ellis, investigador del Instituto de Estudios Estratégicos del U.S. Army War College, las exportaciones nicaragüenses a China han crecido, pero representan apenas el 1.6% del total de exportaciones del país, alcanzando los 50 millones de dólares anuales.
En contraste, las importaciones desde China han aumentado considerablemente, superando las exportaciones nicaragüenses 75 veces.
Este desequilibrio ha llevado a una invasión de productos chinos y la proliferación de comercios como “China Mall” y “China Bazar”, lo que ha desplazado a comerciantes locales.
“El tratado de libre comercio con China, que entró en vigencia el 1 de enero, se ha vendido como una panacea, pero la realidad es que los empresarios nicaragüenses son quienes más han sufrido”, explicó Ellis, en una entrevista con el periodista Carlos Fernando Chamorro del medio nicaragüense Confidencial.
Además, destacó que el régimen ha facilitado condiciones favorables para las empresas chinas, como la expansión de supermercados y tiendas con capital extranjero, mientras las pequeñas empresas locales pierden terreno.
Préstamos y proyectos cuestionables
Uno de los aspectos más polémicos de la relación con China ha sido la contratación de préstamos onerosos para proyectos de infraestructura.
Ellis indicó que Nicaragua ha comprometido cerca de 1,000 millones de dólares en préstamos a tasas de interés de hasta el 10%, una cifra que calificó como “extremadamente alta incluso en comparación con otros países como Ecuador o Venezuela”.
Además, denunció la falta de transparencia en estos acuerdos, donde las empresas chinas reciben un pago adelantado del 20% antes de iniciar cualquier obra.
Entre los proyectos destacados se encuentra la ampliación del puerto de Corinto, con un costo estimado de 400 millones de dólares, y el aeropuerto internacional en Punta Huete.
Estos proyectos no solo requieren un financiamiento elevado, sino que, según Ellis, sus beneficios económicos son cuestionables. “Parecen más destinados a beneficios estratégicos para China que a las necesidades reales de Nicaragua,” afirmó.
Otro proyecto controversial es la construcción de carreteras y obras anexas en la zona del Pacífico, financiadas parcialmente con estos préstamos.
Ellis señaló que las altas tasas de interés, combinadas con la exigencia de prepagos y la falta de transparencia en la ejecución, aumentan significativamente los riesgos financieros para Nicaragua.
“Los términos de estos acuerdos son extremadamente desventajosos, lo que pone en peligro la sostenibilidad económica del país,” agregó.
Comparaciones con Taiwán y el mercado estadounidense
Antes de la ruptura, Taiwán representaba un aliado clave para Nicaragua, proporcionando ayudas directas y acceso a su mercado.
Desde entonces, el país ha perdido cerca de 1,000 millones de dólares en intercambios comerciales con Taiwán.
Ellis también enfatizó la dependencia de Nicaragua del mercado estadounidense, que absorbe el 38.5% de sus exportaciones gracias al tratado de libre comercio CAFTA-DR.
“Es impensable que China pueda sustituir el mercado norteamericano,” señaló Ellis. Con exportaciones hacia Estados Unidos que alcanzan los 1,430 millones de dólares, la relación comercial con el gigante asiático resulta insignificante en comparación.
Además, Ellis advirtió que el alineamiento con China y Rusia podría poner en peligro las ventajas del CAFTA-DR, especialmente ante una administración estadounidense más hostil hacia el régimen de Ortega.
El resurgimiento del Canal Interoceánico
Ortega también ha resucitado el proyecto del Canal Interoceánico, ahora con una nueva ruta y la promesa de involucrar a empresas chinas. Sin embargo, Ellis calificó esta iniciativa como “irrealizable” debido a la falta de estudios de viabilidad y la magnitud de la inversión necesaria.
“El primer proyecto canalero fue una estafa y este nuevo canal parece aún menos factible. No hay inversores dispuestos a financiar una obra de esta envergadura en un país con tantas incertidumbres económicas y políticas,” aseguró Ellis.
El costo estimado del canal, que podría superar los 40,000 millones de dólares, lo convierte en un proyecto extremadamente inviable para la economía de Nicaragua.
Además, Ellis sugirió que algunos anuncios podrían ser utilizados para justificar otros proyectos con beneficios estratégicos para China y su red de países aliados, con menor impacto o beneficio para Nicaragua.
Por ejemplo, obras relacionadas con el corredor entre Corinto y Bluefields podrían ser más factibles y útiles para los intereses chinos de mover su mercadería que el propio canal.
Conclusión: Una alianza desigual
Ellis concluyó que la relación entre Nicaragua y China está marcada por una clara desigualdad, donde el régimen de Ortega ha cedido ventajas significativas a las empresas chinas en detrimento de la economía nacional.
Mientras tanto, los nicaragüenses enfrentan mayores dificultades económicas y una creciente dependencia de un socio que prioriza sus propios intereses estratégicos y comerciales.
“Los grandes beneficiados de esta relación son China y las elites cercanas al régimen, mientras que el pueblo nicaragüense es quien paga el precio,” concluyó Ellis.
Centro América 360