El 7 de diciembre de 2024 se realizó el evento inaugural de «reapertura» del templo y catedral de Nuestra Señora de París, más conocida como «Nötre Dame».
Según el sitio web oficial que describe los actos de la reinauguración del más famoso templo parisino, el sábado 7 de diciembre estaba destinado a un rito bastante peculiar en el que el arzobispo de París (Laurent Ulrich) golpeó tres veces el pórtico principal de «Nötre Dame», luego, el mismo prelado se encargaría de «despertar al gran órgano» de la catedral, lo que se haría al son de salmos, del «Magnificat» y del «Padre Nuestro». Por último, el arzobispo daría su bendición final acompañado del canto del «Te Deum».
Todo esto con mucha pompa y circunstancia, como pudo verse en las imágenes. Coros y música sublime en medio de una atmósfera que sin duda fue jubilosa, etérea y mágica…
Pero hubo algunas peculiaridades en el evento; la primera de ellas es que el jefe supremo de la Iglesia Católica, el Papa Francisco, no estuvo presente y no sabemos siquiera si llegó a estar invitado. Recuérdese que en la historia moderna, existió una puja entre Roma y París por el dominio del catolicismo. De hecho que los reyes y emperadores de Francia (Napoleón Bonaparte, por ejemplo) llegaron a secuestrar e incluso asesinar a numerosos Sumos Pontífices. Francia es la madre de varias herejías como el «galicanismo», una versión más o menos afrancesada y edulcorada del «anglicanismo» de los británicos. Súmese a todo que el clero francés fue el que más se resistió a la proclamación del dogma de la «Inmaculada Concepción de María» en el año 1854 con la bula papal «Ineffabilis Deus» del beato Pío Nono; de hecho que el arzobispo de París en esos años, Dominique Auguste Sibour, fue asesinado por un sacerdote galicano llamado Jean Louis Verger, quien acusó al extinto prelado de traicionar a Cristo por haber proclamado en Francia el dogma de la Inmaculada Concepción. Las herejías posmodernas del «lefebvrismo» y el «sedevacantismo» son todas hijas del «galicanismo».
Téngase en cuenta que la ceremonia inaugural fue en la noche del sábado 7 de diciembre de 2024. Es decir, ya en plena vigilia sabatina de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María. ¿Y qué hizo el arzobispo de París? ¿Celebró acaso el Divino Sacrificio? ¿La Santa Misa?
No. La reapertura de Nötre Dame no tuvo a la Cena del Cordero.
Hubo hermosa arquitectura gótica y neogótica, vitrales maravillosos, un órgano que parece tener vida propia, coros de niños, jóvenes y adultos cantando salmos, himnos y alabanzas… Pero no hubo Santa Misa… Todo pareció ser una bacanal y un remedo de cualquier chapucería de los anglicanos. Mucho sensualismo, deleite visual y auditivo… Pero Jesucristo no estuvo allí… La belleza NO SALVÓ al mundo en esta inauguración… En realidad, me atrevo a decir que todo fue una celebración de la muerte, no de la vida y la resurrección del Divino Redentor. Me van a decir que «se recitaron salmos, himnos, hasta el Magnificat»; bueno, los anglicanos hacen todo eso y siguen siendo anglicanos.
Hasta me viene a la cabeza una famosa escena de cine de la película «Pulp Fiction» de Quentin Tarantino, que celebró su 30° aniversario este año (veremos muchas otras coincidencias, como las que ya estuvimos señalando). El personaje interpretado por Samuel L. Jackson hace unos espectaculares discursos recitando al profeta Ezequiel (de manera retocada, a lo protestante) y luego descarga los balazos de su pistola sobre sus víctimas asesinadas. ¡Muy cristiano, verdad! Sirve para ilustrar el punto…
Pero todavía más claro nos quedará el asunto cuando les cuente que Jesucristo no estuvo presente, pero sí estuvo el Príncipe de Gales, Guillermo de Inglaterra. ¡Dios y el diablo no se mezclan, pues! De yapa, le damos fuerza allí a la tesis de que en el templo de Nötre Dame hubo primero una fiesta anglicana/galicana y quedó para después el verdadero cristianismo católico: recién en la mañana siguiente, domingo 8 de diciembre de 2024, estaba prevista la Santa Misa.
Aparte del heredero de la corona de sus majestades satánicas, digo británicas, estuvo presente otro hombre que forma parte de la «nobleza menor» en Escocia. Al menos según el escudo de armas de su familia: Donald J. Trump, presidente electo de los EEUU. Hay gente que todavía le tiene esperanza y veneración… En fin, yo no quiero asustar a nadie… Pero el hombre está muy lejos de representar aquello con lo que ilusionó a tantos en el 2015. No diré más.
Al lado de Donald J. Trump andaba uno de sus ministros o secretarios. El magnate de los microchips y demás artilugios tecnológicos Elon Musk. ¡Todo el mundo le quiere porque sabe hacer «memes» de internet y porque su plataforma digital, Twitter/X, te deja publicar cualquier cosa, prácticamente sin restricciones!
No lo tengo confirmado, pero parece ser que el vicepresidente electo de EEUU, J. D. Vance, pasó por la reapertura de Nötre Dame. Este hombre, al igual que Donald J. Trump y Elon Musk, también está metido en el mundo «cripto», fue directivo y se cree que tiene acciones en una compañía de negocios digitales llamada «Pallantir», así como los maléficos «palantir» de la obra «El Señor de los Anillos» de J.R.R. Tolkien.
Y por supuesto que el presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, apareció para las fotos con Donald J. Trump y el jefe del estado francés, Emmanuel Macron, ex empleado de la banca Rothschild, hizo toda una serie de soporíferos discursos.
La cosa está más que clara. En este rito no solamente se hizo la reinauguración de la catedral de Nötre Dame. Fue también el ritual iniciático del nuevo «tecnoglobalismo» o «tecnopopulismo» de la llamada «derecha anglosajona», en la que están presentes los mismos de siempre: Inglaterra, EEUU y Francia.
Pero no solamente ellos, sino también Elon Musk, representante de Silicon Valley: el nuevo «modelo de negocios» del atlantismo, que es lo mismo de siempre pero digitalizado, esto es, la especulación de las «criptomonedas», la inflación de los «servicios digitales» (como el cambalache de Only Fans y demás), la explotación de la propaganda y el poderío del Internet por medio de las redes sociales, convertidas en un nuevo terreno de vasallaje cibernético; es decir, mafia usuraria, timba de Wall Street, propaganda pura y dominación por medio de «impuestos digitales» pues la vida humana, hoy en día, toda ella pasa por las redes sociales. ¡Cambian las formas, pero el fondo permanece igual!
A todas estas curiosas coincidencias súmese que el 7 de diciembre se recuerda el bombardeo japonés de Pearl Harbor durante la segunda guerra mundial, acaecido en el año 1941 y que para muchos fue el momento decisivo de esa contienda bélica internacional pues forzó a EEUU a entrar directamente en la misma.
Y por lo visto, EEUU, Inglaterra y Francia (los aliados, que también son la cabeza de la OTAN) tuvieron todo fríamente calculado para que en diciembre de 2024, quizás el mismo 7 u 8 de diciembre, se pudiera reactivar la guerra civil en Siria y derrocar así al presidente Bashar al Assad, ese hueso duro de roer que les causó miles de dolores de cabeza desde hace más de 12 años. ¿Quizás estaban celebrando, por adelantado, su potencial triunfo en el Levante? Al momento en que escribo este artículo, aún no se sabía mucho de lo que acontecía en Siria pero las versiones circulantes indicaban que los grupos rebeldes, dirigidos y apoyados por EEUU y sus aliados, estaban ocupando gran parte del país en una impresionante ofensiva, y que Damasco, la capital de Siria, estaba a punto de ser atacada. Algunos especulaban la inminente capitulación de Bashar al Assad para la noche del 7 de diciembre de 2024. ¡Estos señores nunca juegan a los dados!
Entramos en un nuevo momento en el devenir histórico de la humanidad. Es la hora de los «tecno-globalistas» o los «tecno-populistas», como los bauticé alguna vez y que muchos otros autores también ya vieron venir. Son los mismos de siempre, pero con un rostro más simpático a simple vista. A ellos les gusta hablar de la «civilización occidental», pero cuando usan esa frase, solamente se refieren al mundo anglosajón: la Hispanidad no está incluida en ello, mucho menos Rusia y China, sus dos archienemigos en la actualidad.
Este nuevo orden mundial es conservador porque busca que los anglosajones preserven su poder. Lo harán por nuevos métodos, más sofisticados y más populares (lo más probable es que veamos un retroceso gradual de la llamada «cultura woke», pero nunca del todo). Se instrumentalizará al cristianismo, o más bien, a un falso cristianismo pues sí no está la Iglesia Católica, no es cristianismo. ¡Y el Papa Francisco no fue invitado!
Recuérdese que anglicanismo, galicanismo y todas las formas de protestantismo no son sino la domesticación de las formas religiosas cristianas por parte de los poderes políticos, sean estos privados o públicos. Los anglosajones ya probaron con la «cultura woke», y empujaron con este elemento de izquierda todo lo que pudieron; ahora toca probar con la «ética protestante» para estirar por la derecha. En común siempre está el liberalismo, el relativismo y el rechazo al auténtico mensaje de la Iglesia Católica, porque de ella solamente sacan las pompas y las circunstancias, a la manera sensualista anglicana; pero nunca sus verdades, que son las únicas que pueden hacernos libres.
Veremos la potenciación de las criptomonedas, aparecerá el «patrón dólar-bitcoin» o alguna cosa similar para reemplazar al «petro-dólar». Se impulsará todavía con mayor fuerza a la utilización masiva de redes de internet y todo aquello que se le asemeje, que genere ganancias fáciles para los mastodontes de Silicon Valley sin mucho esfuerzo ni industria en el proceso. El poder de la propaganda y la difusión masiva se trasladará a las plataformas cibernéticas. Continuará la timba monetaria de Wall Street, pero ahora las cuevas especuladoras lo harán con criptomonedas, que al final, son tan volátiles y falsas como el dinero fiat que imprime la Reserva Federal de EEUU (no les extrañe que el «bitcoin», el «dogecoin» y demás engendros no sean otra cosa sino creaciones encubiertas de la FED).
Donald J. Trump, en este momento, no va a detener los conflictos. Tampoco los azuzará, pero continuará con ellos. Este es el mensaje enviado el 7 de diciembre de 2024. Los que mandan, o al menos los que quieren creer que siguen mandando, son ellos: las gárgolas que se metieron adentro de la celebración anglicana en el templo de Nötre Dame de París.
¿Cómo responderá el resto del mundo a estos nuevos tecnócratas del globalismo anglosajón? Sólo el tiempo lo dirá… Pero el guion parece una película de Quentin Tarantino…