Extrañados pero también extasiados nos miramos y nos decimos sin decir ⟪¡es un milagro!⟫ Los milagros existen al precio de ir a buscarlos. Y para buscarlos hay que estar preparados. Gustavo Alfaro ha demostrado estar preparado, a la altura de las exigencias. Más allá de la verborragia de la que gusta, ha tomado decisiones valientes porque significaron defender el sentido común en estos tiempos. A su manera, fue audaz, entendió nuestro sentir y de repente, nos ha hecho creer con una fuerza inusitada.
La era de los equipos de entrenador
Como los trajes de diseñador, existen equipos que identifican fielmente a su entrenador de turno. Uno los mira, y en su andar van desenvolviendo los principios del modelo de juego propio de ese entrenador.
Varios hay en el mundo, entrenadores que cargan con un nombre propio que es una marca en sí: Guardiola y Mourinho, desde luego; Klopp, Tuchel, Luis Enrique, Arteta, Gallardo, Chiqui Arce. Entrenadores influyentes en el estilo, en la filosofía, en la cultura medular de los equipos.
En esta era del entrenador dominante, me gustaría citar el fenómeno Gustavo Alfaro al frente de la selección paraguaya de fútbol, sobre todo porque ha significado un gran cambio en la performance del equipo respecto a las gestiones de entrenadores anteriores, y casi con la misma nómina de jugadores.
¿Qué hizo? ¿Cómo lo hizo? No terminamos de disfrutar esta muy buena cosecha de actuaciones y puntos para detenernos a preguntarnos ⟪¡hey! ¿cómo lo consigue?⟫ A continuación, esbozo no sin atrevimiento de mi parte, algunos factores que considero claves.
El poder de la palabra
Gustavo ataca los tuétanos con la verba apasionada; es un ferviente creyente de la religión del logos. En sí, es un ejército multidivisional con su caballería, su artillería, su marina, su fuerza aérea. Se atrinchera por detrás de los micrófonos y dispara consistentemente desde el sano sentido común de la vida.
Ataque paradójico que busca bajar los decibelios atrayendo las miradas en el complejo de la vida humana y su vivir. Ataque que se encariña con los valores de la tradición y de la cultura, por lo que propicia la estabilidad estructural social y alienta un estado de equilibrio.
Cita a filósofos, literatos, músicos. Se adueña en el buen sentido de frases, giros lingüísticos, sentencias del acervo común y las utiliza como punta de lanza para empezar el largo proceso de intervención en el cortex prefrontal de quienes le oyen. Con la convicción de un hipnotizador da pausas, respira, dedica miradas, gestos, tonos para lograr su cometido.
Y que convenza (desde luego, apoyado en los resultados) desde la palabra es un gran mérito en una cultura como la nuestra que, sencillamente, no ha desarrollado la sensibilidad estética por la palabra. Eso, meritorio.
El arduo trabajo de ordenar la casa
La táctica, ese dibujo con indicaciones previas de cómo ocupar el campo con los recursos disponibles, debe, en lo posible no desentenderse del sentido común, de la sensatez. Y el fútbol, reino de la imprevisibilidad, premia y castiga a látigo parejo el ir contra la valentía como contra la razón.
Muchas veces, ser audaz y valiente implica tan solo colocar las cosas en orden, los muebles en su lugar, la mesa en el comedor, la cama en el dormitorio. Desde el orden del sentido común la dinámica fluye diferente, uno se reconoce en un sistema, tiene un piso contenedor, una pared y un techo que protegen del frío, del sol, de la lluvia.
Muchas veces, el milagro es tan solo eso. Este escribidor cree que de las principales virtudes que se le puede atribuir al profesor Gustavo y a su CT es la valiente decisión de ordenar el caos en casa; que cada factor se desempeñe en su rubro y explote su potencial.
La verdad habita en uno mismo
Los intentos anteriores habían apostado por abandonar el terruño y salir a buscar la gran aventura del fútbol de estilo contemporáneo. Me permiten confesar, amables lectores, que considero una apuesta saludable. Aunque los resultados no nos acompañaron, por lo menos nos confrontó y nos obligó a preguntarnos y repreguntarnos qué razones nos separaban del éxito.
Y ese viaje, esa aventura foránea de muchos tropiezos nos hizo ver que la verdad, la savia nuestra seguía activa en nuestras arterias, que nuestro corazón todavía palpita a gran intensidad con la entrega colectiva, con el esfuerzo grupal, con la ficha única jugada con toda la fe del mundo.
Porque ese equipo volvimos a ser. Un terrible agujero negro estelar que atrae hacia su centro y devora con fiereza toda estela brillante del universo futbolístico.
El plan, de tan sencillo, da vergüenza exponerlo, pero aquí va: el equipo se construye de atrás para adelante; muchas energías enfocadas en la recuperación del balón para luego dar rienda suelta a los bólidos de corte moderno que hemos conseguido cultivar.
Sí, Paraguay vuelve a defender como en las buenas épocas; pero ahora ataca mejor, más punzante, más voraz. Y de mayor calidad con los nombres propios de Enciso, Sanabria, Almirón, Sosa, Gamarra.
Digamos, por fin, que hemos recorrido turbulento por sinuoso. Pero cuan necesario ha sido darnos de cara contra el suelo. Llegamos maltrechos al último portal que esboza una sentencia que le gustaría decir siempre al profesor Alfaro: «No salgas fuera, vuelve a ti mismo; en el interior del hombre habita la verdad. Y si encuentras tu naturaleza mutable, trasciéndete a ti mismo.»