La construcción del Puerto de Chancay en Perú, un megaproyecto a cargo de COSCO Shipping Ports, encendió las alarmas sobre la creciente influencia de China en América Latina. Este acuerdo, que ha sido cuestionado por su falta de transparencia y su potencial amenaza a la soberanía peruana, otorga a COSCO (una compañía estatal china con numerosos antecedentes polémicos en sus operaciones globales) un control casi total sobre el puerto, sin una participación suficiente del Estado peruano para supervisar adecuadamente el manejo de esta infraestructura estratégica.
El proyecto no solo representa una inversión económica, sino también un intento de China por consolidar su presencia en América Latina, aprovechando infraestructura crítica para influir en rutas comerciales y decisiones económicas. Con Chancay bajo un control chino sin contrapesos, existe una preocupación legítima de que este puerto, en lugar de promover el desarrollo local, se convierta en una «puerta de entrada» para que China expanda su influencia geopolítica en la región.
Antecedentes negativos de COSCO: Un historial de prácticas problemáticas
Las preocupaciones sobre COSCO no son nuevas. En varios países, la firma ha sido señalada por sus prácticas poco éticas y por ejercer presión política en beneficio de sus intereses comerciales, usualmente en detrimento de las comunidades locales. Algunos de los ejemplos más claros incluyen:
1. Puerto del Pireo, Grecia: COSCO fue duramente criticada por prácticas laborales abusivas y condiciones de trabajo deficientes. Los trabajadores griegos denunciaron largas jornadas, escasa seguridad y violaciones a los derechos laborales, lo cual ha generado protestas y conflictos con las comunidades locales.
2. Puerto de Gwadar, Pakistán: En este proyecto, COSCO fue acusada de incumplir plazos y estándares de calidad. Los retrasos y la baja calidad de las infraestructuras llevaron a que el puerto no alcanzara el nivel de centro de comercio regional prometido, afectando las expectativas de desarrollo económico en la región.
3. Puerto de Hambantota, Sri Lanka: Este proyecto, en el cual COSCO fue uno de los actores involucrados, se ha convertido en un símbolo de la «trampa de deuda» asociada a la inversión china. Sri Lanka, asfixiada por la deuda acumulada, se vio obligada a ceder el control del puerto, lo que levantó críticas sobre el modelo de financiamiento y sobre el impacto de tales inversiones en la soberanía nacional de los países involucrados.
4. Deficiente calidad de obras en proyectos internacionales: En múltiples proyectos, COSCO ha sido criticada por usar materiales de baja calidad, lo que conlleva problemas de infraestructura prematuros obligando a los beneficiarios a realizar costosas reparaciones. Esto no solo representa un costo adicional para los países socios, sino que también pone en duda la capacidad de la empresa para cumplir con estándares de construcción confiables y duraderos.
5. Prácticas desleales y tácticas de presión política: En varios puertos donde COSCO operó, se han reportado tácticas de presión para asegurar condiciones contractuales favorables a largo plazo, relegando a los intereses de las comunidades locales y, en muchos casos, limitando la participación de actores nacionales en la operación y supervisión de estas infraestructuras clave.
El impacto en las comunidades locales y el riesgo de una dependencia peligrosa
A nivel local, los pobladores y las autoridades de Chancay ya están sintiendo los efectos negativos de este proyecto. Las comunidades cercanas al puerto enfrentan problemas de contaminación, un incremento en el tráfico masivo y una alteración significativa de su entorno ambiental. Todo esto parece contrastar con las promesas iniciales de desarrollo sostenible y generación de empleo para la región. Estos antecedentes dejan en evidencia que el desarrollo propuesto por COSCO en América Latina parece estar orientado más hacia los intereses estratégicos y económicos de China que hacia el bienestar de las comunidades locales.
El verdadero peligro del Puerto de Chancay
Es importante destacar una realidad que muy pocos ven, o quieren ver, la República Popular China, la China comunista, no construyó un puerto para el desarrollo económico del Perú, construyó un puerto para el desarrollo geopolítico y estratégico de China. Al darle el control total de la infraestructura a la firma china COSCO, indirectamente se le está otorgando el control al gobierno de China, ya que todas las empresas de ese país están obligadas por ley a responder a las “demandas de seguridad” del Ejército Popular de Liberación (EPL).
En ese sentido, la general Laura Richardson, comandante del Comando Sur de los EE. UU. expresó que “esto podría convertir a Chancay en una base naval china”, debido a las características de aguas profundas que lo hacen adecuado para despliegues de buques de guerra de gran tonelaje. Esta situación no sería novedosa, ya sucedió en el puerto de Hambantota en Sri Lanka, construido con financiación china, cuando atracó el buque “Yuan Wang 5″, un buque capaz de hacer el seguimiento de misiles balísticos y dotado de una flota de drones submarinos.
El caso del Puerto de Chancay debe servir como advertencia para Perú y para otros países de la región. La creciente influencia de China en infraestructura crítica y su historial de prácticas comerciales poco transparentes sugieren la necesidad urgente de reevaluar la relación con esta potencia asiática. El gobierno peruano debe actuar con firmeza para garantizar que estos acuerdos se realicen bajo condiciones claras y justas, protegiendo la autonomía nacional y priorizando el desarrollo sustentable y soberano del país.