Partiendo del supuesto (muchas veces falso) de que los legisladores siempre tienen buenas intenciones cuando elaboran leyes, es imposible no preguntarse si acaso se percatan que, en la búsqueda de soluciones a problemas de la convivencia, sus actuaciones no solo no mejoran el estado de las cosas, sino que lo empeoran sustancialmente. Así sucede con este aberrante proyecto de Ley “que crea Juzgados y Tribunales especializados en materia de violencia contra la mujer”.
Los Juzgados y Tribunales Especializados fueron una institución judicial del Régimen Nacionalsocialista (NAZI) de Adolfo Hitler y nuestros legisladores quieren restaurar esa atroz práctica bajo la falsa bandera de que, supuestamente, están preocupados por la violencia contra la mujer. En ese sentido, nuestra Constitución Nacional, en base a la aciaga experiencia acumulada declara en su artículo 16 que “toda persona tiene derecho a ser juzgada por tribunales y jueces competentes, independientes e imparciales” y en su artículo 17 “que no se le condene sin juicio previo fundado en una ley anterior al hecho del proceso, ni que se le juzgue por tribunales especiales” ¿Por qué entonces nuestros legisladores atropellan la Constitución Nacional elaborando un proyecto de ley abiertamente inconstitucional que quieren aprobar de manera sumaria en el Congreso? La respuesta es porque son títeres de ideas equivocadas y marionetas del negocio del feminismo radical.
¿Quién es la propulsora de este aberrante proyecto de ley? La colorada izquierdista Lilian Samaniego. Al respecto dijo: “La idea es que los Juzgados sean ágil, que no exista burocracia y cuando la persona reciba la denuncia tenga la formación y la sensibilidad necesaria para que esa mujer sea custodiada”. Casualmente “la agilidad” o celeridad y “que no existe burocracia” o la eliminación de formalismos, eran las mismas excusas que blandían los nacionalsocialistas para promover los Tribunales Especializados en contra de los judíos. En su libro “Los Juristas del horror: la justicia de Hitler, el pasado que Alemania no puede dejar atrás”, del profesor Ingo Müller doctor en Derecho y Filosofía, Derecho legal y penal en las universidades de Oldenburg y Bremen de Alemania, expresa:
“La celeridad de los juicios que se lograba con esa reglamentación satisfacía los deseos de «eliminación del formalismo» en los procesos penales que tanto se había expresado y correspondía igualmente al ideal del «buen juicio penal» que, en palabras del Juez de la Corte Suprema, Otto Schwarz, ‘cumple con el principal objetivo de castigar un delito … dejando que la pena siguiera al acto criminal con la mayor minuciosidad y velocidad, y al más bajo costo’. La creación de los Tribunales Especiales realizó en larga medida las metas de la dirigencia nacionalsocialista en cuanto al sistema de justicia”.
Sin embargo, la maldad no se encuentra en lo procedimental, sino en la prostitución que se hace de la justicia arrodillando la institución frente a una nefasta ideología: el feminismo radical. Con base a la falsa idea de Simone de Beauvoir de que “el derecho abstracto no basta para definir la situación concreta de la mujer” y que “los derechos abstractos jamás han bastado para asegurar a la mujer una aprehensión concreta del mundo”, que solo mediante leyes especialísimas se puede avanzar hacia una “verdadera igualdad” se atropella la igualdad ante la ley, se le quita la venda a la Justicia y se obliga al sistema al prevaricato al exigir que se juzgue en consideración al sexo de las personas implicadas y no las pruebas de los hechos juzgados ¿Para qué entonces conserva su balanza la Justicia si se le ha retirado deliberadamente la venda de los ojos? Sencillo, porque ya no es necesaria la Justicia, basta la apariencia de justicia.
Los Tribunales Especializados en Violencia Contra la Mujer condenarán hombres por el solo hecho de ser hombres y no por ser culpables de un delito, así como los Tribunales Especializados del Nazismo condenaron a los judíos por el solo hecho de ser judíos y no por la comisión de crímenes. Estamos frente a una forma de supremacismo feminista que le confiere un trato especial a “la mujer por el solo hecho de ser mujer” (ley 5777). Como el sistema legal alemán trataba preferencialmente al ario por ser “bueno, bello y justo” este proyecto de ley trata a las mujeres como si estas no fueran capaces de mentir, engañar o instrumentalizar el sistema de justicia para sus propios fines.
Lo que se ha demostrado repetidamente es que detrás de la perversa ideología feminista radical existe un gran negocio de mujeres inescrupulosas, políticas taimadas, ONGs ávidas de financiamiento internacional y mujeres resentidas que, como arañas “viudas negras”, han tejido un entramado jurídico _cual telaraña_ que las beneficia directamente porque las enriquece y satisface sus bajas pasiones, mientras que nada hace para lograr los ideales prestablecidos en la ley.
Las buenas leyes no pueden hacernos mejores personas, pero las malas leyes sí pueden empeorar la persona que somos, según la acertada visión de Henry David Thoreau en “Desobediencia Civil”. La ley que crea Tribunales Especiales para supuestamente combatir la violencia contra la mujer dispone incentivos perversos bajo los cuales hombres y mujeres tomarán sus decisiones personales, las cuales estarán viciadas por una perspectiva conflictiva de la realidad inyectada desde las instituciones del Estado envenenadas con el cianuro del feminismo. La solución para la violencia contra la mujer no es el feminismo y la mistificación de la condición femenina, sino más igualdad ante la ley, más celeridad de los procesos judiciales y más imparcialidad de los jueces, no menos imparcialidad. Necesitamos más jueces que juzguen los hechos y las pruebas y no conforme a una “perspectiva” de género que arranca de los ojos la venda de la diosa Justitia.
Si existe la violencia esta no se combate con la mentira, como no se remienda un pantalón agrandando el agujero. El feminismo es una mentira y el Proyecto de Ley que crea Tribunales y Juzgados Especializados en violencia contra la mujer es la institucionalización de la mentira y una herramienta del supremacismo feminista.