Terminan los Juegos Olímpicos de París 2024 y la delegación del Paraguay solamente fue a hacer turismo. No se trajo, una vez más, medalla alguna para el deporte de nuestro país.
No soy la persona que más practica disciplinas deportivas aunque siento sincera admiración por los grandes deportistas, porque estar en unos Juegos Olímpicos implica un sacrificio enorme para la mayoría de los atletas, que se clasifican compitiendo y esforzándose al máximo.
En ese sentido, una vez más, debemos reconocer los méritos de nuestros deportistas, pues muchos de ellos llegaron hasta allá realizando todo tipo de óbolos y sacrificándose al máximo de sus posibilidades. Merecen nuestro respeto y aprecio, sin duda alguna.
Y precisamente por eso, porque merecen nuestro respeto y aprecio, ya es tiempo de que nuestro país tome en serio a la formación y a las disciplinas deportivas.
No es una cuestión de tamaño poblacional; Hungría, país con 10 millones de habitantes, tiene más medallas (en estas olimpiadas) que Argentina o Polonia, países con cerca de 40 millones de almas cada uno, por citar como ejemplo.
Tampoco es un tema solamente de recursos económicos, pues países como Uzbekistán, Kenya o Jamaica hicieron dignas participaciones, escamoteando varias preseas a otros mucho más poderosos. ¡Cuba, la miserable Cuba comunista, incluso en su peor momento que es ahora, se llevó varias medallas para su casa!
La cuestión está en dar verdadera importancia a la formación y a las disciplinas deportivas, en otorgar auténtico apoyo a los atletas (no solamente pagarles viajes ni cosas de menor importancia) y que el país tenga una mentalidad conquistadora, se ponga como auténtico objetivo traer títulos, obtener éxitos verdaderos para el sano orgullo de todos nosotros.
Es una cuestión de actitud. De mentalidad. De voluntad y deseo. De querer, realmente, y no sólo hacer las cosas «zambó zambó» nomas.
El paraguayo puede lograr grandes cosas cuando se lo propone. Alguna vez así lo demostramos. Pero lo primero que debemos hacer es, precisamente, querer demostrar.
Baltasar Gracián, un gigante pensador español, hablaba de que «demostrar es mejor que saber». Los paraguayos quizás sepamos muchísimas cosas, ¿pero de qué sirve sí somos incapaces de demostrarlo ante el mundo?
Ud. puede saber mucho sobre Historia o sobre Filosofía, por ejemplo. ¿Pero de qué le sirve, sí es incapaz de plasmar en el papel esos conocimientos, buenos o malos, y publicarlos? Tal vez Ud. sea un excelente nadador, pero sí no compite y no lo prueba ante el mundo, ¿para qué le valió ese talento? Es hasta bíblico lo que estoy diciendo…
Y no hay actividad humana (de las actuales, al menos) que requiera de mayor sentido de competencia y de demostración de auténticos méritos, que el deporte.
Pues bien, pueblo paraguayo, yo soy de los que cree en tu capacidad y tu grandeza. ¿Vos crees? Entonces, es hora de exigir resultados.
Las autoridades de nuestro país deben trabajar, en serio, con el deporte. Existen muchos métodos y mecanismos para potenciarlo. Los yanquis tienen sus formas, los chinos las suyas, los rusos y los australianos las propias.
Es cuestión de que queramos tomar el ejemplo de algunos de ellos, adaptarlos a nuestra realidad (porque «copiar» nunca es bueno, «adaptar con inteligencia» sí lo es) y empezar a trabajar. Quizás no veamos resultados en 4 años, pero en 40, nuestros hijos los verán.
Véase el caso de la gimnasta olímpica brasileña que, gracias a un programa estatal, obtuvo enorme cantidad de medallas y ya «devolvió con creces», en forma de triunfo y prestigio, lo que su patria invirtió en ella. Véase el caso de la halterofilia (levantamiento de pesas) en Colombia, disciplina que tantas alegrías ya dio a ese hermano país. Nosotros bien podríamos fijarnos en las ramas del deporte que tal vez nos favorezcan más (yo pienso que en kayak, remo y veleros, Paraguay podría ser potencia mundial con un poco más de apoyo e inteligencia) y apuntar hacia allí. Quizás en artes marciales, moquete mi amigo, podamos lograr muchas más cosas.
Pero hay que ponerse las pilas, de una buena vez. Porque yo soy olimpista y no me gusta ver a mi país capirote, una y otra vez, en cuanto deporte haya. Para colmo, se burlan de nosotros con el tema de la nadadora que tuvo «conducta inadecuada». Hay que tener un poco de sangre en la cara, compatriotas.
Y mejor ni hablemos de fútbol… ¡Se fueron de paseo a París los «campeones sudamericanos», para pechear horriblemente contra Egipto! ¡Vergüenza, carajo! Es como para que se suspenda por 100 años el fútbol en Paraguay perder contra una selección completamente inferior (con todo respeto) como Egipto.
Bueno, capaz que yo, que soy olimpista, soy demasiado exigente…