Para entender este asunto hay que comprender que el salario, es decir, la remuneración que recibe una persona por un servicio laboral prestado, o el costo de la fuerza laboral, desde el punto de vista del empresario; el salario, decimos, es un precio.
El salario es un precio: el precio del trabajo.
En contrapartida hay que entender que un precio es una información que nos indica dos aspectos de la realidad: la utilidad y escasez. Cuando el precio de algo sube, indica que ese bien o servicio es sumamente demandado (útil) y además escaso. Cuánto más demandado y escaso sea un bien, más alto será su precio. Es así que si los empresarios demandan mucho trabajo (la demanda de trabajo es de quien la paga), el precio de cada trabajador (los oferentes del trabajo, empleados) sube.
Si el precio del trabajo está por debajo del nivel de vida es porque hay poca demanda de trabajo, por lo tanto, lo que se necesita es aumentar la demanda de trabajo para que pueda ajustarse a la oferta excesiva de trabajadores. Esta es la fría realidad. Necesitamos más capital, más empresas, que pugnen por la oferta de trabajadores empujando así sus salarios al alza ¿Entiende ahora la estrategia del gobierno nacional que sale en la búsqueda de inversores? Es la implacable lógica económica.
En contrapartida, cuando el Estado fija un salario mínimo legal (SML), es decir, establece un precio por cada trabajador por debajo del cual no podrá ser contratado, independientemente de su productividad y sin considerar las situaciones de abundancia o escasez, deja fuera del mercado laboral formal a millones de personas que no alcanzan ese nivel de “utilidad” para el demandante (empresario) y por lo tanto no son contratados. Si un empleado es útil, es productivo para la demanda; luego, será contratado. El mismo principio funciona al revés, generando desempleo.
Haga el siguiente ejercicio lógico. Si el salario mínimo legal fuese un resorte adecuado para controlar el precio del trabajo ¿por qué no simplemente aumentar el salario mínimo legal (SML) a 10 millones de guaraníes y así nadie sería pobre? Naturalmente, cuántos empresarios contratarían personal por 10 millones de guaraníes ¿no? En ese caso, casi todos los paraguayos estarían desempleados, y no debido a la maldad o avaricia del empleador (la demanda) sino porque ese precio del trabajo no condice con la productividad de la mayoría de los paraguayos. Es más, si el salario mínimo fuera 10 millones expulsaría a decenas de grandes empresas del país por aumentar sus costos de mano de obra ¿eso mejoraría o empeoraría la situación de miles de personas al reducirse la demanda de empleados? La empeoraría.
Cuando entendamos que los salarios reales (no nominales) dependen de la productividad real, y que esta, la productividad de un trabajador es una función de su nivel de capacitación, los bienes de capital que son puestos a su disposición para trabajar y de la estructura del mercado del trabajo, entenderemos que un salario no puede ser producto de los acuerdos de políticos, burócratas y empresarios a puertas cerradas.
Un precio es un fenómeno que emerge espontáneamente de las relaciones humanas en los mercados, y emerge como una función de valoraciones subjetivas, mediado por millones de percepciones individuales de utilidad y escasez. Por eso, sería bueno no olvidar que el salario es un precio, y cada vez que se intente manipular este precio desde el poder político se generan efectos indeseables como desempleo y subempleo.