¿Quién no les tiene asco a las ratas?
¿Quién no ve la belleza de un colibrí?
Estos hermosos pajarillos de colores vivos y vuelo incomparable mueven sus alas con tanta velocidad que tienen la capacidad de quedar suspendidos en el aire para sorber el néctar de una flor. También es la única ave que vuela en reverso, marcha atrás, algo que ni el “Sea Harrier” (avión de caza británico destacado por su despegue vertical durante la Guerra de las Malvinas) puede hacer.
Las ratas, sin embargo, además de asco producen pánico por su aspecto repulsivo y andar rastrero. Se mueven generalmente por debajo de la superficie; albañales, alcantarillados, tuberías, cualquier hueco es un refugio para estos bichos asquerosos. Por eso, cuando dejan sus ratoneras y recorren rutas subterráneas, más de noche que de día, atraídos por el hedor de la basura o comida podrida, salen a la superficie y al verlas, los humanos, reaccionan con intención de matarlas por más que estos roedores jamás atacan al hombre, todo lo contrario, les tienen pánico también y cuando los ven huyen despavoridos.
Pero desde el 7 de octubre del año pasado, el mundo pudo ver que existen ratas de dos patas, las cuales, atacan al hombre y en especial a los de una raza o etnia: los judíos.
Se mueven por debajo de la superficie, en túneles, como las ratas, andan cobardemente enmascarados para no ser reconocidos. Atacan a gente inocente, las masacran, disparan misiles a poblaciones civiles y, aun así, a gran parte de la humanidad no le produce asco ni rechazo, al contrario, siendo realmente peores que los roedores.
Por lo visto, así de puerca es tanta gente, no toda obviamente, pero lo bueno jamás se trató de mayorías o vino en cantidades. Es más, si aplicamos el criterio bíblico, el resto fiel nunca supera el 30%, a veces es mucho menos como en el tiempo del portentoso profeta Elías, durante el reinado de Acab y su malvada y corrupta esposa Jezabel. Cuando eso, el remanente fiel no superaba los 7500 hombres quienes no doblaron sus rodillas ante Baal en una población de casi tres millones de habitantes en todo Israel.
Escrito está: “Porque si tu pueblo, oh, Israel, fuere como las arenas del mar, el remanente de él volverá…” Isaías 10:22.
Lo reafirma el apóstol Pablo en su epístola a los Romanos: “También Isaías clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan solo el remanente será salvo”. 9:27
Entonces, la pregunta es: ¿Quiénes conformaron el remanente en los tiempos de Jesús?
¿Fueron los que murieron 70 años después en el último bastión de resistencia de los judíos rebelados contra los romanos en Masada?
O ¿fueron los que reconocieron al judío Jesús como el Mesías anunciado?
Si ningún israelita hubiera creído en El cómo Mesías, la historia acababa en Masada con el suicidio de todos los israelitas que allí resistieron y la doctrina cristiana nunca hubiera trascendido los límites de Israel. Mal que le pese a los gentiles, el mismo Jesús se negó a hablar con quien no fuera judío y menos aún fuera de los límites de Israel, territorio de donde nunca salió a excepción de sus dos primeros años que los pasó en Egipto con sus padres para que Herodes no lo mate.
Dijo el mismo Jesús que la salvación viene de los judíos acusando a la vez a los gentiles que no sabían ni a quien adoraban. Y todos los apóstoles sin excepción fueron judíos, y ninguna tilde, letra o versículo, ningún libro de toda la Biblia jamás fue escrita por alguien que no fuera judío. El mismo apóstol judío designado a los gentiles los humilló e indicó cómo debían tratar a los judíos que rechazaron al Nazareno. Y miren cómo se comportan hoy día, ¡por Dios si no serán condenados al fuego eterno! Merecidamente.
El que se opone a Israel a Dios enfrenta y el que no está con Israel en esta Guerra avala a Hamas, gobierno electo por los palestinos en Gaza, totalmente autónoma desde el 2006. Y ahí está el resultado.
Si no, explíquenme la muerte “accidental” del presidente de Irán, malvado personaje quien abiertamente profesaba su odio a Israel y puso como meta su destrucción. Este fue el que ordenó el ataque a Israel con esa andanada de misiles, 500, por lo bajo, ninguno dio en blanco alguno, fue un vergonzoso fracaso, como lo es su país que se desmorona.
Podemos ir un poco más atrás y recordar como un infarto fulminante desmoronó al diputado turco Hasan Bitmez en plena sesión parlamentaria luego de maldecir a Israel. Falleció dos días después en un hospital. Otra casualidad.
Pero la más clara y evidente “casualidad”, y esto hay que agradecer al protagonista porque mediante él muchos habrán vuelto a la fe, fue la maldición de Hugo Chávez al Estado de Israel proferido desde sus vísceras y entrañas como lo dijo él mismo. Acto seguido, estuvo rostizándose un año como pollo al spiedo con el cáncer que le nació en sus mismas vísceras, para que el mundo entero lo vea y se acuerde de la promesa más antigua que sigue tan vigente y de la cual este ignorante, arrogante y necio olivo silvestre fue víctima. Génesis 12:3:
“Y bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.
Sumo posibles futuras víctimas de esta promesa: Lula, Petro, Maduro y Sánchez.
Es el tiempo que vivimos, de guerra sin duda, no solo en medio oriente si no a nivel mundial, de la barbarie contra la civilización originada en el pueblo elegido, elijan.
Así se manifestó el primer ministro del Estado de Israel, Benjamín Netanyahu, a pocas horas de lanzar la operación de las FDI en Gaza: “Cada hombre de Hamas, es un hombre muerto”. Que así sea, fumigar esos túneles hasta que muera la última rata.
Sabbat Shalom