La democracia ha degenerado en emocracia: las emociones al poder. Todo esto ha erosionado alarmantemente la esfera de la discusión pública en estos últimos años. La tragedia del paulatino debilitamiento del debate público es una tragedia social que adquiere matices de farsa en el ya manido asunto del arancel cero. Unos pocos sectores de universitarios caprichosos han renunciado al debate racional dando la espalda a cualquier posibilidad de acuerdo.
En este grupo de jóvenes de las universidades estatales no hay argumentos, solo exhibicionismo moral; no se debaten ideas, solo emociones; no se oye una sola frase auténtica, solo eslóganes; no se observan ganas de construir, solo espíritu incendiario.
El problema en este caso, como en otros similares, es que la convivencia pacífica en nuestras sociedades depende, fundamentalmente, de que todos aceptemos las reglas de juego en una institución social denominada “discusión pública”, y la primera de esas reglas demanda que renunciemos a blandir emociones como argumentos. Una sola persona que pretenda discutir usando sus emociones como argumento y se romperá el puente sobre el cual avanzar hacia el acuerdo y el consenso social.
¿Cuáles son estas reglas de la discusión pública?
Son las reglas de la discusión racional.
¿Qué es una discusión racional?
Fundamentalmente una discusión racional es un intercambio de ideas basado en dos elementos: la lógica y la evidencia.
Contra la lógica
¿Cómo es una discusión fundada en la lógica? Es un diálogo donde los interlocutores respetan los tres principios básicos de la misma, enunciados por Aristóteles 2300 años atrás:
- Principio de identidad: toda entidad es idéntica a sí misma. Toda proposición debe corresponder a la realidad que describe.
- Principio de no contradicción: una proposición no puede ser verdadera y falsa al mismo tiempo.
- Principio de tercero excluido: si una proposición afirma algo y otra la contradice, una de las dos debe ser verdadera, sin opción para una tercera alternativa.
En ese sentido, muchos estudiantes universitarios, en el marco del debate sobre el arancel cero destruyen toda lógica cuando repiten mecánicamente discursos para defender sus demandas. A continuación, observe como cada principio de la lógica aristotélica es atropellado cuando hablan estos emócratas.
Principio de identidad
- “Somos estudiantes, hablamos como estudiantes” _ dicen, pero no estudian hace semanas, sino que hacen política, contrariando el principio de identidad. Ergo, si están haciendo política no hablan como estudiantes, sino como políticos.
Principio de no contradicción
- “Queremos una ley” para posteriormente exclamar airados “No confiamos en una ley”, contradiciéndose en el acto mismo, y por lo tanto abrazando la contradicción.
Principio de tercero excluido
- “Queremos educación gratuita y de calidad”, declaran, no percatándose de que, si la educación es gratuita, no es de calidad; y si es educación de calidad, no será gratuita. La educación de calidad es necesariamente costosa. Es lo uno o lo otro, sin tercera opción.
Así queda claro que los reclamos de los irracionales emócratas ni siquiera respetan las tres leyes básicas de la lógica aristotélica, y esto es evidente, no solamente en la ruptura de las mencionadas leyes, sino en una serie de delirantes ideas que acompañan sus reclamos, ideas que estos revolucionarios de IPhone blanden continuamente como mantras sectarios:
- “La UNA es de los estudiantes”: no, la UNA no es de los estudiantes. La UNA es en última instancia de TODOS LOS CONTRIBUYENTES y los 55.000 estudiantes son BENEFICIARIOS SUBSIDIADOS a costa de los dueños de la UNA. Si la UNA fuera de los estudiantes no se financiaría con fondos del erario público, la pagarían 100% ustedes, los estudiantes. Obvio.
- “Tenemos el derecho a una educación de calidad”: eso depende de cómo definas derecho. Si por derecho entiendes que otros te paguen tu educación tu reclamo es irracional. Nadie tiene la obligación de pagarte tus estudios si eres un adulto funcional.
- “Queremos por ley lo que nos quitaron por ley”: nadie les quitó nada porque en realidad TODOS LOS PARAGUAYOS les estamos financiando sus estudios terciarios. Al contrario, no les quitamos, les estamos dando ¿De dónde creen que salen el presupuesto de la universidad estatal y ahora del arancel cero? De los impuestos: la fuente 10 proviene de los impuestos.
- “Los estudiantes unidos jamás serán vencidos”: la idea irracional de que el mundo es una lucha de buenos contra malos es contraria a la evidencia y, además, genera problemas de salud mental.
Contra la evidencia
Los emócratas universitarios _la primera clase media estable que accede a educación terciaria subsidiada_ abrazan los dogmas mencionados más arriba y por lo tanto no se puede esperar que los fanáticos se arrodillen frente a la evidencia.
Evidencia del latín evidens, visible, manifiesto, indica un nivel de prueba fáctica de cualquier proposición lógica. Es decir, la discusión racional además de exigir que realicemos declaraciones basadas en los tres principios de Aristóteles, demanda que pongamos esas declaraciones bajo el escrutinio de la realidad, que sometamos nuestras proposiciones lógicas, nuestras hipótesis, al imperio de los hechos.
El déficit de las proposiciones o hipótesis de estos emócratas universitarios es que, a medida que más ilógicas sean, más sitúan sus conjeturas fuera del ámbito de la comprobación. Esto es manifiesto pues, cómo comprobar que están luchando por sus derechos cuando ni siquiera pueden elaborar conceptualmente qué es un derecho. No importa. Marchar, cantar y gritar es suficiente prueba ¿Se nos robó la educación? _ dicen ¿Quién les robó algo que solo pagan de manera marginal y testimonial? No es necesaria la evidencia, dirán, pues la fuerza del reclamo irracional de un robo imaginario es suficiente. “Somos estudiantes carajo, venimos desde abajo, carajo” _ cantan ¿cuál es la prueba de que viene desde abajo? Sus hábitos, redes sociales y celulares delatan que son la clase media más estable que jamás haya tenido el Paraguay y están reclamando, siendo adultos funcionales, que se les financie la educación terciaria. Mucho canto, pocas pruebas.
Por la razón o por la fuerza
El dilema de debatir con personas que han, deliberadamente, decidido dar la espalda a la lógica y a la evidencia, es que es imposible lograr puntos de acuerdo racional. Así lo demuestran los intentos fallidos de un razonable gobierno que en, por lo menos, una media docena de ocasiones se ha dispuesto a conversar con esta pandilla de emócratas que juegan a la revolución.
Alexis de Tocqueville dijo que toda la historia humana ha sido la crónica por reemplazar el principio de la fuerza por el principio de derecho, pero… ¿cómo articular derechos con quienes quieren imponerse por la fuerza? ¿Cómo conversar con emócratas que han renunciado al debate racional? ¿Cómo pretender lograr acuerdos con revolucionarios de shopping que, con “medidas de fuerza”, perjudican a terceros? La respuesta es sencilla: no se puede.
No se puede dialogar con los violentos. No se puede conversar con universitarios narcisistas que abrazan febrilmente sus demandas de “educación superior” a costa de las necesidades básicas de los niños (comer). No se puede acordar con los idiotas útiles porque solamente son fantoches instrumentalizados como bala de cañón para otros fines. No se puede.
¿Entonces cuál es la solución para destrabar un conflicto que hace semanas impide que, por lo menos, 50.000 estudiantes de todas las universidades estatales accedan a sus aulas y puedan continuar con sus estudios, y esto debido a dos mil ruidosos revolucionarios sin proyecto?
La solución es sencilla: POR LA RAZÓN O POR LA FUERZA.