Es evidente, aunque sea una década tarde, que el relato sobre la economía de Bolivia se hace muy difícil de sostener para la dictadura del Movimiento Al Socialismo. Sucede que, contrario a lo que acontecía entre el 2006 y el 2014, ya no hay recursos para el derroche, ya sin cuentas no se puede mantener el cuento.
No obstante, cual lo hizo Fidel Castro después de la caída de la URSS, el régimen está en la búsqueda de sobrevivir, pues los mandones saben que si dejan el poder les espera la justicia. De hecho, la pelea entre las facciones del MAS no responde a una diferencia de ideas, sino a una simple disputa por el botín del Estado, por quien controla las redes de narcotráfico y corrupción, pero, en especial, las «ayudas» que puedan venir de las autocracias de Rusia, China, Irán y sus socios pandilleros del Socialismo del Siglo XXI. Al respecto, Mauricio Ríos García, en su artículo, Arce se abraza a la Rusia de Putin en medio de la búsqueda de financiamiento internacional, afirma lo siguiente:
Por otra parte, Irán, la teocracia islámica que admiran los izquierdistas andinos, también tiene sus ojos puestos sobre Bolivia. Sin embargo, acá vale una aclaración: Musulmanes y socialistas no tienen nada en común, unos oran cinco veces al día, los otros se dividen entre ateos y amantes de la Pachamama. Los une, eso sí, un odio descomunal a la cultura occidental, la democracia liberal y al sistema capitalista, en este caso aplica la frase «el enemigo de mi enemigo es mi amigo».
El acercamiento entre estos dos grupos es, básicamente, una alianza coyuntural: Los ayatolas necesitan los recursos nucleares y el dinero de la droga boliviana. Los otros, un socio que les brinde apoyo logístico en el terrorismo de Estado, la única manera que conocen de «gobernar».
El sometimiento de la política internacional al Socialismo del Siglo XXI y al fundamentalismo islámico ha afectado negativamente a la capacidad empresarial de Bolivia, ya que ha desmotivado el comercio internacional y nos ha quitado de la lista de los grandes empresarios e inversores. Sobre esto último, Karen Longaric, excanciller de Bolivia, en un artículo titulado: Política exterior que aísla y empobrece a Bolivia, argumenta:
Además, contrario a los delirios de Arce Catacora, Bolivia no tiene una espalda económica fuerte. En efecto, el país ocupa los últimos lugares en los índices de libertad económica y en los rankings de competitividad.
En conclusión, Bolivia se mueve entre una dictadura que intenta sobrevivir entregando el país a China, Rusia e Irán; una población que ya ni siquiera busca desarrollar su potencial de vida, sino sobrevivir, como lo muestran los datos de pobreza (40%) y economía informal (80%), y unas nuevas generaciones sometidas al más horrendo adoctrinamiento.