Recientemente reconocidos/as abogados/as que defienden la Ley 5777/16 de “Protección Integral a las Mujeres” se sorprendieron al presenciar que alcanzó status público que la ley está siendo instrumentalizada por mujeres para fines particularísimos donde sacan ventaja de la norma. Estos abogados salieron a denunciar en redes sociales que este es un tema grave, ya que se ha constatado que muchas mujeres usan la ley que otrora, dicen, tenía buenas intenciones, como forma de blindarse ante la justicia y proteger sus opacos intereses. Ese es el problema del abogado que actúa como simple técnico y no como pensador global. Hace años desde distintos espacios, con otros críticos, hemos señalados los peligros de la ley 5777/16 como una norma inconstitucional que crea sujetos de derecho privilegiados a costa del debido proceso y principio de inocencia de miles de hombres que han sido perjudicados por la misma.
No repasaré el articulado de la ley; dejaré eso para los técnicos del derecho. Esta ley, bajo los auspicios de nuestra constitución, de naturaleza socialdemócrata, genera un sujeto especial de derecho, disponiendo los incentivos para que mujeres inescrupulosas la usen como garrote político, mediático y legal. El sujeto de derecho de esta ley no son las mujeres, ni siquiera las mujeres violentadas, sino las mujeres inescrupulosas. Conozco decenas de casos donde la ley fue blandida para perjudicar a hombres solo porque percibían ciertas mujeres que convenía a sus intereses. Montesquieu, el ilustrado francés denunciaba:
A continuación, explicaré por qué una ley de esta naturaleza tiene consecuencias tan perversas y nefastas, es decir, por qué en la misma se encuentra la semilla de la corrupción.
La ley debe ser ciega
El utopismo lleva a ciertos colectivos a renegar a la igualdad formal devenida de leyes formales. Estos grupos sociales resentidos desean obtener específicos resultados sociales mediante la ingeniería social del positivismo jurídico. Es una tirana desiderata que les siembra la pretensión de un mundo mejor. “Si hacemos una ley específicamente para esto”, dicen “el mundo será mejor”. Estos tiranuelos embrionarios desean particularísimos resultados de una ley, lo cual es un error. Una larga tradición intelectual, de las mejores mentes de la ilustración francesa y austriaca sugiere que “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones” y que estos leguleyos deberían tener cuidado donde posan el pie.
Montesquieu decía “porque los hombres son malos, la ley está obligada a suponerlos mejores de lo que son”, y agregaba, por lo tanto, que deben estar “las leyes encaminadas a defender la inocencia del ciudadano”. La ley 5777/16 es una ley que privilegia a cierto tipo de mujeres y sitúa en un status jurídico superior el testimonio de las mujeres, rompiendo la igualdad ante la ley que garantiza la República, y violando el principio de inocencia de los hombres por el solo hecho de ser hombres.
Montesquieu realiza una aclaración reveladora. Aconseja “es bueno que las leyes no parezcan ir tan directamente al fin que se proponen”, para que “la ley, que es ciega y clarividente a la vez” cumpla con su cometido de no ser instrumentalizada
¿Se ha preguntado usted por qué las leyes deben ser lo más generales posible? Es para que nadie pueda hacer uso deliberado de la misma para favorecerse a sí mismo. Además, hay otra razón: cuánto más general es la ley, más lugar da para la libertad y la responsabilidad; cuanto más particular es la ley (leyes para indígenas, indígenas mujeres, indígenas mujeres pobres, indígenas mujeres pobres con hijos, y sigue y sigue ad infinitum), repito, cuánto más particular es la ley más se acerca un régimen político a la dictadura, siendo la dictadura el gobernar por medio de leyes tan particulares que son personales. Por eso, el eslogan de la feminista radical Kate Millet que es uno de los favoritos de la izquierda, “lo personal es político”, es el lema favorito de los dictadores.
Cuanto más particular es una ley, más privada es la ley, y una ley privada en latín se escribe “privilegio” (privis- legius). Los privilegios otorgados por el Estado a sujetos de derechos especiales destruyen la República y crea incentivos para que mujeres inescrupulosas usen la ley para sus propios fines. No es extraño que Fréderic Bastiat, el diputado francés haya señalado:
Naturalmente, Bastiat, que era un republicano, no estaba en contra de la ley como un instrumento del orden público. Lo que señalaba es que ninguna ley es neutral y partiendo de esa premisa, es fundamental esforzarse por recurrir a todos los elementos que la sana experiencia pone a nuestra disposición para esquivar la natural compulsión humana de hacer leyes a la medida de nuestras apetencias u deseos.
Igualdad formal e Igualdad sustantiva
La feminista Simone de Beauvoir se quejaba de que entre hombres y mujeres no existía “una perfecta igualdad”, entendiendo la madre del feminismo radical que, “el derecho abstracto no basta para definir la situación concreta de la mujer” y que «los derechos abstractos jamás han bastado para asegurar a la mujer una aprehensión concreta del mundo: entre ambos sexos, todavía no existe hoy una verdadera igualdad».
Existe entonces un atropello a la ley, la cual debe ser ciega, es decir, formal o general, en virtud de un deseo del feminismo radical de lograr algo denominado “igualdad sustantiva” o “concreta”, para lo cual, leyes abstractas no sirven. La ley 5777/16 es el tipo de ley que le quita la venda de los ojos a la Justicia para que mire y juzgue, no conforme a las evidencias, sino favoreciendo ad hoc al sujeto privilegiado de derecho de la norma en cuestión. Obviamente, elaborando la ley de esta manera, se articulan incentivos perversos que depositan en la misma la semilla de la corrupción. Esta ley corrompe a las mujeres y destruye a los hombres.
El premio Nobel Friedrich A. Hayek explica que es peligroso quitarle las vendas a la Justicia ya que con ello se erosiona y destruye el Estado de Derecho:
Hayek además entrevé en este tipo de leyes con ideales de justicia sustantiva la tiranía de un legislador que impone “su moral” sobre el resto a punta de legislación coercitiva:
El mal irremediable
Comenzamos leyendo la cita de Montesquieu donde decía que, si el mal yace en el remedio de la misma ley, entonces, es irremediable. Esto es lo que sucede con la ley 5777/16 la cual engendra sujetos de derecho privilegiados, destruye la igualdad jurídica, el principio de inocencia y el debido proceso, arruinando la vida, la reputación y el carácter de hombres por el simple hecho de ser hombres. No deberá extrañarnos que esta ley siga ocasionando estragos en la sociedad, la mayoría desconocidos y silenciosos, corrompiendo a mujeres buenas, favoreciendo a mujeres inescrupulosas y aumentando los emolumentos de abogados que viven del curro del feminismo radical.
Un día, cuando a estos/as abogados/as feministas les toque padecer la injusticia y la corrupción que genera la ley 5777/16, quizás se percaten del monstruo que han engendrado y alimentado, pero para entonces quizás estén tan enredados en la tela de araña que tejieron para otros, que no reparen en ello. Ese día podría ser hoy.
“La ley es tela de araña, en mi ignorancia lo explico: no la tema el hombre rico; nunca la tema el que mande; pues la rompe el bicho grande y sólo enreda a los chicos”
José Hernández, «Martín Fierro»