La Cosa Nostra es una expresión utilizada para indicar una organización criminal, mafiosa y terrorista presente en Sicilia y en muchas partes del mundo. Tomando las tres últimas características podríamos hacer una analogía con la actual realidad boliviana. En nuestro caso aplicaría la expresión: coca nostra, pues la coca, como materia prima de la cocaína, se ha convertido en una maldición para las reservas naturales, bosques y selvas de vegetación mediana, pero, especialmente, para mi país, que ha acabado convertido en una narcodictadura.
Lo paradójico del asunto es que la destrucción de la naturaleza boliviana no se está llevando a cabo bajo un gobierno «neoliberal» y «derechista», sino bajo uno que enarbola la defensa de la naturaleza, el medio ambiente y la biodiversidad, eso que comúnmente llaman: Pachamama.
Sin embargo, la destrucción de la biodiversidad boliviana no empezó ahora, ni con la tragedia que significó la quema de la Chiquitania el 2019, sino que se trata de una constante del régimen, ya que la expansión de la frontera cocalera y la producción masiva de cocaína son los pilares del Movimiento Al Socialismo. Al respecto, Emilio Martínez, escritor y analista político, en un artículo titulado: La economía del fuego, afirma lo siguiente:
Note algo, todo ese montaje teatral con temáticas y hechicerías precolombinas con el que Evo Morales asumió como presidente el 22/01/2006 eran, en realidad, fachadas para cubrir la naturaleza delincuencial del dirigente cocalero, pues el crimen y el narcotráfico son lo único que ha resultado exitoso en dos décadas de dictadura. Sobre el tema, Beatriz Quintero, investigadora del grupo Insight Crime asevera que:
Los últimos años la paz y la tranquilidad es algo que los ciudadanos bolivianos han perdido de manera abrupta, puesto que la posición de Bolivia como centro regional de drogas ha hecho que durante mucho tiempo el país sea una base de operaciones de organizaciones narcotraficantes extranjeras, con toda la degradación que eso con lleva, por ejemplo, el sicariato.
Si bien, ya en los años 80 los narcos bolivianos habían logrado deslindarse del control de los cárteles colombianos, eso no significa que la presencia de organizaciones delincuenciales de ese país en Bolivia sea nula. Por ejemplo, durante el golpe de Estado de octubre 2003, las FARC y ELN tenían cerca de 600 de sus milicianos operando en La Paz y Cochabamba.
En la actualidad, especialmente, en las ciudades de Santa Cruz y Cochabamba, es muy común los ajustes de cuentas realizados por sicarios colombianos. Pero el mundo del hampa no se limita a esos grupos. A finales de septiembre del presente año, la Policía de Bolivia logró rescatar 20 personas que eran víctimas de trata y tráfico de personas. Las investigaciones revelaron que ese caso está vinculado al polémico Tren de Aragua, organización delictiva venezolana operando en Bolivia.
Todo lo anterior sucede a vista y paciencia de un dictador en ejercicio que, literalmente, dejó todo al azar. Solamente hubo discursos y datos de dudosa veracidad cada vez que tenía cámaras y las luces al frente. Mientras tanto, Bolivia arde por culpa de la ambición de los cocaleros y los mineros pretenden contaminar con mercurio todas las aguas del país.