Abraham salió de Ur de Caldea y se estableció en la tierra de Canaán, en la actual Israel. Allí engendró a Isaac, este a su vez a Esaú y Jacob, y Esaú, despreciando la primogenitura, que era por medio de la cual se hereda el Patriarcado del padre, se la vende a Jacob, quedando éste como el sucesor de Isaac. Jacob a su vez engendra 12 hijos, de los cuales vendrían a conformar las 12 tribus de Israel.
Debido a cierta hambruna en la tierra, los descendientes de Jacob fueron a establecerse en Egipto, donde, debido a una disputa anterior entre hermanos y luego de tremendos milagros realizados por el Señor, José, uno de los 12, estaba como Gobernador de Egipto después de Faraón. Mencionamos que en ese entonces Egipto era la potencia mundial más grande del planeta. José hace traer a su padre Jacob y a todos sus hermanos y descendientes, y moran en Egipto, en la tierra de Gosén, y son grandemente prosperados.
Obviando muchos antecedentes históricos, digamos que para esa época era costumbre entre los pueblos hacer sacrificios de sangre a sus dioses. Algunos lo hacían de animales y reptiles, otros de seres humanos. No podemos decir con certeza de dónde y cuándo nace esa costumbre de los sacrificios, pero sí sabemos que Caín y Abel ya habían ofrecido sacrificios a Yahvé. También tengamos en cuenta que, debido a la longevidad de los humanos hasta el diluvio, Matusalén -abuelo de Noé- llegó a conocer personalmente a Adán. Y Matusalén y Noé vivieron muchos años juntos. Así que cierta suerte de comunicación hubo sobre la creación y los hechos que acontecieron luego de ella, tipo la caída del hombre, los sacrificios, etc.
Volviendo a Egipto, luego de que el poder de Egipto cayó en manos de otra gente ajena a Faraón, ya el pueblo de Israel se había multiplicado inmensamente y son convertidos en esclavos y Faraón da la orden de que todo hijo varón de las mujeres israelitas sea matado al nacimiento, para que no aumente el número de ellos. Pero Moisés es salvado precisamente por la hija de Faraón, y es educado como hijo de ella en el Palacio Real. Ya cuando grande, y por un asunto de haber matado a un soldado egipcio por defender a un israelita, debe huir y se establece en la tierra de Madián, al Este del Golfo de Áqaba, la ahora Arabia Saudita.
Allí Dios le habla y le comisiona liberar al pueblo de Israel del yugo egipcio. Moisés va y amenaza a Faraón, que, de parte de Dios, vendrían plagas si no libera a Israel. Faraón, con artimañas y mentiras, se niega. Y así trascurren nueve plagas. La décima, dice Moisés, será la última, y ella consistirá en que el Ángel de Dios vendrá y matará a todo primogénito, tanto de hombres como de animales en la tierra de Egipto.
Pero Dios habla a Moisés y le dice que en cierto día señalado, cada familia de Israel deberá matar un cordero y comerlo esa misma noche, y que la sangre de ese cordero, pongan por los dinteles y marcos de las puertas de sus casas o cabañas, y así lo hicieron. A la noche vino el Ángel de la muerte, y en cada casa donde vio la sangre en el marco de las puertas, no entró. Pero en cada casa o establo o lugar de morada en que no viese la sangre, entraría y mataría a todo primogénito. Y así ocurrió, al punto que hasta murió el primogénito de Faraón.
La Palabra de Dios dada a Moisés con respecto a esto fue la siguiente:
La palabra Pascua, Pesaj en Hebreo, literalmente quiere decir “pasaré”, de donde también surge la palabra “Passover” en inglés, que significa “pasar por encima”, o “pasar por alto”. Y es lo que Dios hizo esa noche en las casas donde vio la sangre: Pasó por alto, por encima, de largo, y no mató a los primogénitos en ella.
Aquí vemos la importancia que tiene la sangre para Dios. Y ¿por qué? Porque cualquier pecado cometido por el hombre es desobediencia a Dios, y es condenado con la muerte. Digamos que el hombre se encuentra parado en el mismísimo borde un abismo. Lo de Adán y Eva fue tal vez una simple desobediencia de comer del árbol que no les era permitido, al menos si comparamos con otros pecados como serían el robo, el asesinato, etc., pero para Dios cualquier pecado, sea grande o chico, es dar un paso en el borde de ese abismo, y por ende, esa persona cae en él con el inevitable resultado de su muerte, y la misma produce el derramamiento de sangre.
Ya en alguna parte de la Ley de Moisés se defino así esto: “Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.” (Lev. 17.11) Y en el Nuevo testamento, el autor del libro a Los Hebreos lo ratifica de la siguiente manera: “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” (Heb. 9.22)
Y es con esta sangre, y debido a ella, que Yahvé haría “un pacto de sangre” con Israel. Pero no debía ser cualquier sangre, debía precisamente ser la sangre de un cordero. Y así vamos adentrándonos en la obra expiatoria de Cristo, pero para ello, debemos saber y comprender cómo se haría esto del “sacrificio” de la expiación, y eso lo veremos en la próxima entrega, donde ya detallaremos lo mencionado al respecto en el Ley de Moisés, lo cual está explicado en el llamado “Día de la Expiación”, asunto de trascendental importancia para poder entender más adelante La Palabra de la Cruz.
Que Dios nos guarde y bendiga a todos.