Ahora bien, Dios puso al hombre en el Edén para que lo trabaje. “Tomó, pues, Yahvé al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.” (Gén. 2.1). También dice la Escritura: “Y Yahvé Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal”. (2.9), pero más adelante dice: “Y mandó Yahvé Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (2.16-17). Fue el único mandamiento que Dios impuso al hombre.
En el capítulo 3 del Génesis se relata todo el proceso de la caída del hombre. Y es en el Edén donde hizo su aparición la serpiente (Satanás, el rebelde Querubín de Dios). Sobre el tal reza la Palabra lo siguiente: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Yahvé Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (3.1)
Una de las artimañas -tal vez la más importante- que usa el diablo, es sembrar la duda. Hay dudas positivas y dudas negativas. Las que de él proceden siempre son negativas y conducentes a crear incertidumbres en la conciencia. Y en su pregunta estaba escondida la duda, pues a la respuesta de Eva de: “Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.” (3.2-3) Satanás responde enfáticamente: “No moriréis” (3.4), sembrando ahí la duda al negar la afirmación hecha por el Señor de que, si comían de ese fruto, morirían.
Eva, ya seducida, no solo come el fruto, sino que también invitó a Adán a hacerlo, y este lo hizo. Dice la Palabra: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales”. (3.7). Y al ver que Dios se paseaba en el Edén, se escondieron, cosa que nunca hicieron antes. Dios entonces llama a Adán y le pregunta si dónde está. La respuesta de Adán: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (3.10).
“Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?” (3.11) Interesante es que Dios le dice si “quien te enseñó” (otras versiones dicen ‘indicó’; ‘te hizo ver’) sabiendo que ‘alguien’ tuvo que intervenir para que ellos supiesen que estaban desnudos, se escondiesen y tuvieran vergüenza; algo que no tenían. Eruditos muy serios en el estudio cronológico de los tiempos bíblicos indican que, para ese entonces, ya Adán y Eva tenían unos cien años sobre la tierra, y nunca se avergonzaron de Dios.
¿Qué es la vergüenza? Según la Real Academia Española es: “Turbación del ánimo (de ánima, ALMA) ocasionada por la conciencia (atributo exclusivo del ESPÍRITU humano) de alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante” (esta acción puede ser por algo que se dijo o hizo, en ambos casos exteriorizado por el CUERPO). [Los paréntesis son añadidos]
Al apóstol San Pablo le fue revelado por el Espíritu Santo el gran misterio de lo que es en sí la Iglesia, y también lo que es el hombre en su condición espiritual y carnal. Y él escribe lo siguiente: “Porque la paga del pecado es la muerte…” (Rom. 6.23). Y ya en el Antiguo Testamento el profeta Ezequiel escribe lo que Dios le dijo: “Sabedlo: todas las almas son mías. Como el alma del padre, así el alma del hijo es mía. El alma que pecare, ésa morirá.” (Ez. 18.4)
Y sí, al pecar Adán y Eva, desobedeciendo a Dios, entró en ellos el pecado, y el pecado dio a luz a la muerte.
¿Qué es lo que pasó al pecar? Pues que el orden divino del hombre, a saber:
1. Espíritu.
2. Alma.
3. Cuerpo.
Sufrió una inversión de valores y prioridades y se transformó en:
1. Cuerpo.
2. Alma.
3. Espíritu.
Prima ahora ya no más el espíritu del hombre, sino su cuerpo, la carne. Si antes era el espíritu del hombre el que regía sobre el alma, y ésta sobre el cuerpo, ahora la cosa se dio vuelta. Es el cuerpo el que manda al alma y esta tiene sometida al espíritu del hombre. Es lo que la Biblia llama “muerte espiritual”.
El haber sentido vergüenza es la evidencia de ello, pues lo más importante ahora era no ser visto desnudos, pues acusados ya por su conciencia corrompida por la desobediencia, se escondían. También perdieron allí su status de eternidad, y, además de las maldiciones hechas por Dios debido a su desobediencia, (Gén. 3.14-19) fueron echados del Edén (3.24).
Efectos de la caída:
1. El hombre deja de ser un ser espiritual puro, cortando así su comunión con Dios y la de Dios con él. Su alma se corrompe por completo, pues antes no sabía lo que era el mal ni la maldad. Ahora no solo sabe lo que es malo, sino que ahora practica la maldad. Se vuelve un ser completamente carnal buscando solo los deseos de la carne. Y la Palabra define cuáles son estos deseos: “…adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto [San Pablo], como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gál. 5.20.21)
2. Su cuerpo se vuelve mortal, se enferma, y envejece. El poder que Dios le dio de que ellos -Adán y Eva- SEÑORIARÍAN sobre la tierra y todos los animales, se perdió, pasando estos poderes a Satanás conforme él mismo lo dice cuando tentaba al Señor Jesús en el desierto:
“Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada [cuando Adán pecó perdiendo su señorío y se volvió esclavo de Satanás], y a quien quiero la doy. Si tú postrado me adorares, todos serán tuyos.” (Luc. 4.5-7)
En la próxima entrega -Dios mediante- expondremos qué sucedió con Adán y Eva, y la humanidad, a partir de que fueron echados del Edén.
Recomendación: Lectura de los tres primeros capítulos de Génesis.
Pasadla bien y que Dios nos guarde y bendiga a todos.