El amigo Héctor Rafael Acuña Troche, en su artículo «La Búsqueda de Conocimiento en un Mundo Caído: Errores, Erratas y Errantes», realizó una tentativa de respuesta a lo que planteé en una publicación anterior titulada «El Fracaso del Liberalismo: Ramos Reyes y Acuña Troche».
Dije adrede «tentativa de respuesta» porque en realidad, por más que se haya esforzado, lo que hizo inteligentemente el querido Acuña Troche es «desviar por completo» al foco de la discusión utilizando humo y espejos. Esta es una antigua y aceptada especialidad de los liberales, sean estos clásicos o posmodernos.
Nadie ha hablado de «epistemología», que no viene al caso, salvo el querido Acuña Troche, quien utiliza el mote de «absurdo epistemológico» para hacer una construcción un poco falta de sutilezas filosóficas, queriendo, más o menos, afirmar que el «liberalismo» equivale al «mundo material» y que el concepto de pecado es una «cuestión de la fe», con lo que entiendo, se refiere a que pertenece al terreno de lo metafísico.
Evitaré la utilización de vocablos rebuscados en este ensayo periodístico, precisamente, porque es una editorial de prensa. También, porque no quiero añadir una falsa estilización a mis artículos hechos a vuelapluma, que no requieren de un lenguaje jactancioso que sólo busca… Evadir lo sustancial de la cuestión… Que es lo realizado por mi querido Acuña Troche cuando utiliza, «muy suelto de cuerpo», terminología que no calza en la situación. No le voy a atribuir desconocimiento, pero sí cierta ausencia de buenos escrúpulos. Me explico, es un poco atrevido decir que el «liberalismo» pertenece al «mundo material» cuando estamos hablando de una ideología, de un sistema más o menos sistemático de pensamiento. Según lo que sé de las ciencias naturales, hasta hoy nadie ha aislado «partículas sólidas de liberalismo» y las ha pesado en una balanza gravimétrica para determinar que «esta muestra contiene 100 gramos de liberalismo, con 98,7 % de pureza analítica».
O sea que hablar sobre «liberalismo» es entrar en el mundo de las ideas, esto es, el «hiperuranion» de Platón, lo puramente metafísico. Como el concepto de «pecado» también pertenece a ese terreno, es perfectamente razonable afirmar que «el liberalismo es pecado». Desde luego que lo «metafísico» influye sobre lo «físico» y viceversa, pero este es polvo de otro arenero, en el que no me quiero meter porque excede a lo que puede escribirse por estos lares y además, no soy tan temerario; la prudencia es de sabios.
Existe también la posibilidad de que Acuña Troche se haya explicado mal; dejo abierta esa ventana de duda razonable a su favor. Sin embargo, lo que no permite interpretaciones ambiguas, es que el estimado amigo afirma que «fe y ciencia» son distintas. ¡Digno exponente del liberalismo! Hasta nos trajo una frase de campanario para el respecto, que se la oí a Neil de Grasse Tyson varias veces, pero parece ser que Ludwig von Mises ya la había dicho con anterioridad. Creo que este es el epigrama citado por el querido Héctor:
Frase que es pura metafísica, y hasta si se quiere, un poco de «superchería y pensamiento mágico», pero quizás no se haya dado cuenta nuestro interlocutor. Meteré una pregunta retórica: ¿quién dijo que «la ciencia» responde algo? Dejaré esto aquí mismo, y que no se diga que no contesté el artículo del amigo Acuña Troche, especialmente porque también él dejó algunas cuestiones eufemísticas que las responderé rápidamente. Dijo así:
« ¿Qué es liberalismo? ¿Cuál es la definición de pecado? ¿Para qué religión es pecado? ¿Cómo se llegó a la conclusión de qué es un pecado?». Contesto:
Desde luego que aquí hay matices, pero en general, esto se aplica a rajatablas. Véase el caso del amigo Héctor Rafael Acuña Troche, cuando nos dice que las «cuestiones de la fe» deben estar apartadas de las cuestiones materiales, utilizando a la ciencia de excusa.
Luego hay dos preguntas más, pero que se responden de una sola forma: el liberalismo es pecado, y eso fue determinado por el Magisterio de la Santa Iglesia Católica y Apostólica Romana, «la única Iglesia de Cristo (…) fuera de la cual, no existe salvación alguna para el hombre». [Bonifacio VIII, 1302, «Unam Sanctam»].
Por cierto, mis inmundas y pecadoras manos no son dignas de citar, en un artículo periodístico de esta índole, a las Sagradas Escrituras; no quiero contaminarlas con mis elucubraciones, por eso apelo a la infalible autoridad de la única institución que ejerce la Religión Verdadera, la Iglesia Católica. No se aceptan imitaciones.
Habiendo dicho todo eso, quiero señalar que tenemos un problema. Yo respondo, apelando desde luego al Magisterio Infalible, todas las preguntas que me presentan. Pero el querido Acuña Troche no contestó nada de lo que le planteé. Se ha limitado, reitero, a desviar la atención. «Que la ciencia, que la epistemología, que lo material, que la fe, que lo sagrado», pero de respuestas a mis planteamientos, ni hablemos.
Entonces, voy a reiterar lo que le propuse en el anterior artículo, Quizás ahora se anime a contestar lo que transcribo, verbatim:
«Como Locke es archienemigo de la Iglesia Católica (véase su «Ensayo sobre la Tolerancia», en el que propone tolerar todo, menos a los «papistas»), la respuesta jamás será otra cosa sino que la «autoridad y las leyes vienen del pueblo, por el pueblo y para el pueblo». Y si una población decide legislar a favor del aborto, ¿quién podrá impedírselo? Si democráticamente se elige aprobar la eutanasia, ¿quién tiene poder para evitarlo? Es más, sí las «fuerzas del libre mercado» están a favor de vender «cirugías de cambio de sexo» para mutilar a personas sanas y ponerlas bajo permanente dependencia de carísimas drogas y tratamientos médicos, ¿qué podrá hacer John Locke para impedirlo, según su propia filosofía política? ¿Utilizará la fuerza coercitiva del Estado? ¿Con qué autoridad, si esas «leyes» se aprobaron «democráticamente»? ¿Vas a intervenir contra el libre-mercado de la prostitución, la pornografía y los estupefacientes, Héctor Acuña, querido amigo? ¿O llegarás a la lógica consecuencia de tu ideología liberal y propondrás, como Murray Rothbard, el «libre tráfico de bebés» (como solemos decir en burla)? Ya ni hablemos de otros asuntos, que con estos tenemos más que suficiente».
Para dar contexto, las preguntas están dirigidas a la interpretación y la «praxis» del liberalismo filosófico como tal, en estos temas éticos y morales (que son metafísicos en su esencia, recordemos). De allí que, posteriormente, haya planteado al amigo Héctor Acuña: « ¿quién es el Sumo Pontífice del Liberalismo, que definirá lo que es y lo que no es verdaderamente el liberalismo?».
Finalmente, a la discusión se sumó el joven Guillermo Melgarejo (a quien no conozco personalmente, pero mis respetos para él) con su artículo que es pregunta « ¿El Liberalismo es Pecado?». La respuesta es sí, desde luego, pero el autor asevera algo muy similar a la postura de Héctor Acuña, esto es:
Es decir, religión aparte y liberalismo aparte. ¿Y hasta dónde será esta segregación, que por lo demás, es completamente artificial? ¿Iglesia y Estado, asuntos separados?
Tiene razón en algo el joven Melgarejo. Existen algunas cosas que el catolicismo defiende y que el liberalismo filosófico también lo hace. Por ejemplo, para ambos es positivo que los seres humanos respiren oxígeno para vivir. La cuestión se encuentra en lo profundo, no en la mera apariencia. Si un hombre, en el uso de su llamada «libertad individual», decide que quiere «eutanasiarse» porque considera que «le roba aire puro al mundo», ¿qué dirían los partidarios del liberalismo más consecuente sobre esto? No más preguntas, Su Señoría.
Ahora, para el colofón. ¿Por qué los liberales como Héctor Acuña y Guillermo Melgarejo no responderán con coherencia y plena consecuencia de su filosofía liberal a esos planteamientos? Hay dos razones.
La primera es que eso requerirá que «rompan» con el liberalismo que pregonan. Deberán hacer un juicio moral y ético contundente, que requiere necesariamente, la función de una autoridad, sea estatal o no. En plan liberal, más preguntas retóricas: « ¿Quién es Héctor para decirme que el aborto es malo? ¿Quién es Guillermo para decirme que la eutanasia es mala? ¿Qué clase de liberales son, queriendo imponer sus reglas éticas y morales a la gente? ¿Acaso no es “un mercado más” y punto?».
Y la segunda razón es que el liberalismo es iniquidad y la iniquidad, al ser producto de aquel que fue «mentiroso y homicida desde el principio», no tiene respuestas porque no cree en la Verdad, es más, riñe y está en guerra eterna contra la Verdad y por consiguiente, contra la Vida. Como Jesucristo es «la Verdad y la Vida», el silogismo es más que lógico. Dejo que ustedes, Héctor y Guillermo, que son muy inteligentes, lo realicen.