Creo vivimos un tiempo en el cual conforme pasan los días todo se ve con mayor claridad, por ello, resulta harto irónico que aumenten los ciegos en gran cantidad, aunque escrito está: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”.
Paralelamente, crece el número de mentiras, cual sistema Braille, para los no videntes voluntarios. No obstante, es una característica de lo más perversa en estos días que los mentirosos acusen a los que ensayan sus verdades, de fabricar “fake news” o noticias falsas, por ejemplo.
En esta comparación, admitiendo que puede haber ciertas subjetividades, las evidencias son irrefutables para los que no se quieren engañar.
Joe Biden es producto de un fraude descomunal como nunca en la historia de los Estados Unidos, por ende, completamente ilegítimo, en consecuencia, usurpa el cargo que ostenta.
Por su parte, Vladimir Putin, goza de una legitimidad que ha de estar entre las mayores de la historia rusa con más de mil años de existencia en contraste con los escuálidos 247 de la otrora república norteamericana. Los métodos electorales actuales son similares en ambos países, aunque no iguales. Total, como dijo Joseph Stalin, no gana el que tiene sino el que cuenta los votos.
Recién a partir del año 1951 el presidente no puede ser electo más de dos periodos consecutivos en USA enmienda mediante, la XXII. En la Federación Rusa su actual mandatario puede hacerlo hasta el 2036 y ejerce el poder desde el comienzo del nuevo milenio con una pausa de 4 años en los cuales estuvo al mando Dimitri Medvedev.
Dadas las circunstancias y visibles evidencias, se puede colegir que Biden no gobierna y Putin sí.
Los medios occidentales sin excepción mienten a discreción, se basan en el principio del entonces ministro de propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, padre de la prensa moderna: “Miente y miente que algo queda siempre”.
Estos diseminaron la falsa información que el líder ruso estaba enfermo durante el primer año de la guerra con Ucrania, lo cual, no coincidía con el aspecto y la prestancia que siempre demostró Putin en público y ni hablar de su coherencia. ¿De qué estaba enfermo entonces cuando que física y mentalmente se lo percibía muy saludable? De nada, en absoluto.
Por la otra parte, sería redundar tratar de explicar que Biden no está sano y menos aún en sus cabales, es tan evidente que cualquier niño se puede dar cuenta. Seguro piensan que es un payaso y ríen al verlo tropezar mil veces en cualquier escalera, cuando va a cualquier parte menos donde tiene que ir y lo tienen que traer, cuando se cae caminando o andando en bicicleta, además de pasarle la mano a gente invisible.
Si los niños votasen sería reelecto en forma arrolladora. No sé si las niñas, ya que se lo pilló varias veces en situaciones muy desagradables con algunas. Lamentable.
Con toda esta evidencia, el médico de la Casa Blanca sentenció que está sano, normal, una joda total, el tipo está podrido, pero los medios masivos lo propalaron igual mientras que en las redes sociales la burla era brutal.
Este es otro principio practicado por los periodistas actualmente: “No es cierto lo que tú ves sino lo que te contamos que ves, eso es”. Si viviese, Goebbels sería director en jefe de todos los medios corporativos del mundo occidental y los periodistas cuando se cruzaren se saludarían exclamando “!Heil Goebbels!”.
A Biden, quien solo habla inglés, o lo habló alguna vez, no se le entiende cuando se expresa, tomando en cuenta que es el idioma que usa el mundo para comunicarse, cualquiera entiende algo, alguna palabra, pero en este caso es muy difícil. Hay veces cuando responde una pregunta no tiene coherencia lo que dice o mezcla los términos y emite un balbuceo sin sentido. Vergonzoso.
Por su parte, Putin, quien también habla inglés, se le entiende hasta cuando se expresa en ruso por lo coherente y claro que suele ser. No tiene vocero, el mismo es su vocero y se hace entender perfectamente.
Cuando de ciertas informaciones precisas se trata que tienen que ver con las relaciones internacionales, sube al escenario María Zajárova, directora del Departamento de Información y Prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores. De agradable presencia, rubia de ojos azules, sobria y aplomada, no sonríe fácilmente igual que su jefe, Serguei Lavrov, ministro de Asuntos Exteriores.
Por su parte Biden tiene su vocera en la Casa Blanca, similar a un chocolate, un confite m&m, habla suavecito con voz de niña, es chiquita y parece decir cualquier cosa a lo que se le pregunta, pilotea. Claro, ¿qué va a decir pobrecita si su jefe delira?
Vocera del delirio
Biden es el máximo ejemplo del títere que no gobierna, hasta le dan por escrito todo lo que tiene que decir e igual se equivoca, es un completo idiota. Detrás suyo y no al lado, otra estúpida, la vice guaú, de vida alegre y licenciosa que escaló en la esfera política saltando de cama en cama.
Les queda perfecto el apodo que tienen en su país; tonto y re tonta, en alusión a aquella película protagonizada por el genial cómico Jim Carey y el actor Jeff Daniels.
En días pasados, el mundo pudo ver como la Casa Blanca era profanada con una decoración alusiva a la comunidad de degenerados y como si no fuera suficientemente repugnante, con ellos dentro, en el patio. Profanación que será consumada de forma completa cuando asuma la presidencia usurpada la ramera multiétnica llamada Kambala y ahí san se acabó. ¡Kumbayá!
Biden es el vector que está destruyendo los Estados Unidos en forma precipitada, es la misión que tiene, el libreto que sigue hace tan evidente el desmoronamiento que aquel que lo niegue merece un escupitajo y que siga ciego.
Vladimir Putin es el nuevo Zar de Rusia, legitimó el poder e hizo que el pueblo ruso se reconcilie con su historia y alma luego de un nefasto experimento de ¾ de siglo de la era soviética que, con más de sus mil años de historia se lo pudo permitir, aunque a un costo bastante elevado. Con su férreo liderazgo, Putin ha hecho posible la reconstrucción de una Rusia potente, preponderante en la esfera mundial, protagonista sin duda, ha quitado al oso ruso; feroz, astuto, brutal, de su largo invierno luego de la desastrosa era de Boris Yeltsin, borracho y corrupto, entregado a los sicarios económicos internacionales y de su propio país. Además, junto con sus aliados se han convertido en el mayor contrapeso del occidente decadente y destructivo, a punto de inclinar la balanza, reivindicando valores que alguna vez fueron los que hicieron crecer al mundo libre.
Como a ustedes no les gusta leer nada más largo que el horóscopo, hasta aquí llego. Quizás haya una segunda parte con mayores detalles políticos, económicos, sociales y sobre la guerra con Ucrania para satisfacer a los lectores más “serios”. Me río.
Les recuerdo que mi artículo “El oso ruso” fue recomendado por el escritor ruso best seller Daniel Estulin que tiene una cantidad no menor de 10 libros publicados en varios idiomas.
Ojalá haga lo mismo con este y el siguiente.
Shabat shalom