El fenómeno social y político Paraguayo Cubas no es producto de la desigualdad social, tal como lo dice la comunicadora de Telefuturo Estela Ruíz Díaz: “Payo es el árbol, la desigualdad es el bosque”, mencionando que se refiere a “miles de personas expulsadas del sistema”. Estela abraza la confusión y en su cabeza desigualdad es sinónimo de pobreza, uno de los equívocos periodísticos más comunes de nuestra televisión criolla. Vivimos en la sociedad, materialmente, más igualitaria de la historia del Paraguay, tal como lo demuestran los indicadores del Instituto Nacional de Estadística.
Con respecto al indicador de la pobreza, en la última década, ha disminuido de 31% a 24% a nivel país. Pero incluso, en el área rural los datos confrontan la visión catastrofista de la señora Estela, desmintiéndola: en el año 2012 la pobreza era de 47%, reduciéndose a un 33% para el 2022. Naturalmente eso indica que 1 de cada 3 personas son pobres en el área rural, sin embargo, hace 10 años eran 1 de cada 2. Estela podría alarmarse al enterarse que la pobreza del año 2001-2002 (57%) hasta la fecha ha disminuido en 33 puntos porcentuales.
Si no podemos atribuir a la pobreza ni la desigualdad las causas del fenómeno autoritario (en esto si coincidimos con Estela) de Payo Cubas, ¿entonces cuáles son, al menos en parte, sus causas? Sospecho que, quizás no sea la desigualdad de ingresos, pero si, otro tipo de desigualdad: la desigualdad ante la ley. En la última edición del Índice de Libertad Económica de The Wall Street Journal y la Fundación Heritage, Paraguay puntúa muy bajo en “Estado de derecho”, es decir, una medida vinculada con “los derechos de propiedad, la integridad del gobierno y la eficiencia judicial”.
Naturalmente, un país donde los ciudadanos no creen en la integridad del gobierno y donde la justicia no es independiente es uno donde los derechos de propiedad están en constante peligro. Una clase política y una ciudadanía que constantemente erosionan el Estado de derecho, irrespetan la propiedad y mantienen un sistema de justicia en base a sobornos, cohechos y prevaricatos es un escenario propicio para liderazgos políticos autoritarios.
Gran parte de la población, cansada de un poder judicial corrupto y oneroso, abraza una serie de falsas creencias: 1) que centralizando el poder la justicia será pronta y barata, 2) que es de gente virtuosa fusilar a los corruptos en una sola noche, 3) que es imprescindible destruir todo para acaso construir algo y que si logramos quemar la suficiente cantidad de ambulancias estaremos más cerca de ser como Suiza. Estas supersticiones de mis compatriotas me causan mucha tristeza. Las ideas funcionan como mapas en nuestra mente y, en este caso, las ideas equivocadas nos llevarán a oscuros lugares de donde no se sale sino a costa de grandes sacrificios.
“Hitler no tuvo que destruir la democracia; tuvo simplemente que aprovecharse de su decadencia”, escribía el que llegaría a ser Nobel de Economía, Friedrich Hayek en 1944, un año antes de que concluyera la Segunda Guerra Mundial. Para arrojar más luz sobre el asunto agregaba páginas después:
¿Cuál es la ideología política de Payo Cubas?
Cubas es sencillamente un demagogo, no es un anarquista, pues el hombre finalmente pretende disponer y detentar el poder estatal como un dictador, tal como él mismo lo dijo muchas veces. En todo caso Payo es solamente un anarquista metodológico, que instrumentaliza el caos y la destrucción como medios de ascenso al poder, todo esto en un contexto donde al menos 800.000 paraguayos creen en esas ideas: tenemos que destruir para construir. Allí radica su fuerza, en que, tristemente, representa a esas ideas.
Sigmund Freud dijo alguna vez: “Los hombres son fuertes mientras representen ideas fuertes; se vuelven débiles cuando se oponen a ellas”. Lastimosamente en una democracia liberal las ideas fuertes son las ideas del mayor conjunto y si Payo representa las ideas de 800.000 paraguayos, entonces esa es la dimensión de su fuerza.
No tienen de que sorprenderse. Max Weber, en «El político y el científico», también nos recuerda que “desde la aparición del Estado constitucional y más completamente desde la instauración de la democracia, el «demagogo» es la figura típica del jefe político en Occidente”.
Platón detestaba la democracia, y ¿ustedes saben por qué? Porque sostenía que era un sistema de gobierno que degeneraba ante los demagogos. Por eso, a Platón no le sorprendería que en un contexto donde las personas creen que destruir todo es necesario para acaso construir algo, aparezca un demagogo que prometa fusilar a los corruptos en una madrugada para reinar sobre sus cadáveres, y que además gane las elecciones.
Si le damos ese poder a Payo y fusilamos a todos los corruptos en una noche, ¿quién quedaría en pie a la mañana siguiente? Los asesinos. Si ya era difícil construir un país con corruptos, imagínese construir un país con asesinos.