Mientras la República de China (Taiwán), por medio de los programas de la embajada continúa con las obras (acaba de inaugurar el paso de Tres Bocas) y las diferentes acciones en favor de emprendedores paraguayos, Efraín Alegre busca regalarse al Partido Comunista Chino.
«Reconocemos a Taiwán y perdemos las oportunidades que ofrecen las relaciones con China. No estamos viendo que Taiwán esté haciendo el esfuerzo que hace Paraguay y eso no puede ser», afirmó el candidato en entrevista con Radio Monumental.
Desde mi perspectiva, afirmar «el esfuerzo que hace Paraguay» es negar la realidad en muchos niveles, es decir ¿Cuál es el esfuerzo que hace Paraguay? ¿Reconocer a una nación independiente y democrática y negarse a mantener relaciones con una dictadura sangrienta es un esfuerzo? ¿Qué sigue, abandonar las relaciones diplomáticas con Corea del Sur y abrazarse a Kim Jon-un?
Tal vez Alegre considere (y en una de esas no se equivoque) que gobernar Paraguay sea relativamente sencillo pero, a todas luces, insertar al país en el mundo es algo bastante más complejo, sobre todo cuando se intenta establecer relaciones con un gigante como China, un gigante que tiene por costumbre fagocitar a quien tiene enfrente.
Y no hablo de países como Costa Rica o Nicaragua; hablo de países como Francia, que guste o no, es una potencia, una importante pieza del concierto mundial. Esta semana, Emmanuel Macron fue a China en busca de ayuda en uno de los momentos más difíciles de su gobierno y, a cambio de haber incomodado a un socio histórico de Francia como lo es Estados Unidos, volvió al país con promesas vacías y la necesidad de disculparse con EEUU.
Casos como este, como el de Francia, se repiten a lo largo y ancho del globo, negarlo es demostrar un grado de necedad complejo para quien pretende ejercer la primera magistratura de una nación.