El domingo 18 de diciembre de 2022 se enfrentarán los seleccionados de Argentina y Francia en la final del evento deportivo más importante, por lejos, del planeta: la Copa del Mundo de Balompié Masculino.
Por noventa minutos (o algo más, si hay tiempo extra y penaltis), prácticamente toda la humanidad quedará sintonizada a las pantallas de televisión, quizás al Internet o las radios, para ser testigos de la resolución de la principal cita futbolística que se da cada cuatro años (y que esperamos que siga siendo así, no acorten los tiempos, hay que dar respiro y generar nostalgia para que la magia siga manteniéndose).
Pero no tengo intención de hablar de deporte, ni siquiera del “espectáculo deportivo” que no es lo mismo. Porque es siempre preferible, en vez de mirar al balompié, practicarlo al menos con cierta frecuencia para mantener la salud física y mental. Lo mismo se da con las demás disciplinas atléticas. El “espectáculo deportivo” muchas veces termina actuando como el famoso “pan y circo” que en tiempos del Imperio Romano se daba a la plebe para que esta se mantenga calmada y alejada de los verdaderos problemas que aquejaban a la Ciudad Eterna y sus dominios. Por ende, hagamos más “deporte” y miremos menos “espectáculos deportivos”. En fin, es otro tema.
Lo que sí viene a colación con toda la febrícula por la Copa del Mundo, es que existe una figura que destaca ampliamente entre todos los talentosísimos atletas que participaron de la justa deportiva en Catar. Sin lugar a dudas, nos referimos al astro argentino Lionel Messi.
Con casi veinte años de carrera en el balompié internacional, jugando en los más prestigiosos clubes de Europa, habiendo ganado todo en el Club Barcelona, luego de ser galardonado varias veces con el “Ballon d’Or” por su indiscutible calidad como mejor futbolista del planeta, sin embargo, siempre ha tenido como Espada de Damocles sobre su cabeza el hecho de que no consiguió grandes triunfos con su propia Selección Argentina, en donde ha sido muchas veces resistido, criticado, puesta en duda su verdadera calidad (pues se decía siempre que “sí ganó todo en Barcelona, es porque tenía a titanes que le hacían jugar bien”, lo que no es enteramente falso) y tantos otros planteamientos en su contra.
Hasta que en el año 2021, luego de varios años de sequías, la Argentina volvió a levantar la Copa América de Fútbol Masculino. Messi fue el “Gran Capitán” y ciertamente, contó con el apoyo de un gran equipo, empezando por su mismo adiestrador Lionel Scaloni, quienes dieron una mano para que el atleta conocido como “La Pulga” pueda demostrar que lo suyo no era una simple casualidad o coincidencia. Su liderazgo y destreza inspiraron a sus compañeros y estos a su vez, respondieron al desafío que decidieron compartir detrás de su líder futbolístico.
“¿Hay equipo?” se suele preguntar en la jerga del tablón futbolero. En el caso de Argentina, la respuesta es “sí”. Pero muchas veces, tener un “equipo” e incluso un gran entrenador como Lionel Scaloni, no es suficiente. Se necesita de un caudillo, de un héroe. De ese individuo que encarna los ensueños y las pasiones de todo un grupo, quizás de todo un país, en pos de la consecución de un objetivo.
Y he ahí Lionel Messi, el talentoso, el genio, el chico un poco Asperger con problemas de crecimiento en su infancia y sobre cuyas espaldas de pulga, de hormiga atómica, se cargaba tanto peso, tantas ilusiones, tantas esperanzas… ¡Y es meramente fútbol, ojo! Pero allí estaba Messi, quien lentamente se fue interiorizando de que Argentina tenía grandes jugadores, tenía brillantes entrenadores, tenía “equipo”, pero faltaba el héroe.
Luego, en cientos de lugares del mundo se percibe un apoyo poco habitual a la Selección Argentina. ¿Por qué? ¡Porque allí hay un héroe! ¡Un caudillo que magnetiza corazones, que despierta intensas inspiraciones!
Sí bien no me interesa el cholulaje farandulero de ninguna especie, también suma a la leyenda personal de Lionel Messi su historia de amor con una mujer, dama sumamente discreta, aparentemente devota, fuera de todo tipo de escándalos propios de la comidilla y “jaula de las locas” que es el ambiente pelotero argentino, y que lo ha sostenido, apoyado, acompañado con lealtad conyugal prácticamente desde su adolescencia (según se dice y quiero creer que es así pero no olvidemos el refrán “caras vemos y corazones no sabemos”). Su nombre es Antonella Roccuzzo y muchas veces conmueve a los televidentes ver a la Señora de Messi abrazada a sus tres hijos, casi colgados de ella como lindos monitos, mirando los partidos de su padre.
Pero todavía falta un elemento más en la ecuación de este atleta que nació con problemas de crecimiento y algo de Asperger como ya señalamos para luego escalar hasta la cumbre del heroísmo, aunque sea en algo tan trivial como lo deportivo. Hace no mucho tiempo le preguntaron en una entrevista cuál era su secreto para jugar tan bien al fútbol, “¿cómo hacía para llevarla tan pegada (la pelota al pie)?”, y la respuesta de esa pulga titánica fue:
¡Nació para desparramar talento!
En la Antigua Grecia ya se admiraba a los hombres formidables, sumamente heroicos, celebrados siempre, en todo lugar y tiempo (salvo en la era de la decadencia). Había “héroes de la Patria”, “héroes de la ciencia”, “héroes de la filosofía”, “héroes de la pluma” y por supuesto, también estaban los “héroes del atletismo”, que eran venerados como seres dignos de ser imitados. Claro que los Antiguos Griegos sabían poner a las cosas dentro de su adecuada proporción y justa perspectiva. Los deportistas eran solo eso, deportistas. Mientras que los grandes líderes de naciones, o los maestros de la filosofía, alcanzaban otro tipo de ribetes. Pero no cabía duda alguna de que todos ellos, independientemente de la disciplina de la que provengan, eran verdaderamente grandiosos y vistos como “descendientes de los dioses”, que no es poco decir.
Lo que sí queda claro y es una patente diferencia respecto a nuestros días, es que los héroes de la antigua Grecia no eran gentes creadas a fuerza de propaganda y marketing. En la actualidad estamos repletos de falsedades, de productos manufacturados a la hechura de los intereses corporatocráticos y globalistas de hoy.
¿Dar un ejemplo? Pues que nos presenten a un Murray Rothbard como una “luminaria intelectual” siendo que sus obras rezuman mediocridad ajustada a la degradada y despreciable civilización occidental en la que vivimos. Leer uno solo de sus párrafos nos demuestra que ni la prosa de Esquilo, ni los versos de Homero, ni la filosofía de Aristóteles han dejado marca alguna en la presunta inteligencia de Rothbard. Pero allí lo tenemos, como a otros tantos fabricados por la “mano invisible” del globalismo liberal, erigido en una especie de tótem del pensamiento dizque “profundo” de nuestra época, difundido a los cuatro vientos por medio de las usinas propagandísticas del sistema.
Y sin embargo, en el fútbol como en el deporte en general, aunque también el libre mercado intenta hacer lo suyo y contaminarlo todo con su vulgaridad deshumanizante, con arreglos de partidos, con empresarios vendedores de “paquetotes”, con periodistas digitados para repetir consignas vacuas y aplaudir mil sinsentidos, con los mismos grandes medios de prensa que falsifican eternamente la historia, lo cierto es que a un Lionel Messi “no se lo puede inventar”.
Como “La Pulga” personalmente ha dicho, el único ser en el Universo que “Es El que Es”, el Divino Geómetra llamado en arameo Yahvé, fue quien le concedió el don para que destaque como pocos en el mundo en esa sencilla y nimia actividad de esparcimiento llamada balompié. Por supuesto que el astro argentino tuvo inmensos apoyos de sus padres, de sus clubes, de sus médicos, de su devota y leal esposa, etcétera y etcétera. Pero todo ello forma parte de la acción del mismo Divino Geómetra que otorgó a Lionel Messi la posibilidad de explotar un don y compartir, al menos en la pequeñísima e insignificante medida que es el ámbito futbolístico, la cualidad divina de “ser el que es” en lo referente al manejo iluminado que tiene del balompié, pasión de multitudes. Y Messi, ese atleta titán tocado por Dios, en todo momento nos recuerda que la Gloria procede del Altísimo.
¡A los héroes no se los inventa! ¡Los héroes “SON LO QUE SON”!
Y todo heroísmo, sea en cosas pequeñísimas como el fútbol o asuntos inmensos como la santidad de las virtudes más elevadas, es propiedad privada y absoluta del Divino Geómetra, quien parte y reparte a los hombres según su Voluntad.
El mundo entero explota en aliento cuando ve la historia de Lionel Messi, un pequeño que se hizo gigante por medio del deporte. ¿Por qué? Pues porque los seres humanos, que tenemos la nobleza en el corazón recibida por el Espíritu del Creador, sabemos que los grandes hombres “son lo que son” porque existe Alguien todavía más grande que así lo quiso. Y en la era decadente en la que nos toca vivir, en la que no solo escasean los héroes sino que el sistema se encarga de falsificar la historia y decirnos que “ellos no existen” (sutil manera de afirmar a su vez que Dios no existe), nosotros podemos ver con nuestros propios ojos cómo nos mienten alevosamente y responderles con todas las fuerzas que los héroes “sí existen”, los Santos “sí existen” y por añadidura, tal y como lo afirmó el más brillante futbolista de nuestra época, Lionel Messi, “toda la Gloria es de Cristo, EL QUE ES”.
“La Pulga” ya ganó, sin importar el resultado del partido entre Argentina y Francia que se dará el domingo siguiente (mi apoyo va nuestros queridos vecinos y hermanos menores argentinos, desde luego, por varias razones). Heroísmo triunfante, heroísmo trágico, da lo mismo que igual. ¡Messi y todos sus admiradores ya ganaron!
Los héroes “son lo que son” y no se los puede inventar. Y mientras sigan existiendo, al menos en cosas tan chiquitas como el fútbol, las esperanzas siempre estarán intactas para la humanidad entera.