Recientemente debatí con la viceministra de Educación, Zulma Morales, sobre la “Transformación Educativa”, esto en el contexto de la cátedra de Deontología Jurídica del último año de la Carrera de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción, asignatura a cargo del Prof. Dr. Marco Aurelio González. En el debate la viceministra intentó argumentar que los fondos utilizados para la tan controversial “Transformación” no eran totalmente proveídos por la Unión Europea, sino solo parcialmente, y que afectaban a la merienda escolar, los kits escolares y el mantenimiento de las aulas. Ella pensaba que ese sería el reclamo central en aquel debate, debido a que era el argumento central que sectores provida-profamilia habían reclamado. Pero se equivocó.
El debate más fundamental en este asunto de la Transformación Educativa no ha sido abordado aun, y esto debido a que las buenas intenciones de ciertos sectores conservadores y provida no bastan. Es preciso formular todas las argumentaciones desde una sólida filosofía moral y política. A continuación, describiré mi argumento en aquel debate, y lo que desde la Fundación ISSOS para la Libertad y el Desarrollo consideramos lo medular en este tema. Comenzaré con una serie de preguntas que irremediablemente llevarán a unos axiomas, o verdades autoevidentes, que conducirán el análisis a una conclusión inevitable. Entonces usted amable lector verá con sus propios ojos la inmoralidad que representa la “Transformación educativa”; y haré todo esto esto sin decir “Unión Europea”, “George Soros” o “Ideología de género”. Comencemos.
¿Cree usted que se puede educar por medio de la violencia? ¿Existe moralidad alguna que sostenga que se puede educar por medio de la coacción física? ¿Educaría usted a su hijo, a su pequeña hija por medio de la violencia periódica, sistemática y regular? Estoy seguro que cada padre o madre de familia respondería con un rotundo NO. No es moral educar por medio de la violencia. Entonces estamos de acuerdo con este axioma fundamental: no es moral educar por medio de la violencia, el sometimiento, la coacción o la coerción.
Ahora, sabe usted, amable lector ¿qué es el Estado? Utilizaré la definición clásica de Max Weber, padre de la sociología moderna. “El estado moderno es, dentro de determinado territorio, un grupo de personas, que se arrogan el monopolio de la violencia física, considerada “legítima” por el resto”. Entonces el Estado es un monopolio: el monopolio de la violencia física. El Estado posee la policía, el ejército, las armas y se maneja por medio de decretos arbitrarios, normas, regulaciones y otras coacciones de tipo institucional. Nadie puede hacer lo que el Estado prohíbe, so pena de ir preso, ser multado o sometido.
Ahora, ¿quién decide qué se enseña o que no se enseña en las escuelas y colegios de todo el territorio nacional? El Ministerio de Educación y Ciencias (MEC), o, en otras palabras, el Estado. Debemos reconocer esta verdad fundamental: que en el Paraguay no existe libertad para educar, es decir, establecer mallas educativas abiertas. El Estado, lastimosamente, posee también el monopolio de la educación y ninguna institución “educativa”, sea estatal, privada o subvencionada puede arrogarse la libertad de elaborar un curriculum alternativo a lo que el MEC mande.
Estamos preparados ahora para entender la inmoralidad nuclear que incorpora que el Estado pretenda imponer la agenda de la “Transformación Educativa” a todos los paraguayos. Convenimos en que educar a través de la violencia es inmoral, y, sin embargo, ustedes y yo, todos, tenemos que hacernos responsables por este fracaso: hemos concedido que el Estado, el monopolio de la violencia física, ostente el monopolio de la educación. Esa es una incoherencia insalvable. ¿Cómo podemos justificar tal atropello? ¿Cómo podemos siquiera dormir tranquilos sabiendo que la bota militar estatal es la única encargada de educar las frágiles mentes infantiles de nuestros pequeños hijos e hijas? Mussolini, Hitler y Stalin estarían orgullosos de ver que sus anhelos de un Estado educador, que busca “formar” al “nuevo hombre” paraguayo sigue vigente aun en proyectos como “la educación pública y gratuita” o la “transformación educativa”. Este es un llamado a la responsabilidad personal, porque nosotros, cada uno, hemos consentido que esta inmoralidad _la educación llevada adelante desde un centro de poder llamado Estado_, se establezca, crezca y se arrogue el derecho de inculcar valores, principios y actitudes en nuestros hijos, a medida que claudicamos en el más fundamental de nuestros deberes.
Seamos lógicos ahora, y veamos que estamos frente a un atropello a la razón y a la moral de magnitudes insalvables, que no podemos enfrentar a menos que escuchemos el llamado de nuestra consciencia. El argumento es este:
Premisa primera: Educar con violencia es inmoral.
Premisa segunda: El Estado es el monopolio de la violencia física.
Conclusión: Por lo tanto, la educación estatal es inmoral.
Este es el debate de principios que no existió en esta discusión pública, llena de buenas intenciones, pero sin considerar el fondo de la cuestión en términos morales y políticos. Es el debate que denunciamos desde la Fundación ISSOS. Una lucha que venimos dando desde hace siglos los liberales clásicos. Por eso Fréderic Bastiat decía: “El Estado no debe enseñar, sino que debe permitir enseñar. Todos los monopolios son detestables, pero el peor de todos es el monopolio de la educación”.