Por Juca Fevel
El siglo XX fue caracterizado por la edificación y solidificación de la utopía colectivista, las sociedades inician un giro hacia la demanda de derechos “donde hay una necesidad hay un derecho”, las escuelas, universidades, los medios de comunicación, la cultura, la farándula, la política, la justicia, el deporte y los profesionales tanto en las áreas de la ciencias sociales como los de las ciencias exactas se ven persuadidos por las ideas socialistas negando el poder positivo del capitalismo y el valor de la libertad individual.
Este sueño colectivista marca diferencias con las ideas de la libertad y el ser individual, veamos “Algunos paralelismos entre el socialismo y las ideas de la libertad: El socialismo crece y se reproduce en la pobreza, por lo tanto genera pobreza tanto en lo intelectual (no cuestionan nada) y material (generan dependencia). Las ideas de la libertad nacen, crece y se reproduce generando riqueza, por lo tanto genera riqueza tanto intelectual (cuestiona, piensa, idea, avanza) y material (tecnología arte, cultura, etc). El socialismo genera esclavitud, hay un solo discurso (castigo y silencio para el que cuestiona y piensa diferente). Las ideas de la libertad generan nuevas ideas (hay libertad de pensar, de crítica y de acción). Para el socialismo la libertad depende de lo que otorgue el estado. Para los que defienden la libertad, esta recae en la responsabilidad del individuo”.
Jorge Soley comentó “Este sueño colectivo se ha atrevido a imaginar un mundo social aliado con la felicidad personal, y ha prometido a los adultos que su realización estaría en armonía con la superación de la escasez”.
Fedro nos trae la historia de Esopo quien soñó que Fortune destrababa su lengua curando su tartamudez. Fue comprado por un comerciante de esclavos, así llega a casa de un filósofo de Samos, Xanthos, con quien compite con trucos y ocurrencias, y contra quien lucha incesantemente, un día el griego Xanthos quiso agasajar a algunos visitantes, ordenó a Esopo, quien era su esclavo, a comprar en el mercado el mejor alimento que encontrase. Esopo le trajo lengua, Xanthos le pregunta por qué le trajo lengua a lo que él le explicó, que en ella se fundamenta «el vínculo de la vida civil, la clave de la ciencia, el órgano de la verdad y la razón». Tiempo después, el mismo Xanthos volvió a mandar a Esopo al mismo mercado, con el encargo contrario de comprar el peor alimento que encontrase. Esopo volvió a llevarle lengua, le afirmó, es «la madre de todas las discusiones, la nodriza de los juicios, la fuente de las divisiones y las guerras».
La lengua cumple un rol fundamental en el proceso de sociabilizar y desarrollar nuestra potencialidad como seres humanos. El doctor y escritor español Mario Alonso Puig hablando sobre la lengua nos dice “El lenguaje no solo describe la realidad, sino que además es capaz de crearla. Nuestra forma de hablarnos a nosotros mismos afecta tremendamente a nuestra manera de relacionarnos con el mundo”.
El lenguaje tiene varias facetas, es potente, es maleable y en el proceso de comunicar se puede usar para ocultar mensajes o darles visibilidad a otros, en resumen es un recurso ideal para acumular poder, y el poder en política es todo, el hombre desde el principio de la civilización ha buscado dominarlo, la historia está llena de tiranos y de polonios, aquellos lisonjeros y aduladores del poderoso que buscan manipular el lenguaje para fines personales como así también ideológicos.
La historia nos muestra que los tiranos han buscado legislar en contra de la palabra eliminando a quienes expresen ideas contrarias a su razonamiento o interés.
La cancelación siempre ha estado presente en la historia política solo los métodos han cambiado y se ha transparentado gracias a los medios de comunicación masiva.
Desde el final del siglo XX el mundo se está volviendo más distópico. 1984 de George Orwell se ha vuelto una especie de profecía de lo que los estados totalitarios buscan. George Orwell nos habla de cuatro ministerios: ministerio de la verdad, ministerio de la paz, ministerio de la abundancia y ministerio del amor. Orwell sabía de la manipulación del lenguaje, como se manipulaba a la población desde esos ministerios. El ministerio de la verdad se encargaba de la manipulación del lenguaje a tal punto que llegaba a decir exactamente lo contrario de lo que debería decir, el ministerio de la verdad buscaba desvirtuar la realidad.
La historia nos enseña la relación entre el totalitarismo, el lenguaje y la manipulación, el marxismo leninismo manipuló el lenguaje y lo usó como un instrumento político, el bolchevismo creó el término “Agitación y propaganda”, el propósito no era educar o informar sino era justamente agitar y divulgar; la mentira se convirtió en un arma que la revolución usó, entendieron que determinadas palabras podían servir como una mordaza y censura del que pensaba distinto, palabras como pequeño burgués, lacayo, fascista, servían para silenciar, denigrar o argumentar una muerte social y política , o más aun, la muerte física.
El populismo, el neo marxismo, el progresismo, el indigenismo, la ideología de género son la mutación del marxismo duro, del régimen Cubano, del gobierno Chavista, Los Ortega, Los Morales, los Lula, Los Kirchner, han buscado y buscan edificar esos ministerios orwelliano como si fuesen pilares donde se asiente un gobierno, donde el ejercicio de la violencia será el modus operandi del totalitarismo. Pero la cultura de la cancelación es algo más que separar al disidente, lo que realmente busca crear es un nuevo mundo, un nuevo paradigma, un nuevo sentido común, tal como Gramsci lo propuso, “»La conquista del poder cultural es previa a la del poder político, y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Por eso es vital para ellos cambiar el lenguaje.
Una variante de este proceso de cancelación es la idea del relativismo, idea que comienza a instalarse a partir de la Escuela de Frankfurt, desde los años 30 un grupo de intelectuales se reunían filósofos, sociólogos, economistas y psicólogos, todos ellos interlocutores de tres grandes pensadores críticos: Hegel, Marx y Freud. Su influencia género que el relativismo como fenómeno se radicó con rapidez en Estados Unidos y se ha ido extendiendo por todo occidente.
Tan importante es el lenguaje en este nuevo paradigma de la cancelación que cobra importancia lo expresado por el filósofo francés Jacques Derrida llamó a este proceso desconstrucción, observa que el lenguaje es el moldeador del universo y que trataría de desentrañar los posibles errores que habrían sido introducidos en nuestro subconsciente a través del léxico, por lo tanto, la tarea de la deconstrucción debería pasar por desmontarlo todo para probar y revocar las injusticias implícitas que habrían quedado encerradas en la enciclopedia del saber humano condenándonos a repetirlas constantemente. «Deconstruirlo todo excepto las obras de los deconstruccionistas»
Todo parte de una mentalidad utópica, en la que todo está justificado porque el bien que se persigue es superior a los daños colaterales. Esa es su mentalidad dogmática y fanática.
A fines del 2021, 150 personas de la cultura y la intelectualidad como Margaret Atwood , Salma Rhusdie, J.K.Eowling, Naom Chomsky … publicaron un manifiesto denunciando el clima de intolerancia y la cancelación del debate, estos intelectuales pusieron sobre la mesa su rechazo a esta nueva cultura de la cancelación que viene como consecuencia del avance de la tecnología, empresas que dominan las comunicaciones y que han superado a los gobiernos nacionales y disfrutan de un solapado monopolio del mundo digital.
Lo observamos día a día, cuando una persona dice algo que “ofende” rápidamente desencadena una reacción que busca cancelar a esta persona a través de las redes sociales, luego llegan las llamadas públicas para silenciar o eliminar su prestigio en la sociedad. La cancelación es un arma disuasoria muy eficaz lo que hace que el criterio incontrolable de las empresas que dominan el universo digital sea tan importante.
La evolución natural de la cancelación es la “ley del odio”, el ejemplo perfecto es el régimen tanto chavista como el del gobierno de Maduro, cuya intención es amordazar, silenciar a periodistas, profesionales, opositores y ciudadanos decepcionados. Usaron primero la propaganda, luego se volvió en una especie de culto por la “paz”, luego vino la ley, afectando la constitución, así el 8 de noviembre del 2017 se aprobó una ley constitucional contra el odio por la convivencia pacífica y la tolerancia.
Esta nueva ley contra el odio, se convirtió en su arma, así por ejemplo el diputado Fredy Guevara se vio obligado a buscar refugio en la embajada de Chile en Caracas por las amenazas que sufría por parte del gobierno de Maduro lo había dejado a la intemperie al retirarle su inmunidad parlamentaria al acusarlo de instigar a la población con sus críticas. Una mordaza no sólo contra aquellas voces que se elevaban para cuestionar los crímenes del gobierno -explicitadas por la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH)- sino incluso contra los ciudadanos de a pie que se animaban a criticar la gestión de los servicios públicos, la escasez de gasolina o las pobres políticas sanitarias en medio de la pandemia por COVID-19. La respuesta del régimen a esos reclamos legítimos fue la misma durante estos años: la represión, las amenazas, la prisión y la inyección de miedo, siempre amparándose en la “ley del odio”.
Esta ley permitió que los funcionarios chavistas señalaran a aquellos que expresaban sus descontentos por la situación que atraviesa el país, Las acusaciones por odio se han posicionado en Venezuela de forma progresiva.
Aquellos que han osado levantar su voz para denunciar aquello que los aqueja, estos ciudadanos han sido intimidados, acusados, amenazados y procesados por delitos de odio, la “ley del odio” de Maduro ha permitido “perseguir e intimidar a medios de comunicación, periodistas, religiosos, trabajadores de la salud, empleados públicos y hasta ciudadanos comunes por hacer valer su derecho a la libertad de expresión y opinión, creando de forma progresiva un ambiente de autocensura generalizado”.
He allí la importancia que debemos darle para que esta supuesta Ley contra el odio no sea efectiva en otros países en América Latina.
La ideología que hay detrás de la cultura de la cancelación es contraria a la igualdad de derecho ante la ley, «Toda esta ideología parte de la base de que cualquier relación social está sometida a dinámicas de poder históricas e injustas que es necesario compensar».
La gracia de la cultura de la cancelación es que tampoco pretende aplicar la ley con todo. Sólo la quieren para casos extremos lo que persiguen es que su ideología quede perfectamente interiorizada en la mente de la gente y que lo que rija sea la autocensura.
Lo que ha quedado claro a lo largo de la historia es que los métodos totalitarios causan un gran daño, dominan a una sociedad y dejan huellas profundas pero son incapaces de apagar la llama de la disidencia. Es mucho más eficaz lo pacífico, porque es más fácil que sea asumido por la gente sin protestar.
«El riesgo de la demagogia siempre está ahí. Siempre hay espacio para que llegue otro demagogo que sustituya las mentiras actuales por las suyas propias”. Pero es imposible engañar a todos todo el tiempo, la gente todavía tiene ojos para ver y oídos para oír.
La censura es un fenómeno que pertenece a la vida pública, y el estudio de la misma se extiende a varias disciplinas, entre ellas el derecho, la estética, la filosofía moral, la psicología humana y la política (la política en el sentido filosófico, pero más a menudo en el sentido más limitado y pragmático del término). Aunque en el papel la cultura de la cancelación parece que su intención es buena, es una tendencia tóxica que no llevará a ningún lado. Aunque algunos señalan que no se trata de censura sino de establecer límites al discurso discriminatorio y de odio.
“¿Por qué es inaceptable penalizar la disidencia? Es inútil porque el que piensa distinto va a seguir pensando distinto por más que se le imponga una pena. Es peligroso porque hay riesgo de que la herramienta de la sanción penal se use para empezar a cazar opositores, equivocado ya que si a alguien se le impide pensar o explicar ciertas ideas a través de la amenaza de la fuerza, tenderá a reafirmarse, y otras personas pueden empezar a encontrar esas ideas atractivas. Es injusto: las personas tienen el derecho a pensar lo que quieran; lo que hay que hacer es tratar de persuadirlas. Es jurídicamente indebido: los problemas sociales y morales no merecen atacarse a través del derecho penal, que debe ser un último recurso ante casos extremos. Es instrumentalmente errado: el Estado tiene a mano medios más promisorios y menos costosos en términos de violencia. Y, sobre todo, el imperecedero argumento “escalonado” de J. S. Mill: no somos infalibles; ellos pueden tener una porción de la verdad; y aún si equivocados por completo, necesitamos su desafío para no sostener lo que decimos como un dogma”.
Foucault hablando sobre el lenguaje nos dice “tenemos que recordar que lo que se -permite decir- produce efectos reales sobre las vidas”
Lo que debemos defender y dejar en claro es que la libertad de expresión resguarda la difusión de ideas que puedan ofender a una parte o la mayoría de la sociedad. La libertad de expresión política goza del máximo nivel de protección que ofrecen las constituciones nacionales y los organismos internacionales, por lo que dicha limitación se enfrentaría a una presunción en su contra que solo podría superarse justificando que existe una “necesidad social especialmente imperiosa” de criminalizar dicha conducta, algo que no concurre.
Cierto es que la libertad de expresión es fundamental, pero nos engañamos si creemos que no hay que poner límites para defenderla, y esos límites deben partir desde lo ético, recordar que se debe respetar el derecho del otro, que se debe defender las libertades civiles y se debe definir con firmeza los verdaderos enemigos de la libertad: el totalitarismo duro y las expresiones del totalitarismo blando como el populismo, el neo marxismo, el progresismo, el indigenismo y la ideología de género, así como otro tipo de corrientes en las que la figura del individuo no goza de plenas libertades.
Justamente dos principios que se entrelazan en la filosofía liberal son la libertad y la tolerancia, pilares esenciales que permiten la protección de la propiedad privada y la libertad de asociación.
Debemos recordar que muchos sistemas como la democracia representativa o los principios republicanos están basados en las doctrinas liberales y no en filosofías totalitarias.