En octubre del 2003, yo era un muchacho de 23 años que se encontraba realizando sus primeros pasos laborales. Mientras yo, junto con varios de mi generación, me ocupaba de comenzar una carrera profesional, otros de mis contemporáneos diseñaban siniestros planes. Y es que desde finales de la década de los noventa el Foro de Sao Paulo había infiltrado las universidades bolivianas con un único fin: montar a Evo Morales en el poder.
Parte de su estrategia consistía en poner a Gonzalo Sánchez de Lozada (Goni) como la representación absoluta del mal.
Recordemos que Goni estuvo detrás del equipo que en 1985 estabilizó la economía boliviana y salvó al país de caer en la hiperinflación más alta del mundo. Pero los bolivianos no le perdonaron que para eso haya tenido que cerrar la CONMIBOL (una empresa ineficiente y parasitaria), y relocalizar a millones de trabajadores mineros.
Ahí entran los universitarios. Pues, movidos por una publicidad engañosa, empezaron su campaña a favor de Morales y sus secuaces. Además, que en muchos casos pasaron a engrosar las filas de las pandillas que desde el año 1991 causaban intranquilidad en Bolivia. Obviamente, muchachos nada entrenados eran presa fácil de los equipos antimotines de la Policía Boliviana. Sin embargo, ese era el verdadero objetivo de los estrategas castristas. Puesto que necesitaban heridos y muertos para fortalecer su narrativa de un gobierno «opresor» del pueblo.
Los pocos que advertíamos sobre la trampa y los verdaderos operadores detrás de Evo Morales, Felipe Quispe y otros terroristas fuimos siempre tratados de «fachos» y «vendidos» a la embajada americana. Pero la peor parte fue cuando el 2005 tuvimos que presenciar como Hugo Chávez y Fidel Castro lograban poner a su delfín en el palacio de gobierno. Ese día murió la Republica de Bolivia, nació el narcoestado.
Los abusos de poder de Morales comenzaron a las pocas horas de llegar al poder. Cosa que debió llamar la atención de varios soñadores que afirmaban que Evo sería una especie de Nelson Mandela boliviano (ojo, Mandela es otro producto del marketing político que está muy lejos de ser el santo que se piensa). Pero no. Se dejaron llevar por consignas como la «dignidad» y la «soberanía».
Cuando en mayo del 2006 empezó el proceso de «nacionalización». Esos mismos ingenuos volvieron a repetir los eslóganes indigenistas y nacionalistas. De nuevo, quienes advertimos que eso terminaría destrozando la economía del país fuimos catalogados de «tecnócratas» sin visión histórica. Nos sucedió lo mismo cuando el 2013 cuestionamos la sostenibilidad del crecimiento de la economía boliviana.
No obstante, el 16 de julio del presente año se hizo de público conocimiento la indemnización de 105 millones de dólares que el Estado boliviano tiene que pagar al BBVA. Esta nueva derrota se suma a los 700 millones que hasta la fecha el régimen perdió en diferentes procesos de arbitraje internacional.
El propio Evo Morales, durante su visita a Argentina,admitió su total ignorancia en temas de derecho internacional y arbitrajes empresariales, y culpó a sus ministros de los actuales laudos arbitrales. Cosa que no debía sorprendernos. Ya que Evo no es político, sino un dirigente cocalero al servicio del narcotráfico y el Foro de Sao Paulo.
Ahora mismo, la encuesta Delphi 2022 refleja que el 40% de los encuestados tienen su mayor preocupación en la crisis económica con el aumento de pobreza. Mientras que el 39,2% apunta contra la manipulación permanente del sistema judicial por parte del Ejecutivo como el segundo aspecto de la crisis más preocupante para el país.
Sin embargo, los operadores mediáticos del régimen, entre ellos, el propio ministro de economía, intentan mostrar una estabilidad económica. Empero la realidad acaba tirando por los suelos las consignas que repetían, y en muchos casos todavía repiten, los defensores del «primer» gobierno indígena de Bolivia.
Realmente ¡Pobre país!