El mes de junio de 2022 ha resultado ser histórico para los movimientos conservadores a nivel mundial. Puesto que la anulación de la resolución del caso Roe vs Wade marca la victoria más importante para el movimiento provida en los últimos cincuenta años. Sin embargo, la arremetida del otro lado será intensa.
En marzo, la Organización Mundial de la Salud publicó sus directrices sobre los llamados «derechos reproductivos». Entre las recomendaciones está la proteger el «derecho» al aborto. Además, frenar los obstáculos generados por aquellos galenos que se adhieren a la figura de objeción de conciencia.
La guía para la atención del aborto textualmente dice: «Si resulta imposible regular la objeción de conciencia de forma que se respeten, protejan y cumplan los derechos de los solicitantes de aborto, la objeción de conciencia en la prestación de servicios de aborto puede llegar a ser indefendible. Que la obligación de derechos humanos de garantizar que la objeción de conciencia no obstaculice el acceso a una atención del aborto de calidad».
La OMS pretende legislar por encima de los Estados. Con lo cual, la soberanía de los países quedaría reducida a, en el mejor de lo casos, una simple oración escrita en sus constituciones. Asimismo, en el mismo escrito, la organización recomienda eliminar los tiempos de espera, la autorización de otras personas, y la despenalización total del aborto, incluso sin limite gestacional.
La OMS está detrás de políticos proaborto a lo largo de todo el mundo, por ejemplo, Irene Montero (España), Francia Márquez (Colombia) y Andrea Barrientos (Bolivia). El trabajo de estos delfines consiste en hacer lobbies para, mediante la figura de acuerdos internacionales, modificar las leyes que protegen al nonato.
Al respecto, el doctor Julio Tudela Cuenca, director del Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia, en una entrevista para Infovaticana, expresó lo siguiente: «Resulta difícil de explicar que la Organización Mundial de la Salud, organismo internacional referente en el establecimiento de políticas dirigidas a preservar y promover la salud de la población, defienda sin ambages el exterminio de la población más vulnerable (los no nacidos) a través del aborto sin límites. Lo defiende y lo promueve supeditando la concesión de ayudas a la aceptación de sus postulados contra la vida. No es posible la salud, que el organismo debe defender, sin la vida. Los no nacidos también tienen derecho a la salud, por lo que, primero, tienen derecho a la vida. De hecho, desde algunos sectores utilitaristas se reclama el derecho al infanticidio, es decir, terminar con la vida del neonato hasta determinado momento fijado arbitrariamente. Provocar la muerte de un ser humano tiene la misma carga moral independientemente de la edad de la víctima, de si ha nacido o no, o del mes de gestación».
Definitivamente, el mundo está al revés. Pues quien, en teoría, debería proteger la salud promueve el homicidio en vientre materno. Parece que la OMS quiere deshacerse de todos.
Empero, la OMS no es la única promotora del aborto. En un artículo de la fundación de Soros ―que el mismo filántropo compartió en sus redes sociales― señala que el fallo que dejó sin efecto al Roe vs Wade es un «asalto» hacia las mujeres y a la «democracia global». También en el texto se celebran que Argentina, México y Colombia hayan abierto sus legislaciones al aborto legal.
En el fondo, la batalla por la vida refleja dos cosmovisiones. De un lado están quienes ven al ser humano como un virus desechable, apoyados por una posición neomalthusiana de la naturaleza. Del otro aquellos que consideramos que todos los seres humanos, independientemente de su origen y forma de concepción, son valiosos. La cultura de la vida versus la promoción de la muerte.