Luego de seis semanas de un juicio durísimo en muchos aspectos y a horas de que sea dado el veredicto del mismo, hay algunos aspectos o enseñanzas que, a mi criterio, deberían ser destacados:
Todo comenzó cuando Amber Heard denunció a su ahora ex esposo, Johnny Depp por “abuso emocional, verbal y físico excesivo”, además de “agresiones furiosas, hostiles, humillantes y amenazantes” y como es habitual en estos tiempos del Mee Too, nadie cuestionó ni una palabra de la actriz, nadie pidió una sola prueba de sus afirmaciones y “como corresponde”, condenaron a Depp al ostracismo, al escarnio público y la lapidación mediática en nombre de la corrección política.
Seis años después, Depp, cansado del virtual exilio decidió poner punto final a la aventura de Heard y salió a contar SU verdad, que a todas luces resultó ser LA verdad.
Durante este proceso salieron a la luz muchas situaciones violentas, donde la constante era Heard acosando física y emocionalmente a Depp, quien a pesar de ser más grande en muchos sentidos, no reaccionaba de la forma que Heard hubiese querido.
Mientras que ella no pudo sostener con pruebas ni una sola de las acusaciones, él, por el contrario, presentó imágenes, partes médicos, testigos, supimos que las fotos de Heard fueron editadas, supimos de Heard apagando un cigarrillo en la cara de Depp, supimos de Heard defecando sobre la cama de Depp, de las infidelidades de la actriz, de las lesiones provocadas al actor y muchas cosas más; incluso un audio donde Heard reconocía haber golpeado a Depp pero que nadie le iba a creer “porque era hombre y blanco”, dejando expuesta la retorcida mente de la sociedad en la cual nos toca vivir.
Aunque espero equivocarme, probablemente el jurado no reconozca la verdad ni si se la refriegan en la cara porque el trabajo ya está hecho: Mujer buena, hombre malo… aunque se trate de una manipuladora del calibre de Amber Heard. Aun así, Johnny Depp ya ganó.