La semana pasada publiqué un artículo sobre el inminente default de la economía boliviana. Varios lectores comprendieron la dramática situación del país. Sin embargo, otros se niegan, se negaron, y se negarán a ver la realidad. En este grupo se encuentran los que me insultaron ―cualquiera es valiente detrás de un teclado― y también quienes, educadamente, afirmaron: «Usted está equivocado. Durante el gobierno de Evo Morales la economía creció como nunca antes en la historia».
Al leer a estos últimos, recordé a varios empresarios argentinos que afirmaban lo mismo justo antes que su país entrara en una de las tan recurrentes crisis de las últimas décadas.
¿Cuáles fueron las causas para que Argentina esté sumergida en un hoyo tan profundo?
El país estaba viviendo del crédito. La hecatombe llegó de la misma manera que llegará a Bolivia: cuando el dinero en efectivo ya no alcance y nadie quiera prestarnos.
Ahora mismo, muchos bolivianos creen que lo insostenible se hará sostenible, o que a nosotros no nos pasará nada, porque Bolivia es «diferente».
Empero la economía es una ciencia porque tiene postulados que son universales, y aplicables a individuos, familias, empresas y gobiernos. Uno de ellos nos dice que si gasto más de lo que ingresa ―además, de abusar del crédito― voy a quebrar. Por ende, Bolivia, por mucho que lo neguemos, no está exenta de las leyes económicas.
Los empresarios que proveen bienes y servicios al Estado son quienes primero se han percatado de los problemas económicos del gobierno boliviano, eso incluye gobernaciones y alcaldías, porque son ellos quienes no están pudiendo cobrar los montos adeudados. Por ejemplo, el 2018, el presidente de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), Ronald Nostas, en una entrevista al diario digital Eju.tv, sostuvo lo siguiente:
La Cámara Boliviana de la Construcción nos ha informado que prácticamente en todos los departamentos hay problemas con el pago de obras públicas ejecutadas por empresas nacionales, lo que les genera un grave perjuicio, al igual que empresas de otros rubros que están pasando por la misma situación.
De la misma manera, en junio del 2020, el Directorio de la Cámara Boliviana de la Construcción (CABOCO), exigió una solución inmediata a la deuda acumulada con el sector de Bs 2.000 millones. El no pago correspondía a planillas impagas de proyectos de inversión pública ejecutados tanto en el nivel central y las entidades subnacionales como son las gobernaciones, municipios y universidades.
El gobierno puede aminorar los problemas que se avecinan. Especialmente, bajando sus gastos y dejando de endeudarse. Pero no lo hace ni lo hará. De hecho, en febrero pasado, colocó 850 millones de dólares en Bonos soberanos. Al respecto, Gabriel Espinoza (exdirector del Banco Central de Bolivia), en una entrevista para la red televisiva UNITEL, expresó:
Bolivia ha tenido que dar tres concesiones, pues no podía colocar los bonos. Ha subido la tasa de interés, ha bajado el plazo de colocación de bonos, y ha subido el valor de los bonos, y aun así no ha podido llegar a los dos mil millones de dólares. La mayor parte de los bonos fueron adquiridos por las AFPS que operan en Bolivia, así como por entidades financieras del país. Este año vamos a pagar cerca de 700 millones de dólares en deuda soberana, además de la que se ha reprogramado y esto va a ser creciente en el tiempo.
Resulta paradójico, por no decir fatal, que el gobierno esté usando los recursos de los trabajadores para financiar un enorme aparato político y burocrático. Una prueba más que el socialismo es, al final del día, sólo un saqueo.
La economía no miente, pero los políticos sí. Ahí radica la madre del cordero. Pues cuando el espejismo del crédito se termine, y haya que pagar las cuentas, el MAS va a trasladar la factura al ciudadano de a pie.
¡Dueles Bolivia!