El 11 de abril de 2022 se inició un juicio oral y público de alto impacto entre dos actores de Hollywood que dieron muchísimo que hablar por sus intimidades y escándalos. Desde luego, nos referimos al Sr. Johnny Depp y a la Sra. Amber Heard. No es que nos interese el cholulaje en sí mismo, pero el asunto nos abre la puerta para tocar un par de temas.
Esto de los chismes y chimentos es una más de las cosas tan degradantes y degeneradas que forma parte del mundo posmoderno. Nació de los viejos tabloides ingleses, cuándo no. En la llamada “Era Victoriana” de las fétidas humaredas en condiciones infrahumanas, mientras morían de hambre millones de irlandeses en nombre del darwinismo social y utilitarista del liberalismo británico (antecesor ideológico del nazismo, sea todo dicho), los aristócratas ingleses, mientras iban de putas durante las frías noches en los burdeles sórdidos de las malolientes callejuelas londinenses de la época, enrostrando por supuesto, sus “Seville Row” con bombines encopados y paraguas colgando del brazo para aparentar caballerosidad y respetabilidad, con ese hipócrita aire de superioridad moral que siempre transmitieron por medio de su propaganda más que nada, en la mañana siguiente largaban sus risitas fingidas al leer las columnas del “gossip” o “chimento” que publicaban en los periódicos de todos los rincones y ubicaciones del espectro político. Eran traperas humoradas de los dizques “gentleman” apuñalándose entre ellos. Cuenta la leyenda que la primera columna de chismes oficialmente establecida se lanzó en “The Ilustrated London News” el 16 de marzo de 1850. ¿Les podía extrañar que esta perversidad, más que nada por lo vicioso y panfletario, surgiera de la Inglaterra Victoriana? Pues eso. Añadamos otro “delicatesen” que nos ofrendaron los señores de la teocracia anglicana, aquí ya con participación estadounidense para que la cosa se haga de manera mucho más estandarizada y pum para arriba: la famosa “page 3” de los tabloides posmodernos londinenses, en donde aparecían modelos semi desnudas hablando de sus romances con futbolistas, actores, mequetrefes de toda laya, etcétera. ¡Esa es la civilización que nos trajeron a cañonazos!
Claro que a todos les gusta ver a mujeres hermosas. Las damas, para envidiarlas y los caballeros, para desearlas. Así, el éxito estaba servido en bandeja en favor de los que idearon el indecente entretenimiento de mostrar a bellas doncellas en trapos menores, para todo lo demás, existían los ideólogos del liberalismo y de los falsos dogmas del libre mercado, que se encargarían de encontrar las pretendidas justificaciones para ello, que al fin y al cabo no son sino sofismas porque de allí, solo había que dar un paso más para la pornografía de consumo masivo y el “Only Fans”. Total, donde hay una necesidad habrá una oferta y alguien con ganas de pagar: he aquí la única ética del “libre mercado”.
Pero bueno, fue la prensa de tabloides de mala muerte de Inglaterra la que empezó a ventilar los supuestos “abusos” que Johnny Depp habría cometido contra la bellísima fémina Amber Heard. Sí, bellísima, al menos en la apariencia física (aunque ahora está desgastada, demacrada, muy toqueteada). Se dijeron miles de cosas al respecto y por supuesto que el Sr. Depp procedió a demandar a los periódicos británicos, acusándoles de que estaban difundiendo viles patrañas, simples mentiras asquerosas que habían destruido su reputación y su carrera. Entonces se dio algo sumamente curioso: fue el supuesto “difamado” el que tuvo que “probar su inocencia” ante las cortes inglesas.
¿Puede demostrarse un negativo? Por supuesto que sí, pero requiere de un criterio intelectual y una altura de principios morales sumamente infranqueable a cualquier tipo de presiones ideológicas o sociales, en la que uno debería encontrarse lo más alejado posible de los dogmas de la posmodernidad. Entre ellos, por supuesto, la supuesta “libertad de expresión” y especialmente, el feminismo.
Como la “libertad de expresión” es un valor dado por sacrosanto en el hipócrita mundo de las democracias liberales homologadas a la manera yanqui-británica, Johnny Depp y sus abogados comprendían que por ese lado no podían atacar a los tabloides británicos, los que tenían la absoluta libertad de publicar el “chimento” que se les pegaba la regalada gana, siempre y cuando se lo presente como “un simple chismecito y ya, nada confirmado, dimes y diretes, no se debe tomar en serio”. Pero se tomó muy en serio, porque vivimos bajo la égida del mundo anglosajón, del puritanismo, la hipocresía y la cultura de la cancelación que solamente en esas tierras podían haber nacido. El mundo anglosajón, en donde los chismes se convierten en verdades de Perogrullo y sin embargo, a nadie le interesa la verdad en sí misma. ¿Y qué ocurrió? Pues que arruinaron la carrera y la vida personal de Johnny Depp. Así de sencillo. De un plumazo, fue borrado estando en el cenit y en el punto álgido de su éxito actoral. ¡Todo por unas columnas de chimentos!
Lo único que le quedaba a Johnny Depp era presentar su caso de manera a ver si lograba, por medio de las públicas simpatías, que su imagen se limpie y se tenga bien en claro qué fue lo que ocurrió en realidad. ¿Qué aconteció? Pues el actor mostró, por medio de evidencias impresionantes como fotografías y hasta grabaciones telefónicas, que en realidad… ¡El abusado era él! Le golpearon, le defecaron en la cama con heces humanas, le apagaron colillas de cigarrillos en la espalda, le rompieron en la cara una botella de vodka y hasta le cortaron el dedo. Así, estoicamente, con unos huevos de acero aguantó el pobre hombre hasta que se hartó y terminaron separándose los actores de manera explosiva. ¿Quizás Depp haya agredido a su entonces esposa? No se puede descartar, pero en los tribunales, hasta hoy, no se encontró evidencia contundente alguna.
Luego, Amber Heard, en el pico del movimiento feminista y del “Me Too” en el que muchas mujeres del mundo del espectáculo denunciaban haber sido violadas o maltratadas en Hollywood y otros lares, se encargó de publicar en un par de columnas de opinión del Washington Post en EEUU que ella también habría sido víctima de abusos y agresiones. La actriz no dio nombres, pero pronto las especulaciones y rumores apuntaron a su ex pareja y los tabloides ingleses hicieron lo demás, acusándolo directamente a Johnny Depp (de nuevo, en forma de chismecito inocentón) de haber sido él quien maltrató y golpeó a su mujer.
¿Qué resolvieron los sabios, justos, sumamente intelectuales y dignísimos jueces de Su Majestad Satánica?
Bueno, pues el feminismo y los dogmas de la democracia liberal van de la mano o como diría Alberto Benegas Lynch, “los liberales somos progresistas”. Era demasiado fuerte admitir que una mujer podía ser capaz de inventar tantas patrañas y a la vez, que los periódicos de Inglaterra tuvieran cierto decoro y moralidad como para no estar difundiendo tales embustes que lograron destruir la vida de un pobre hombre. ¡Los tabloides británicos fueron declarados “inocentes” porque ellos simplemente “publicaron una información que se les había proporcionado” sin hacer juicios de valor al respecto! Y por lo demás, ¿cómo podía “no creerse” en la historia de una señorita tan encantadora, a simple vista, como Amber Heard? “¡Yo te creo, amiga! ¡Me too! ¡Vivas nos queremos!”.
Fue una amarga derrota para Johnny Depp, quien sufre de una desgraciadísima condición, una sola, que hace que en los “civilizados” tribunales del mundo anglosajón las tenga casi todas en contra: es hombre y para colmo, blanco. Y según los dogmas de la posmodernidad, los hombres, todos y sin excepción, son “golpeadores, abusadores, violadores, malvados victimarios y villanos” y las mujeres son “bondadosas, infalibles, siempre víctimas y siempre heroínas, al mismo tiempo”.
Esta historia trae a la mente un tango, que digo tango, tangazo de Roberto Goyeneche, especialmente al mirar en fotografías el rostro de esa “muñeca brava” que resultó ser Amber Heard y también el del pobre Johnny Depp, que quedó como “los mareados” (el tango en cuestión):
“Rara, como encendida, te hallé bebiendo, linda y fatal.
Bebías y en fragor de champagne, reías por no llorar…
¡Qué grande ha sido nuestro amor, y sin embargo, ah, mira lo que quedó!”.
¡Linda y fatal realmente! ¿Qué tipo de macabra brujería le habría hecho Amber Heard para que Johnny Depp le soporte hasta la inmolación? ¿O en qué tipo de diabólica tranza se habrá metido él para haber tolerado todo eso tanto tiempo? Dios sabrá.
Llegamos al juicio que ahora el actor está llevando a cabo contra la actriz, directamente, en los tribunales de los Estados Unidos, es decir, mismo tipo de legislación, misma jurisprudencia, mismo estilo y filosofía jurídica que en Inglaterra, solo que los jueces ya no son (al menos nominalmente) de Su Satánica Majestad.
¿Podría darse algo de justicia en este tema, en el que todas las evidencias demuestran claramente que Johnny Depp fue la víctima y no el victimario? Todo es posible, claro que sí. Pero tengo mis serias dudas. Igual, ese no es el punto. La cuestión es la siguiente. ¡Cuánto daño ha hecho el feminismo, no solo a los hombres sino también a las mismas mujeres!
¡Cuántas mujeres, de verdad, sufren abusos y maltratos pero por culpa de perversas brujas como Amber Heard, sus causas quedarán desacreditadas ante el ojo y las simpatías públicas! ¡Cuántos hombres inocentes han sido triturados por la implacable molienda de las turbas manipuladas por los vientos de la moda y la novedad, de los adoctrinamientos políticamente correctos de la época, siendo juzgados y castigados enormemente en sus dignidades y reputaciones, por no hablar de sentencias judiciales con encarcelamientos incluidos!
El progresismo, por medio de la agenda feminista, se golpeó a sí mismo cuál si fuera una mujer exaltada que se auto-agrede con oscuros fines pero que termina siendo descubierta. ¡Y sí, esto ocurre y es tan antiguo como la prostitución! ¡El famoso caso de la fémina despechada o avivada que se hiere a sí misma y acusa a su pareja, confiando en que el mundo entero la defenderá, pues lo natural en el ser humano es proteger a la que teóricamente, es la más indefensa! Pero la realidad es que, actualmente, en casi todos los tribunales del mundo son los hombres quienes tienen las de perder: pagar pensión alimentaria, perder la tenencia de los hijos, padecer penas muchísimo más elevadas, ser considerados “culpables hasta demostrarse lo contrario”, etcétera. Y para colmo, ¡ay!, si al caballero se le ocurre bregar por su inocencia. No faltarán quiénes le tildarán de “cobarde”, “maricón”, “poco hombre”. Contra semejante sistema lucha Johnny Depp, quizás sin querer queriendo, en representación de miles de hombres silenciados ante los abusos cometidos por verdaderas brujas, como la linda y fatal Amber Heard. Repetimos, tiene todas las de perder el actor caído en desgracia porque todo está diseñado de esa manera, para que los hombres sean acribillados por los tabloides viles y miserables de la prensa anglosajona, que no son sino el fiel reflejo de la filosofía imperante en esas sociedades.
Y que conste en acta, en nuestro país se adolece de graves problemas, como por ejemplo, familias disfuncionales en las que la violencia entre parejas abunda, con casos espeluznantes de asesinatos y agresiones inaceptables que deben ser combatidas con políticas serias, de reconstrucción de los valores familiares en una verdadera ética cristiana, en la que hombres y mujeres son cooperadores en la obra del Divino Creador.
Pero en Paraguay estamos a tiempo de que no ocurran las bochornosas escenas que se están viendo en los tribunales de los países que se dicen “más civilizados” que nosotros, en donde, en medio de las leyes de los tabloides más deleznables, al ritmo de las más delicuescentes ideologías propias de unas naciones completamente corrompidas por el progresismo que ha nacido con el liberalismo, vemos a matrimonios convertidos en trincheras y campos de batalla implacables en donde, al son del feminismo, se golpea a propios y extraños hasta el más total aniquilamiento social.