Gay Montag es un personaje del libro del escritor norteamericano Ray Brudbury, Farenheitt 451, un bombero de tercera generación que de repente sufre una revelación, se da cuenta de que su vida sufre de un vacío existencial, y comienza a buscar significado en los libros que el mismo quema por orden gubernamental. En el mundo de Montag los bomberos no apagan fuego, los provocan quemando libros. Gay Montag a pesar de encontrarse al servicio de la tiranía, está decidido a liberarse de la opresión de la ignorancia.
Por otro lado, tenemos el ensayo de Étienne de La Boétie «Discurso de la servidumbre voluntaria» un ensayo sobre la libertad que nos introduce en un mundo despiadado, y nos revela al monstruo que anida en el interior de cada ser humano, dispuesto a abrazar con descaro los yugos de la política dominante. Es decir, que lo peor que al vulgo, a la sociedad sin paliativos le puede pasar es la aceptación voluntaria y sin que se utilice la fuerza, sino a través de una elección popular la aceptación sumisa de la tiranía.
Queríamos el sufragio universal y creíamos que seriamos libres, y la realidad es bien distinta. Boétie nos constata que los cálculos de la tiranía van siempre un paso por delante. La creación del Big Data ha establecido un punto y aparte. Con ello las debilidades del ser humano se han hecho más patentes y la inclinación de la balanza se ha ajustado al lado del tirano, urdiendo un plan para atrapar en su tela de araña a todos sus subordinados. Por lo tanto, lo que hemos tenido hasta ahora ha sido una libertad supuestamente desmedida pero paulatinamente subyugada.
Hay una cita en el libro de Sánchez Dragó, al frente de su segundo volumen de sus memorias (Galgo Corredor, Editorial Planeta), de la escritora María Zambrano, que dice:
«Hay cosas que no pueden decirse, y es cierto. Pero eso que no puede decirse es lo que se
tiene que escribir».
Desde que nacemos estamos expuestos a grandes o pequeñas hazañas, algunos, los muy pocos, a ninguna, pero, ese no es el caso. El caso es el desafío al que se nos lanza nada más empezar a andar, y no digamos a hablar. Pues bien, yo he llegado a ese punto de no poder callarme cada vez que veo una injusticia, sea esta de la índole que sea. Y claro está, que esto me trae no pocas situaciones incómodas.
Escribe con mucho acierto Nicolas D´Ursi en su artículo -Larga vida a la incorrección política- en el diario InformatePy:
Hoy, la corrección política te obliga a entender las cosas, e incluso a hablar, como lo dictan
sus nuevos parámeros de moralidad.
Yo no quiero que me enseñen a hablar, tampoco que adulteren mi vocabulario, ni que me hostiguen a blasfemar contra mi incorrección política. Quiero seguir siendo libre y caminar junto al poeta Virgilio de la mano de Beatriz por estos círculos del infierno, a los que estamos siendo transferidos.
Es tan pobre el periodismo actual, tan descabezado que nos encaminamos al postapocalipsis, si es que no lo estamos ya. La humanidad está bajando el telón la obra de teatro esta a punto de bajar y Disney, el apóstata como pollo sin cabeza, al paredón, ¡no tengamos piedad!
Miremos donde miremos, ya sea hacia el periodismo, la filosofía positivista, la educación, la literatura, solo existe en sus bocas, el exterminio de los últimos dos mil años o más, al servicio del nuevo patrón globalista. Un patrón marcado por directrices bien trazadas, bien delineadas. Por favor, «que baje el telón ya».
Estoy exhausto de tanto hablar de globalización, quiero hablar de libertad, de elogiar la locura para hacer y deshacer, para acabar haciendo un soliloquio al estilo agustiniano, sin que nadie me recrimine mi bandera. Y no, no es el arco iris con minúscula, es el estandarte del Arco Iris con mayúsculas, el del pacto de Dios.
Debemos ser fieles a la cita de María Zambrano, y no parar en estaciones relativistas, sumisas al esclavismo dominante de rabiosa actualidad. Mordamos con nuestra pluma a los perros del woke, de la cultura de la cancelación, mordamos con fuerza a aquellos que andan sueltos con el estupidario discurso, pues ya son muchos. Cerremos filas ante el lacerante discurso de estos monstruos que andan sueltos. Utilicemos la retórica contra la barbarie que estamos sufriendo.
El monstruo ya revelado necesita de nuestro denuedo, de ese niño que ya no balbucea, sino que ya es un navegante sin paliativos, que irrumpe sin miedo a los encuentros del destino como Jason y los Argonautas.
Siguiendo con Boétie, no hay política sin conocimiento del hombre, Boétie niega por principio cualquier dignidad o atributo al tirano, convenciendo al lector de que solo pueden ejercer su dominio si quienes son tiranizados lo desean.
¿Tú lo deseas?
El monstruo ha revelado que lo único que le preocupa es el control totalitario del pensamiento, tu manera de percibir las cosas. Platón ya tenía razón cuando en la República escribió:
«Cuando el bien común es suplantado por la pretensión particular, subjetiva de quien se
erige dueño de otros hombres, la libertad a dejado de ser».
En este caso, el Nuevo Orden Mundial ya ha pensado y decidido por todos cuál ha de ser nuestro bienestar. Sigamos el verdadero patrón de los clásicos, de esa libertad transmitida en las leyendas, en los mitos, que conjura los hechizos y hace despertar a los hombres bien nacidos, un aguerrido anhelo. Hoy día parecemos pocos los que queremos ser libres, pero pensar, eso es un error, hay muchos dormidos aún que despertarán al coraje de unos pocos para querer ser libres.
Eso sí, si partimos hacia la batalla, con la cabeza gacha por la senda de la sumisión, entonces la obra habrá acabado antes de empezar, y el resto será silencio.
Yo prefiero ser Guy Montag leyendo a Étienne de La Boétie.