Estamos en la tercera década del siglo 21, pero ―y a pesar de vivir en un mundo globalizado, digital y tecnológico― la humanidad sigue sufriendo las viejas bajezas de siempre, por ejemplo, la ambición desmedida de poder. La guerra desatada por Putin contra Ucrania es una muestra más de esto, aunque al interior de occidente, con el pretexto de la pandemia, también se viven ataques frontales contra la libertad. Pero eso es motivo de otro análisis.
Vladimir Putin lleva muchos años apoyando a los dictadores sudamericanos. Ayuda que, estoy seguro, es solamente estratégica y eventual. Ya que aquellos que empiezan la carrera por el poder total no tiene lealtades, solo socios circunstanciales.
Y es que, desde principios del siglo 21, Rusia, con el afán de ampliar su esfera de influencia geopolítica, ha firmado unos 200 acuerdos de cooperación (algunos tecnológicos y otros militares) con países sudamericanos y caribeños. En ese grupo figuran: Brasil (2004), Perú (2004), Argentina (2004), Chile (2004), Venezuela (2009) y Bolivia (2009). En cuanto a Cuba ―aparte de perdonarle el 90 % de los 35000 millones de dólares de deuda de la época soviética―, mantiene el suministro de piezas de repuesto para los vehículos y armamentos del Ejército.
El 28 de agosto del 2013 ―luego de haber visitado Nicaragua y Cuba―, la marina de guerra de Rusia arribó a Venezuela. Moscú, un barco de misiles de 11,500 toneladas y una longitud total de 186 metros, fue el primero de cuatro buques en llegar al puerto de Guaria, en el Estado de Vargas.
Durante la visita de los marinos rusos, Nicolás Maduro dijo lo siguiente:
El comandante Chávez y el presidente Vladímir Putin lograron construir una alianza estratégica profunda entre Venezuela y Rusia. Es necesario tener cada vez más poder moral, poder político, poder militar; no para ir a conquistar pueblos del mundo, es para que se nos respete el derecho a vivir, a ser, a estar en paz.
Cabe recordar que ese no fue el primer acercamiento entrefuerzas armadas rusas y venezolanas. Pues el 2011, específicamente, en septiembre, varios buques de guerra rusos, entre ellos, el crucero nuclear Piotr Veliki (Pedro el Grande), entraron en las aguas territoriales de Venezuela para participar en ejercicios navales conjuntos.
En octubre del 2013, época donde las relaciones entre Colombia y Venezuela eran tensas, dos bombarderos rusos Tu-160 ingresaron desde Venezuela a espacio aéreo colombiano.
En 2018, esos mismos aviones aterrizaron en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar, el más importante de Venezuela. Vladímir Padrino López, ministro de defensa de la dictadura chavista, al momento de recibir con honores a los cien pilotos rusos que llegaron junto con los bombarderos manifestó lo que sigue: «Así como estamos cooperando en diferentes áreas del desarrollo de nuestros pueblos. También nos estamos preparando para defender a Venezuela hasta el último palmo en caso de ser necesario».
Por todo lo anterior, no debería extrañarnos que los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba guarden un total silencio sobre la invasión. Tampoco debería sorprendernos los pronunciamientos ambiguos y tibios de Argentina, México, Brasil, Ecuador y Bolivia. De hecho, sólo Colombia, Uruguay y Chile fueron categóricos con su rechazo.
Al respecto, el jurista boliviano, Carlos Sánchez Berzaín, en una entrevista con el programa La Mañana de EVTV, dijo:
Lo que sucede con la invasión de Rusia a Ucrania corresponde a la definición de crimen de agresión que es un concepto establecido por el derecho internacional determinado en los tribunales de Núrenberg y Tokio luego de la Segunda Guerra Mundial, ratificado por las Naciones Unidas y en el Artículo 5 del Estatuto de Roma. Las dictaduras del socialismo del siglo XXI o castrochavismo en las Américas son parte del sistema no democrático que amenazan la democracia y la paz, ahora estructurado a nivel mundial con la invasión de Rusia a Ucrania. En el caso de la guerra de invasión de Rusia contra Ucrania, los regímenes de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua son y deben ser considerados como aliados incondicionales de los crímenes rusos porque al respaldaros y disfrazarlos con narrativas nacionalistas solo están repitiendo el encubrimiento de sus propios crímenes de lesa humanidad que con terrorismo de Estado comenten hace años contra sus pueblos.
Finalmente, si la invasión rusa permanece impune, los efectos sobre la región serán devastadores. Puesto que fortalecerá a los narcoestados nacidos en el Foro de Sao Paulo. Con lo cual, la tarea, para quienes peleamos por la libertad de nuestras patrias, será mucho más dificultosa.