Los líderes del Grupo de Puebla, que ha llamado a abandonar las sanciones a Rusia tras el ataque a Ucrania, mantuvieron siempre una estrecha relación con Vladimir Putin y sus gobiernos fueron beneficiados por generosos préstamos del presidente ruso.
Fundado en 2019 en México, el Grupo de Puebla es el club del «progresismo» e integra en sus filas a toda suerte de socialistas -y comunistas- en el amplio espectro del marxismo posmoderno. Así, el Grupo de Puebla agrupa liderazgos personales de la izquierda hispanoamericana, sobre todo, pero también de España, entre los que destaca el expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y la ministra de Igualdad, Irene Montero.
Los fundadores más conocidos del Grupo de Puebla, expresidentes o presidentes socialistas como Rafael Correa, Evo Morales o Alberto Fernández han sostenido una estrecha relación con la Rusia de Vladimir Putin, quien fue Primer Ministro entre 1999 y 2008, y luego Presidente desde 2012 hasta el presente. Sus países recibieron apoyo económico, préstamos, y respaldo político y militar del Gobierno ruso.
Así, Rusia estableció estrechas relaciones con Rafael Correa, presidente de Ecuador de 2007 a 2017, fundador del Grupo de Puebla y prófugo de la Justicia en su país. En 2008, el intercambio comercial entre Ecuador y Rusia ascendió a cerca de mil millones de dólares. Correa exportó básicamente bananas y flores. En octubre de 2009, Rusia firmó con él –durante la primera visita del sudamericano a Moscú- una alianza estratégica que incluyó acuerdos en temas de economía, cultura, seguridad y combate al terrorismo y al narcotráfico. Para tal fin, Rusia vendió en ese primer momento dos helicópteros a Quito (Mi-17) cuyo costo se elevó a 22 millones de dólares.
Desde ese año, Rusia ya había establecido relaciones firmes con los países miembros de la Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) para dotarles de préstamos y proveerles armas, entre otras cosas a cambio de materia prima y el reconocimiento de Abjazia y Osetia del Sur como estados independientes. Venezuela y Nicaragua no tardaron en otorgar ese reconocimiento que pedía Rusia; Ecuador no cedió en este punto.
Rusia concedió el 15 de junio de 2011 un crédito a Ecuador por 123 millones de dólares para financiar el proyecto hidroeléctrico Toachi Pilatón. Correa ya había estado en negociaciones con la empresa Inter Rao del Gobierno ruso para buscar atraer inversiones en el plan hidroeléctrico. Tras la caída de la URSS en 1991, Rusia había suspendido sus créditos para Hispanoamérica.
En noviembre de 2013, durante una visita a Rusia con carácter oficial, Correa gestionó un préstamo de 2.500 millones de dólares para Ecuador para destinarlo a sectores estratégicos. Lo hizo tras una suspensión de otro crédito que había pedido a China, pero cuyas condiciones luego no quiso aceptar… y se fue a refugiar en los brazos de Vladimir Putin.
Correa también recibió tres doctorados «honoris causa» de Rusia: el primero en octubre de 2009, por la Universidad Estatal de relaciones Internacionales (de Moscú), el segundo en octubre de 2013, por la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, y el tercero por la Universidad Estatal de los Urales.
Evo Morales -presidente de Bolivia entre 2006 y 2019, y fundador del Grupo de Puebla-, viajó a Rusia en febrero de 2009, en una visita oficial, oportunidad en la que se firmó un memorándum de intenciones con el Presidente de esa nación Dmitri Medvedev, en el que se preveía conceder a Bolivia un crédito para el equipamiento militar y un acuerdo con Gazprom, el emporio ruso de gas, para exploración y explotación.
En 2010, Putin viajó a Venezuela y se reunió con Hugo Chávez, y de paso, también, por separado, con Evo Morales, que pidió un préstamo a Rusia en 2010, nada menos que para comprar helicópteros y usarlos «para combatir el narcotráfico». Vladímir Putin le concedió más de 100 millones de dólares para los helicópteros, tanto como para comprar un avión presidencial hecho en Rusia, un Antonov.
El acuerdo signado entre ambas naciones incluía permitir la construcción de centros rusos para mantenimiento técnico en Bolivia, con lo cual Rusia acrecentaba sus operaciones en Hispanoamérica.
Evo Morales realizó en julio de 2013 una segunda visita a Rusia, invitado a participar en el Foro de los Países Exportadores de Gas y reunirse con Putin y llamarlo a estrechar las relaciones de Rusia y sobre todo a aumentar sus inversiones en América Latina.
En julio de 2019, Morales fue una vez más a Moscú y se reunió con Putin, ahora para buscar concretar la construcción de la central nuclear más alta del mundo, a más de 4.000 sobre el nivel del mar, en Bolivia. En esa ocasión, los mandatarios también acordaron cooperación para la explotación del litio.
Alberto Fernández, presidente de Argentina, viajó a Rusia entre el 2 y el 6 de febrero de 2022, donde dijo a Putin que Argentina estaba dispuesta a convertirse en la puerta de América Latina para la influencia rusa.
La idea de Fernández es que Argentina deje de ser un país satélite de Estados Unidos y el FMI para convertirse en uno del bloque ruso-chino. «Estoy empecinado en que la Argentina tiene que dejar de tener esa dependencia tan grande que tiene con el Fondo y Estados Unidos, tiene que abrirse camino hacia otros lados y ahí Rusia tiene un lugar muy importante», dijo a Putin, según la agencia Telam.
Tras esa reunión, Fernández se dirigió a China para ahora entregarse en los brazos de Xi Jinping y convertirse en una «colonia comunista» a cambio de 20.000 millones de dólares que le servirán para inyectar ánimo a una economía por los suelos, con una inflación alta y con impuestos para todo.
El coordinador ejecutivo del Grupo de Puebla, Marco Enríquez-Ominami, quien fue también candidato a la presidencia de Chile (en primera vuelta), impulsó la candidatura (en segunda vuelta) a la presidencia de Chile de Gabriel Boric. «El triunfo de Boric es del progresismo latinoamericano», consideró la red en un comunicado.
Marco Enríquez-Ominami sostuvo vínculos con Rusia, país que visitó a inicio del año 2020, y donde se reunió incluso con jóvenes universitarios, de la Universidad de San Petersburgo, para promover su documental “Al fondo a la izquierda”.