Sabemos que la Historia Universal no es el “fuerte” de la muchachada. Pero algunos recordarán que en el año 1962, el mundo contuvo el aliento porque en plena “Guerra Fría” entre la Unión Soviética y los Estados Unidos de Norteamérica, los bolcheviques encabezados por el Secretario General del Partido Comunista Ruso, el ucraniano Nikita Jruschev (1894 – 1971), intentaron instalar bases con misiles nucleares apuntando directamente a Washington D.C. desde la isla de Cuba, en donde se encontraba su victorioso aliado Fidel Castro, a poco menos de 2.000 kilómetros de separación entre La Habana y Washington D.C.
A la sazón, Juan F. Kennedy (1917 – 1963) era entonces Presidente de EEUU y con tesonera firmeza, se interpuso a los planes soviéticos. ¡No era para menos! ¡Claudicar ante semejantes pretensiones rusas equivaldría a dejar al enemigo apuntando, desde la ventana del vecino de enfrente, con un rifle de francotirador (oh, la ironía)!
Por fortuna, la “Crisis de los Misiles” en octubre de 1962 se resolvió de manera pacífica pues las dos superpotencias nucleares estaban dispuestas a la “destrucción mutua asegurada” y esto, de haber acontecido, tendría consecuencias catastróficas para el mundo entero. Probablemente, este episodio presagió el “principio del fin” del poderío soviético, cuyo prestigio y estabilidad económica empezaría a declinar poco después. De cualquier manera, la “Guerra Fría” continuaría en otros frentes hasta la disolución definitiva de la Unión Soviética en 1991.
Sesenta años después, tenemos un suceso más o menos similar que involucra a Rusia y Estados Unidos, pero en una situación geográfica distinta. Ya no se trata de la caribeña Cuba, sino de un territorio en Europa Oriental que está casi a más de 7.000 kilómetros de distancia de Washington D.C. Nos referimos a la actual República de Ucrania.
Recordemos que Cuba fue hasta 1898, por cuatro siglos, territorio de la Corona Española. En su conformación, historia y cultura es netamente hispana. Estados Unidos, un poco por la “Doctrina Monroe” y otro tanto por la “Enmienda Platt”, instigó la “Independencia de Cuba”, buscó hacerse del control de dicha isla y de hecho que hasta 1959, de facto, era un “protectorado yanqui” casi más o menos como lo son actualmente Panamá o Puerto Rico. Pero al fin y al cabo, EEUU nada tenía que hacer en la “Isla Bonita” que tras la “Revolución Cubana”, se deshizo de un vecino metiche y prepotente, con todo lo que podamos decir contra Fidel Castro y sus alocados amigos bolcheviques.
No obstante, es importante hilar fino y delicado para entender la relación existente entre Rusia y Ucrania, porque a pesar de que la “Crisis de los Misiles” tiene enorme similitud con el evento que estamos viviendo hoy, Cuba no es lo mismo que Ucrania. Aquí deberé sacar “uña de guitarrero” para resumir, en un solo párrafo, toda la historia del pueblo ruso hasta 1917:
Según la leyenda, un Cacique de los Varegos (una tribu que es mezcla de vikingos, godos y normandos) llamado Rurik de Ladoga (c. 824 – 879), navegando desde la actual Suecia, cruzó el Mar Báltico y avanzó conquistando territorios que fueron conocidos como “Rus” por el mundo cristiano. Estos lugares se encontraban en las actuales Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Bielorrusia y Ucrania. Para el 1054 A.D., tras haberse publicado las legislación codificada con el nombre de “Russkaya Pravda” (que más o menos significa “Las Leyes de los Rusos”), dichas tierras estaban divididas en tres regiones principales dominadas por los descendientes de Rurik de Ladoga: Nóvgorod, Kíev y Moscú. Por su ubicación geográfica y terrenos fértiles, Kíev se convirtió en la capital de lo que entonces empezó a llamarse “Kievan Rus” (Madre de los Rusos). El nuevo Estado Medieval debió enfrentarse a numerosos enemigos en todos los costados: la “Horda Dorada” (los tártaros descendientes de Gengis Kan (c. 1162 – 1227) quien construyó el Imperio Terrestre más extenso que conoció la Historia Universal), el poderoso Kanato de los Jázaros (etnia de misterioso origen que combinaba costumbres mongólicas y persas con la religión judía) y la Confederación Polaco-Lituana (unión del Gran Ducado de Lituania con el Reino de Polonia, católicos romanos). Tras siglos de contiendas, parecía que “Kievan Rus” desaparecería en manos de sus enemigos, pues solo quedaba en pie el “Gran Ducado de Moscovia” (Moscú), que gracias a su gran héroe Alejandro Nevski (c. 1221 – 1263), que era descendiente directo de Rurik de Ladoga, logró resistir los embates de sus adversarios, derrotó a los Jázaros, se plantó ante las exigencias de tributos de la “Horda Dorada” y logró que sus descendientes se unan matrimonialmente a los últimos príncipes del Imperio Bizantino, que cayó en 1453. Además, tras la destrucción del “Patriarcado de Constantinopla”, sus supervivientes se trasladaron hasta la capital de lo que quedaba del “Kievan Rus”, formándose así el “Patriarcado de Moscú”. Los Grandes Duques de Moscovia lograrían recuperar Nóvgorod. Posteriormente, el celebérrimo Iván IV (1530 – 1584) conocido por su sobriquete “Iván el Terrible”, se coronó como “Zar de todas las Rusias”, iniciando con él la expansión impresionante de los dominios moscovitas en Oriente y Occidente. Por cientos de años, los “moscovitas” lucharon contra los “polaco-lituanos” y los austro-húngaros por el dominio de lo que hoy se denomina “Ucrania” hasta que en 1686, los “Cosacos de Kiev” decidieron unirse al Zar de Rusia, al que consideraban heredero natural del antiguo “Kievan Rus”, a pesar de que siguió existiendo una puja intensa por dichos territorios. Con los Zares Pedro I (1672 – 1725) y Catalina II la Grande (1729 – 1796), Rusia se convierte en Imperio y Gran Potencia, anexando Crimea, el Donbass y casi todo el territorio de la actual Ucrania. En el Siglo XIX, el “Oso Ruso” tuvo altibajos. Su participación fue crucial para derrotar a Napoleón Bonaparte, pero le tocó sufrir momentos de humillación como en la Guerra de Crimea (1853 – 1856), en la que un paraguayo llamado Francisco Solano López participó como observador “attaché militaire” en el Estado Mayor Francés, según el diario de su mujer Elisa Lynch. Finalmente, la Dinastía Romanov, que gobernaba al país por más de 300 años, debió sucumbir a inicios del siglo XX tras la derrota contra los japoneses en Extremo Oriente y las terribles revoluciones de 1905 y 1917 que ¿acabaron? con el reinado de los Zares de todas las Rusias.
¡Lo logré! No me pregunten cómo, y en cualquier caso, hablen con mi abogado. Pero aquí es importante señalar lo siguiente: “Ucrania” (y también “Bielorrusia”, dicho sea de paso) nunca existió como un “Estado Independiente”. A lo sumo, se podría hablar de “Kievan Rus” como un origen común de todos los pueblos de ascendencia rusa pero de ninguna manera la actual Ucrania puede sustentarse en ello como alegato histórico indiscutible, pues todas las naciones modernas de la región tienen tantas razones como ellos para hacerlo. A lo sumo, Ucrania podría apelar a los llamados “Cosacos de Kiev”, pero estos, como ya hemos dicho, decidieron unirse al Zar de Rusia en el siglo XVII. Las diferencias culturales y tradicionales entre ucranios y rusos en la actualidad, son mínimas. ¡Y en el siglo XVII, esas “diferencias” quizás fueran insignificantes! De hecho que la palabra “Ucrania” simplemente significa, en ruso antiguo, “la frontera” mientras que “Bielorrusia” no es sino “Rusia Blanca” en español puro y duro.
El creciente poderío de los Zares de Rusia fue siempre un temor en los países occidentales, especialmente en Inglaterra. Los ingleses, isleños que nunca fueron capaces de controlar una extensión territorial tan inmensa como los rusos (el Imperio Británico fue siempre marítimo e indirecto, basado en los cipayos y el comercio), desde finales del siglo XVIII trabajaron para partirlo en pedacitos. Es la vieja política anglosajona: divide et impera.
La reconquista de Constantinopla (Estambul) fue siempre el anhelo del Imperio Ruso, pues ellos se consideran herederos históricos de Bizancio. Por su parte, Inglaterra, que sabe lo que significa que toda esa zona geo-estratégica caiga en manos de Rusia, lo que implicaría que los moscovitas controlen las puertas de Oriente y Occidente en el Bósforo, siempre hizo hasta lo imposible para amedrentar y debilitar a la inmensa tierra de los Zares e impedir su avance implacable hasta los goznes del Mar Mediterráneo.
Muchos creían que con la caída de los Zares de Rusia y el advenimiento de la Unión Soviética en 1917 – 1922, el país quedaría lo suficientemente debilitado como para que se generen movimientos de desmembramiento interno. Pero ocurrió todo lo contrario: tras un breve retroceso, la Rusia Comunista impulsada por las agresivas políticas de industrialización y militarización del “Zar Bolchevique” José Stalin (1878 – 1953) llegó a una expansión territorial como nunca antes en su historia. Los “tanques rusos” estaban en Berlín, las regiones del Cáucaso y Asia Central (prácticamente todos los países cuyo nombre termina con las sílabas “istán”, con las excepciones de Afganistán y Pakistán) quedaron en gran parte ocupadas por el Ejército Rojo y con la creación del llamado “Pacto de Varsovia”, solamente una pequeña franja de tierra separaba a los moscovitas de Estambul.
Los ingleses sabían todo esto y desde antes de la Primera Guerra Mundial venían apoyando movimientos separatistas en la actual Ucrania. Pero nunca fueron muy importantes y en cualquier caso, terminaron fácilmente aniquilados por la Rusia Soviética. No obstante, los ingleses tuvieron discípulos aventajados en el siglo XIX y XX: los alemanes. Estos siguieron la misma política de desmembramiento de Rusia y en la Segunda Guerra Mundial, lograron organizar a un gran número de ucranios (y otros pueblos rusos disidentes) en las filas de las “Waffen SS”. Eran los “Cosacos Nazis”. Todos sabemos cómo terminó esa historia: millones de judíos y católicos romanos muertos en “campos de concentración” hasta que los soldados del Ejército Rojo ocuparon Berlín en 1945, cuando parecía que Moscú estaba al alcance de la mano de la “Wehrmacht” en 1942.
Se habla mucho del “Holodomor”, que es cierto, lo sufrieron millones de rusos-ucranios. Pero no fue un episodio exclusivo de dicha región. Bajo “Stalin el Terrible”, toda Rusia fue azotada por la “Gran Hambruna”. En 1928 – 1938, cuando se dio el proceso de “Colectivización” dirigido por los soviéticos desde Moscú, habrían muerto 15 millones de campesinos por malnutrición, enfermedades, exilios forzados o directamente asesinados por las “troikas” bolcheviques. De cualquier manera, el cruel episodio del “Holodomor” en la actual Ucrania se convirtió en un punto clave de la propaganda anti-rusa.
Elipsis concluida, regresamos a la Guerra Fría. Tras la “Crisis de los Misiles” en la que prevaleció la voluntad del yanqui Juan F. Kennedy por sobre la del ruso-ucranio Nikita Jruschev, este enfrentamiento continuó en otros frentes, especialmente el diplomático, el ideológico y el económico. Pero en el plano militar, si bien es cierto que no hubo “mano a mano” entre EEUU y la URSS, ambas superpotencias chocaron en varios conflictos “indirectos” (ma non tanto), lo que llamarían “Guerras Proxy”. Dos casos notables ocurrieron en Corea (1950 – 1953, que terminó en empate técnico) y en Vietnam (1955 – 1975, con humillante derrota de EEUU y sus aliados). Estas pugnas y otras que se dieron alrededor del mundo iban configurando a los bloques y alianzas militares que surgieron en ambos bandos tras la Segunda Guerra Mundial.
Por una parte, la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), cuyos miembros fundacionales fueron EEUU, Britania, Francia, Italia, Canadá, Países Bajos, Portugal, Suecia, Dinamarca, Islandia y Luxemburgo. Esta organización se fundó oficialmente en 1949 y si bien no condujo operaciones durante la Guerra Fría, de facto, apoyó las acciones militares de los Estados Unidos contra la URSS. La OTAN también tenía entonces y tiene hoy “miembros observadores” que desean ingresar en ella y hacen todo tipo de acuerdos para lograrlo. A partir de 1991, la OTAN tuvo una gran expansión de miembros, que hoy son 30 en total sin contar a los “observadores”.
Su contrapartida fue el “Pacto de Varsovia” firmado en 1955, cuya cabeza era la Unión Soviética y que tuvo como miembros plenos a Albania, Checoslovaquia, Alemania Oriental, Bulgaria, Hungría, Polonia y Rumania. Además, como “observadores no europeos” se contaba a Mongolia, China (hasta 1965), Corea del Norte y Vietnam. Cuando colapsó la “Unión Soviética”, el “Pacto de Varsovia” dejó de existir inmediatamente (de hecho que la mayoría de los países europeos que lo integraban se encontraban bajo la bota del Imperio Soviético).
Como es bien sabido, el “Mundo Libre” capitalista dirigido por los Estados Unidos de Norteamérica, sin disparar un solo tiro contra la Rusia Soviética, prevaleció sobre el sistema marxista-leninista y la URSS dejó de existir. Henchidos y borrachos por una “victoria sin sangre” que obtuvieron gracias a sus avances socio-económicos (pues en el plano militar, tuvieron más descalabros que festejos), los occidentales proclamaron el “fin de la historia” según un famoso libro de Francisco Fukuyama y se pusieron a dibujar las nuevas fronteras de la Europa Oriental (como lo hicieron en tantos otros lugares en el siglo XX). Sin embargo, desde Moscú veían con dolor las celebraciones de sus enemigos mientras que ese imperio que tan hacendosamente construyeron desde “Iván el Terrible hasta Stalin el Terrible” se iba rompiendo en pedacitos. Gobernantes cobardes como Miguel Gorbachov o Boris Yeltsin cedieron ante la presión y convirtieron a Rusia en el hazmerreír del mundo entero.
Pero llegó un tal Vladimir Putin, nacido en 1952, quien desde agosto de 1999, sea como Primer Ministro o como Presidente de Rusia (su cargo actual desde 2012), ha logrado restaurar el prestigio de su nación a nivel internacional. Antiguo Coronel de la KGB, al igual que muchos de sus camaradas, sufrió la humillación de ver cómo dinamitaban a la “Gran Rusia”. Con increíble habilidad política, llegó a las más altas esferas en 1999 y logró ser electo Presidente, con un discurso nacional-populista, ultra-conservador y de reconciliación entre el pasado zarista de Rusia con su era Soviética. No hablaremos mucho sobre sus asuntos internos, pues la información que hay al respecto tiene todo tipo de ribetes. Simplemente diremos que su política internacional es, hasta el momento, sumamente exitosa. Ha vencido en todos los conflictos bélicos que Rusia debió afrontar bajo su mando, ha conseguido que su aliado Bashar al Assad continúe firme tras la Guerra Civil Siria y recuperó territorios que históricamente fueron de Rusia en Crimea y el Donbass.
Y es allí donde volvemos a hablar de Ucrania, pues como ya hemos señalado, ese país que jamás existió como “Estado-Nación”, solo apareció como tal el 24 de agosto de 1991 (al igual que Bielorrusia). Esta nueva “República Independiente” nunca logró consolidar su soberanía: desde el inicio ha soportado graves conflictos internos pues en no pocas veces, la Presidencia de Ucrania ha sido ocupada por hombres abiertamente pro-Moscú y favorables a la reunificación con la “Madre Rusia”. En dos ocasiones, en 2004 – 2005 (Revolución Naranja) y en 2013 – 2014 (Euromaidan), los Gobiernos “Pro-Rusia” de Ucrania fueron derrocados y se acuñó la famosa frase “Revolución de Color” para referirse a todo movimiento popular que, por definición, es sumamente pro-EEUU, pro-Unión Europea y por ende, pro-sodomía, pro “cirugía de cambio de sexo en niños”, pro-aborto, pro-feminazis, pro-LGBTismo, anti religión, anti familia natural y cuánta degeneración imaginable le venga a uno en la mente.
Por supuesto que la Rusia de Putin, que está muy lejos de ser una nueva “Unión Soviética”. Se sustenta en la reivindicación del pasado heroico de su país, en valores tradicionales, en la conservación de la identidad y cultura popular rusa, en la promoción de la familia natural como base de la sociedad, en la lucha contra el aborto (flagelo que se instaló en la URSS en tiempos de la Revolución Rusa y que solo José Stalin tuvo suficiente poder como para volver a prohibirlo, pero luego volvería a legalizarse en 1954; cuando un país cae en las garras del aborto, es muy difícil quitarlo de allí), en la exaltación del catolicismo bizantino representado por la Iglesia Ortodoxa de Rusia como el eje conductor de la vida nacional. Es evidente que Rusia, hoy, es todo lo contrario a la “cultura occidental” posmoderna. ¡Son dos cosmovisiones que en el fondo, son enemigas irreconciliables!
La lucha por “Kievan Rus” en el frente ucranio, por esa razón, representa mucho más que simples aspiraciones territoriales. Es una nueva “Crisis de los Misiles”, pero con implicaciones mucho más profundas. La primera y más sencilla de todas es que si la OTAN logra instalar en Kiev sus armas teledirigidas, tendría la posibilidad de meter bombas nucleares sobre Moscú en poco más de cinco minutos, lo que anularía toda capacidad de contraataque de los rusos. Esto de por sí es suficiente motivo de alerta roja para el Gobierno de Putin.
Pero hilando más fino, Inglaterra, la cabeza del mundo anglosajón, siempre ha considerado a la Europa Continental como su “patio trasero”. Es parte de su antigua doctrina del “espacio vital”, es decir, mantener a la Europa Occidental, Central y Oriental lo más alejadas posibles de Rusia (a la que considera un ente más asiático que europeo) y a China. Como lo ha popularizado Sir Halford Mackinder (1861 – 1947), el “Viejo Continente” es la famosa “Isla del Mundo” que debe permanecer “aplastada”, como una “zona buffer” y sin que haya una nación con clara hegemonía dentro de ella, supuestamente, para que el mundo se mantenga en situación de “equilibrio”. Pero atentos, para la “Pérfida Albión”, se define como “equilibrio” a toda situación geopolítica que favorezca a ella y a nadie más que a ella. ¡He allí la sutilísima manipulación del lenguaje que siempre hicieron los ingleses!
¿Para qué surgió la OTAN? Nos lo explicó otro británico, el General Hastings el Barón Ismay (1887 – 1965) con una frase típicamente anglosajona: “Para mantener a los EEUU dentro de Europa, a Rusia fuera de ella y a Alemania aplastada”. Por supuesto que la Pérfida Albión nunca revela todas sus intenciones con claridad y tendré que descifrar brevemente lo que esa frase en verdad oculta. Lo que Lord Hastings quiso decir realmente es:
“La OTAN se ha creado para que Inglaterra encabece la geopolítica mundial, para que EEUU entre de matón y haga el trabajo sucio contra los demás países europeos, para que Rusia y China estén lo más alejadas posibles de nuestro patio trasero y para que España y Francia queden aplastadas, en realidad Alemania es un distractor y nada más, nos sirve para desviar la atención”.
Porque amigos, el Reino de España con toda la “Hispanidad” a cuestas, es un verdadero enemigo de los ingleses. La OTAN sirve para que la amenaza de una España fortaleciendo su liderazgo histórico sobre Iberoamérica jamás se cumpla. Y Francia, con grandes caudillos como el General Carlos de Gaulle (1890 – 1970) que se atrevían a desafiar la hegemonía anglo-americana siguiendo su propia política internacional, también debe ser controlada. Alemania, país artificial, sirve a los propósitos de mantener controlados a los demás países del bloque por medio de la “Unión Europea”. Y que conste que los alemanes, que sufrieron dos guerras mundiales, no quieren una tercera y prefieren apaciguar (en este momento, al menos).
Vemos así todo lo que está en juego en esta contienda secular. La OTAN sigue avanzando pues la clave de la geopolítica inglesa es acogotar a Rusia y aislar a China. Utilizarán a sus títeres estadounidenses para ello (desde el asesinato de Juan F. Kennedy, quizás con la excepción de Donald Trump, todos los Jefes de Estado de Washington D.C. bailaron al ritmo de la rumba de la Corona Británica). Porque como varias veces lo ha explicado el analista argentino Adrián Salbuchi, EEUU es simplemente “el ejecutor” pero Inglaterra es la que “diseña y planifica” las estrategias de dominación de la “alianza atlanticista”.
¿Estallará la “Tercera Guerra Mundial” en la recientemente creada República de Ucrania? Solo el tiempo lo dirá. Pero en este momento, según lo que hemos podido ver, EEUU actúa con suma cautela (a pesar de que ordenó el envío de unas brigadas por la zona). Ya no están en condiciones de lanzarse a “gauchadas” que le pueden salir carísimo. Hemos visto el “Segundo Vietnam” que fue su fracasada campaña de veinte años en Afganistán. Pero Inglaterra fue la primera nación en mandar “armamentos y provisiones” a los ucranios anti-rusos según los reportes de la prensa internacional. Así también, varios miembros de la OTAN (entre ellos España, furgón de cola del globalismo anglosajón, para desgracia de la humanidad entera) enviaron tropas y armas.
Por su parte, la Rusia de Putin, que hasta ahora no ha perdido en ninguna guerra, mueve sus piezas de ajedrez con muchísima inteligencia. En caso de que los rusos se lancen sobre Ucrania para intentar recuperar los antiguos pedazos de la “Kievan Rus”, lo harán solamente si la situación se vuelve desesperada y se han agotado todas las vías diplomáticas. Porque para Rusia, este conflicto sí puede ser de “vida o muerte”. Perder definitivamente a Ucrania y Crimea, luego podría ser la pérdida de sus regiones del Cáucaso fronterizas con Georgia y Turquía, quizás enfrentar después a separatistas fortalecidos en Chechenia, ver caer a Bielorrusia en manos de pro-Occidentales… Todo un efecto dominó de consecuencias imposibles de prever por completo.
¿Qué lado uno debería tomar en esta ecuación? Como paraguayo, neutralidad, desde luego. ¡Kievan Rus es asunto de los rusos! Pero ética y moralmente hablando, la Rusia de Putin que es católica bizantina, tradicional, de una cultura milenaria riquísima, defensora de la familia natural y enemiga del liberalismo sodomita, me es mucho más simpática que el “mundo occidental posmoderno” que es hipócrita, pérfido, enemigo declarado de la religión católica (romana o bizantina, da lo mismo que igual) y de toda cultura que no sea anglosajona, promotor del liberalismo y de cuánta degeneración imaginable exista, manejado por Su Satánica Majestad y sus hijos pedófilos (como el Príncipe Andrés de York).
Pero desde luego que la máquina propagandística del globalismo tecnocrático a la hechura del mundo anglosajón nos dirá que “Vladimir Putin es un malvado tirano, émulo de Stalin, peor que Hitler, quiere un segundo Holodomor para Ucrania, quiere coronarse Zar”, blablablá. La Pérfida Albión y sus lacayos metiéndose en lo que no le importa, como siempre…