“Eramos felices pero no lo sabíamos”; “Fecha Feliz”; barrios, clubes y calles con su nombre; petardos por miles y muchos “feliz cumpleaños mi general”.
Evidentemente, esto no emana de alguna víctima de la dictadura (aunque más adelante y pensándolo bien, se podrán dar cuenta –o no- que hoy devienen en víctimas del legado de la dictadura), ni de nadie que haya sufrido persecución, detenciones arbitrarias, tortura, exilio, desaparición o muerte de algún conocido o familiar.
Su régimen detuvo a 19.862 personas, torturó a unas 18.772, apresó ilegalmente a 236 menores, nacieron 17 niños en prisión, 20.814 personas convertidas en exiliados políticos, 459 desapariciones forzadas reportadas. Unas 128.076 víctimas directas e indirectas, según datos de la Comisión de Verdad y Justicia. Ni hablar de su rol propulsor en la Operación Cóndor, ¡la quíntuple Alianza!
(Punto y aparte: ¿Qué pasó con el trabajo de la Comisión de Verdad y Justicia?)
El cumpleañero gobernó el Paraguay desde el 15 de agosto de 1954 hasta el 3 de febrero de 1989, siendo el que más tiempo lo hizo en la historia del país, en Sudamérica y el segundo en Latinoamérica sólo detrás de otro dictador: Fidel Castro. Estamos hablando del tercero en el mundo en el período posterior a 1945, después de Kim Il Sung, en Corea del Norte y de Todor Zhukov, en Bulgaria. Presidente Honorario del Partido Colorado, partido político que junto a las fuerzas armadas, fue uno de los pilares del régimen, entre otras cosas.
El camino a la “transición democrática paraguaya”, fue iniciado por una fuerte crisis de descomposición interna del Partido Colorado, pero también dicha transición fue manejada desde arriba por el mismo partido. Tal vez ésta circunstancia haya sido lo que permitió la sobrevivencia de muchos vestigios institucionales y estructurales propios del régimen. La falta de diferenciación entre lo público y lo privado (como por ejemplo el prebendarismo y la repartija de tierras), la falta de separación entre poderes, -principalmente entre el Poder Judicial y el Poder Ejecutivo- son quizás, los mayores vestigios que continúan vigentes en la actualidad.
La concentración de la riqueza es tal, que 1,6% de la población paraguaya es dueña del 80% del suelo, de acuerdo con Oxfam. Demencial.
Y si bien en todo esto tiene mucho que ver el período anterior que antecede a ésta dictadura (porque no fue la única) aquí tenemos al padre de la creatura. La desigualdad existe en todos lados, pero aquí no es puro cuento y las dimensiones son casi imposibles de superar. Lejos de reducirla, continúa su profundización.
Y si… “Fecha feliz” para los que tienen el 80% de nuestro territorio, para los que siguen prendidos a la teta, para los que anhelan ser parte de la repartija que ya ni se oculta pero que continúa peligrosamente bajo una fachada democrática con auras de legitimidad. Fecha feliz para los que se sirven, para los sirvientes y para los que se servirán de papá estado. Y también para alguno que otro que al tener la suerte de no padecer el miedo y el terror, sintió la “seguridad” que hoy tanto anhela.
Aunque sin haberlo nombrado en todo el artículo, saben de quién hablo, ¿cuánto realmente sabemos de él? ¿Por qué no nos hemos ocupado siquiera de estudiar a Alfredo Sroessner? ¿Cuánto se estudia, cuánto se aprende?
Me estoy metiendo en terreno peligroso, pero ¿Cuánto de democrático puede tener un partido político que no ha asumido su responsabilidad en semejante tiempo histórico?
Ya saben lo que reza una conocida frase atribuida a Cicerón, Napoleón, Marx, Churchill, Santayana y otros: “Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla.”
Las sociedades ignorantes de su historia, desconocedoras de los hechos del pasado que generaron alteraciones a la paz, a la unidad, al bien común, muy fácilmente podrán caer en lo mismo. Debemos ser prestos y fomentar una comunidad bien informada y crítica, que pueda ser capaz de reflexionar acerca de lo que ha ocurrido en tiempos pasados y que de ésta forma, al proyectar su futuro pueda hacerlo con seriedad y poniendo mucha atención a lecciones que han provocado heridas que cerrarán pero cuyas cicatrices permanecerán para recordarlas.
Si no queremos volver a lo mismo, debemos actuar de forma diferente y generar espacios para promover un diálogo profundo, especialmente sobre aquello que nos une por sobre los que nos divide. El país está primero.