La estructura es todo el aparato estatal que en una sociedad como la nuestra, tan afecta al clientelismo y aún escasamente desarrollada en lo que a civismo refiere, adquiere un peso gravitante entre los sectores más necesitados y vulnerables, creando toda una jerarquización, donde el rol principal lo cumplen los punteros, aquellos que son los lideres barriales, gremiales o lo que sea, los que juntan y dirigen la gente. Son el nexo entre los de arriba y los de abajo, son quienes reparten las dádivas a los pobres, mayoría en el país, y estos suelen ver la política más como un partido de Olimpia Cerro, en donde si apuestan bien pueden sacar algún provecho, uno mayor que con el ejercicio de la democracia republicana participativa, representativa y nominal. Esos punteros, a través de la necesidad de la gente, legitima a los de arriba en el poder y, a su vez, pueden seguir desconectados de la realidad cotidiana de los ciudadanos de a pie.
La clase media acomodada es la generación joven, nativos de Internet, pero también desconectados de la realidad. Ingenuamente ignoran las situaciones de los más vulnerables, ofreciendo ideales a quienes no alcanzan a fin de mes, escaneos QR para quienes no tienen que comer, respuestas a problemas de primer mundo que solo afectan a su entorno y no a la generalidad, cayendo en la polarización como medio de hacer campaña en una política que no busca más que imponer soluciones “Made In” pensadas para otras sociedades con valores ajenos, dejando en el olvido la idiosincrasia nacional, y con ello atrofiando y confundiendo nuestra identidad, dejando al descubierto que no se pretende adaptar o crear… si no simplemente copiar y pegar.
Por un lado tenemos la estructura clientelar y por el otro a la clase media acomodada desconectada de nuestra historia y nuestra realidad que, encima, muy raramente asiste a votar.