El embajador en Chile, José Octavio Bordón, político y académico criado en la singular clase dirigente de Mendoza, conocedor de la coyuntura conflictiva callejera, estaba preparado para evitar algún problema. Pero nunca intuyó que podía pasar algo tan grave. Pasó peor de lo que imaginó.
Un grupo de violentos que aprovechó las manifestaciones pacíficas en Chile entró a la residencia del diplomático el viernes poco antes de las siete de la tarde y la destrozaron. Explotaron dos bombas molotov. Sin grandes consecuencias. Otra no funcionó y quedó tirada en el jardín del frente de esa casa extraordinaria, ubicada en pleno centro de Santiago.
Bordón se movilizará, si es necesario, en un auto blindado. Será escoltado por un grupo de elite de la Gendarmería Nacional que le enviaría el ministerio de Seguridad, de Patricia Bullrich, según fuentes gubernamentales. Su residencia quedó destruida. No hubo heridos.
Las personas que forzaron la entrada estaban vestidas de negro y tapaban sus caras con capuchas. No se robaron nada. Arrasaron con todo. Los vidrios del frente son pedazos rotos en un piso antes reluciente.
Quienes cometieron esos delitos forman parte de “satélites” de organizaciones chilenas que se identifican como “terroristas”, aunque no formen parte de ninguna lista oficial que las considere como tales. Esas agrupaciones que generan caos, envían cartas bombas y se adjudican asesinatos e incendios.
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Se nutren entre sí con sedes que mantienen en la Argentina, aseguraron ellas mismas en sus páginas web, algo que fue ratificado por funcionarios de Chile y por informes reservados del gobierno de Mauricio Macri que reconstruyó Clarín. Esos movimientos se expandieron, o viceversa, a México, Escocia y España.
Los grupos violentos de Chile, entre los que se destacan el llamado “Individualistas Tendiendo a lo Salvaje” (ITS), se adjudicaron algunos de los actos más salvajes de los últimos tiempos en el país vecino. A eso se sumó un nuevo elemento inquietante. Gracias a una investigación de la Policía Metropolitana, a cargo de Marcelo D’Alessandro y del ministro de Seguridad porteño, Diego Santilli, se detuvo a un supuesto grupo piquetero que en realidad se dedicaba a fabricar bombas.
Esa organización se llama “22 de Agosto”. A sus líderes se les encontró un verdadero arsenal, no sólo de armamento de puños sino, sobre todo, de explosivos caseras pero sofisticados. Fuentes a cargo de esa investigación aseguraron a este diario que militantes del ITS de Chile viajaron en los últimos meses varias veces a Buenos Aires. Y que una de sus organizaciones de contacto era la “22 de agosto” -por la fecha de la Masacre de Trelew, ocurrida en 1972-, entre otras asociaciones anarquistas y sociales que conforman el llamado “grupo guevarista”.
Este último caso es de extrema gravedad, según el análisis de las autoridades políticas. El expediente judicial lo instruye el juez Luis Rodríguez. Ocurre que al jefe de “22 de Agosto” se le encontraron explosivos de fuste. Y armas. Algunas son modelos antiguos.
Los investigadores creen que pudieron estar enterrados en una zona no identificada. Ese caso empezó el 10 de octubre, cuando una moto sin patente intentó esquivar la persecución de un patrullero. Para evadir a la policía quienes huían soltaron al asfalto una mochila. En una filmación de las cámaras de la Ciudad se puede ver como pasado un tiempo ese bulto explota. No dio en el blanco, el patrullero, por un error humano. La bomba que contenía tenía un detonador a control remoto.
Explosivos de ese estilo fueron decomisados tras una investigación de Inteligencia y de allanamientos realizados por la Metropolitana en domicilios de los referentes de “22 de Agosto”. Lo que alarmó a las autoridades políticas argentina fue conocer que el líder de esa agrupación tenía preparada una camioneta Honda CRV con un detonador de explosivos remoto que funcionaba a través de un teléfono celular. Solo le faltaba la carga para detonar para que ese mecanismo sea un “coche bomba”.
Como se dijo, los nexos entre “22 de Agosto” e ITS de Chile dicen estar probados por los investigadores nacionales. Igual que el accionar de grupos que copiaron a sus pares chilenos cuando se realizó una protesta frente al consultado de Chile en la Argentina.
En medio de manifestantes aparecieron los violentos, que fueron directamente contra los periodistas que cubrían la noticia. Robaron cámaras de televisión, micrófonos. Fue una situación similar a la que vivieron quienes cubrían las protestas en Santiago de Chile.
El ex ministro del Interior de Chile, Andrés Chadwick, quien debió renunciar tras la dinámica de caos que se instauró en la gestión presidencial de Sebastián Piñera, fue la primera autoridad de ese país en confirmar, como mínimo en agosto pasado, que ITS tenía una réplica en Argentina.
Fue después de que esa agrupación enviara una carta bomba al director del Metro (subterráneo) chileno, Louis de Grange. El hombre no abrió el paquete. Los carabineros descubrieron que dentro había una bomba. No explotó.
No le ocurrió lo mismo al presidente de la empresa estatal Corporación del Cobre, Oscar Landerretche. Él si abrió una encomienda que le estallo en la cara: la onda expansiva le laceró un brazo, y el tórax.
En un comunicado que ahora se reactualiza, ITS admitió el envió frustrado de la carta bomba enviada al titular del Metro fue obra suya. E incluso informó que “el arquitecto” de esa bomba estaba “en Buenos Aires”. Agregó Chadwick: “Ellos mismos, públicamente, en esa reivindicación señalaron de que habían hecho o recibido la bomba explosiva desde Argentina e incluso firman esa declaración bajo la expresión ITS Chile-Argentina”.
Es la misma información que se conocía en el gobierno de Macri, pero de forma reservada mantenía bajo reserva. Más allá de eso, no se puede establecer que el ataque a la residencia de Bordón haya sido un objetivo planeado debido a que es una sede diplomática de la Argentina.
El viernes, encapuchados que se desmarcaron de las manifestación en Santiago para incendiar la Universidad Pedro de Valdivia, ubicada en la misma zona conocida como Plaza Vicuña Mackena. Los casi 300 mil manifestantes que reclamaban cambios al gobierno de Sebastián Piñera vieron las columnas negras del humo ascender cada vez más alto y con más espesor.
Los encapuchados de ITS, o de otros movimientos que funcionan como sus satélites, llamados “Horda Mística del Bosque” y la “Bandada Insquisidora Vengativa”, habrían sido quienes armaron las “barricadas” que impidieron a los carabineros y bomberos acceder a esa zona. Robaron la Parroquia de la Asunción. Usaron esculturas, confesionarios, bancos y cuadros para encender fuego que les permitió resistir.
Clarín difundió en noviembre del 2018 que existía un “regreso de la militancia anarquista” y que esos grupos buscaban alterar el orden de la reunión del G20. Ahora se sabe que entre esos grupos se encontraba ITS.
Su postura ideológica, según su propia web, es buscar e incluso gozar con la caída de la civilización. “La amenaza invisible se desenvuelve ahora, a plena luz del día, robando saqueando, quemando”, explican. Se adjudican hechos como “incendios indiscriminado de autos lujosos y no lujosos”. También “puñaladas a un héroe ciudadano que intentó dirigir militares hacia nuestra captura…”. Y hasta “una paliza a una mujer que intentó filmar nuestros rostros mientras procedíamos a incendiar autos”.