lunes, 23 diciembre, 2024

El verdadero «Gran Reseteo»

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El 22 de enero de 2020, en las montañas de Davos en Suiza, Carlos el Príncipe de Gales dio un alarmante discurso en el que pedía hacer evolucionar el modelo económico vigente. Había sido invitado a participar del evento por el Profesor Klaus Schwab y en el mismo sitio web del Príncipe de Gales se encuentra resaltada la parte central de su discurso en esa famosa reunión del Foro Económico Mundial:

“¿Queremos quedar en la historia como la gente que nada hizo para salvar al mundo en el último instante y restablecer el balance cuando podíamos hacerlo? Yo no quiero. Y pensemos por un momento: ¿de qué nos sirve toda la riqueza extra en el mundo, ganada haciendo los “negocios de siempre”, si nada podemos hacer con ella excepto verla arder en condiciones catastróficas?”.

Téngase en cuenta que este discurso fue dado cuando la llamada “pandemia de COVID 19” todavía era tomada en todas partes como una “gripezinha”, en palabras del valiente Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

Al mismo tiempo, “Davos 2020” no tuvo entonces tanta repercusión porque en esos precisos instantes, en los Estados Unidos, el carismático nacional-populista Donald Trump, 45° Presidente de su país, estaba en el punto álgido de su proceso de “impeachment” que comenzó el 18 de diciembre de 2019 y concluyó recién el 5 de febrero de 2020. De hecho que Trump, meses antes del inicio de la llamada “pandemia de COVID 19” hizo un discurso absolutamente opuesto al del Príncipe de Gales en Davos 2020. Fue en la 74° Asamblea General de las Naciones Unidas el 24 de septiembre de 2019. Extraigo algunas palabras:

“Al igual que en mi amado país, cada nación representada en esta sala tiene su querida historia, cultura y heredad que son dignas de ser celebradas y defendidas y que son las que nos dan nuestro singular potencial y fuerza. El mundo libre debe abrazar sus bases nacionales. No debe intentar reemplazarlas o borrarlas. Al observar a nuestro magnífico planeta, la verdad salta a la luz: si quieres libertad, enorgullécete de tu patria. Si quieres democracia, sostén tu soberanía nacional. Y si quieres paz, ama a tu nación. Los líderes sabios siempre saben poner el bien de su pueblo y de su país primero que nada. ¡El futuro no pertenece a los globalistas! ¡El futuro pertenece a los patriotas! ¡El futuro pertenece a naciones independientes y soberanas que protegen a sus ciudadanos, respetan a sus vecinos y honran las diferencias que hacen a cada país especial y único!”.

“… La tiranía avanza bajo muchos nombres y muchas teorías, pero siempre se reduce al deseo de dominación. No protege a los deseos de la mayoría, sino los privilegios de unos pocos. (…). El verdadero bien de una nación solo puede ser alcanzado por aquellos que la aman, por ciudadanos enraizados en su historia, nutridos por su cultura, comprometidos con sus valores, allegados a su propio pueblo, y quienes saben que el futuro está en sus manos para construir o para perderlo. La libertad solo es preservada, la soberanía asegurada, la democracia sostenida, la grandeza es alcanzada solamente por la voluntad y la devoción de los patriotas. En su espíritu se encuentra la fuerza para resistir a la opresión, la inspiración para forjar legados, la buena voluntad para buscar amistades y la valentía para alcanzar la paz. El amor a nuestras naciones hace al mundo mejor para todas las naciones”.

“A todos los líderes presentes hoy, unámonos en la más satisfactoria de las misiones que una persona puede tener, la más profunda contribución que alguien puede hacer: elevemos a nuestras naciones, celebremos sus culturas, honremos sus historias, atesoremos a nuestros ciudadanos. Hagamos a nuestros países fuertes, prósperos y justos. ¡Honra a la dignidad de tu pueblo y nada estará fuera de tu alcance! (…). Con la ayuda de Dios, justos expulsaremos a los enemigos de la libertad y a los opresores de la dignidad (…). Mis colegas líderes, el camino a la paz y el progreso, a la libertad y la justicia, y a un mundo mejor para toda la humanidad, empieza en nuestras casas. Gracias. ¡Dios les bendiga! ¡Dios bendiga a las naciones del mundo! ¡Dios bendiga a los EEUU! ¡Muchas gracias!”.

Estos fragmentos de su discurso ante las Naciones Unidas eran demasiado potentes, demasiado amenazadores, demasiado peligrosos. Donald Trump, sin ser perfecto (de hecho que también cometió muchos errores y le costaron caro) era un peligro para los “globalistas” representados por el Príncipe de Gales y sus amigos. Rápidamente, estos reptiles rastreros se habrán dicho a sí mismos: “¡Algo hay que hacer! ¡Hay que quitar al “loquito” Trump del camino!

Como hemos dicho, lo primero que se intentó fue un “impeachment” con argumentos traídos de los pelos. Al fin y al cabo, eso es lo de menos pues en todo “juicio político” lo que se juzga es la capacidad que tiene el mandatario para mantenerse en su cargo en base a sus apoyos políticos. Se lo juzgó por “abuso de poder y mal desempeño de sus funciones”, pero los planes globalistas fallaron. Donald Trump fue absuelto, era demasiado popular y contaba con las simpatías de su Partido Republicano en el poder. La oposición del Partido Demócrata se jugó y mucho en esto, pues sabían que a pocos meses de las elecciones presidenciales en los EEUU, el Presidente en Funciones, salvándose de un “impeachment”, saldría sumamente fortalecido. Por segunda vez, los reptiles rastreros habrán gritado: “¡Algo hay que hacer! ¡Hay que quitar al “loquito” Trump del camino!

Exactamente un mes después de que Donald Trump superó su “impeachment”, el mundo entero levantaba una señal de alerta roja: la pandemia de COVID 19, que hasta entonces no era sino una simple gripe fuerte estacional, de la noche a la mañana se convirtió en una “nueva peste negra”. Era Marzo del 2020 y muchos paraguayos no olvidaremos jamás cuando se anunció el cierre de fronteras, la cuarentena y la suspensión de las clases presenciales, que por casi dos años desde entonces, se han hecho en “modalidad virtual” en detrimento absoluto del desarrollo socio-cognitivo de niños y adolescentes. Nos impusieron los “pañales faciales” (mascarillas) que nunca, pero jamás se ha demostrado su efectividad y solamente sirvieron para contaminar masivamente al mundo entero (un documental de la NBC de EEUU afirmó, hace unos días, que desde el inicio de la “pandemia” unos 1.600 millones de tapabocas mensualmente se arrojan en ríos y océanos, generando una polución imposible de cuantificar, pues las mascarillas tardan unos 450 años en bio-degradarse).

Mientras todo esto ocurría, el Profesor Klaus Schwab, Jefe del Foro Económico Mundial, empezaba a hablar del “Gran Reseteo” en la institución que administra. El 3 de junio de 2020, luego de lanzar su libro “The Great Reset”, hizo las siguientes declaraciones:

“Podemos emerger de esta crisis como un mundo mejor si es que actuamos rápido y en conjunto… Los cambios que hemos visto en respuesta al COVID-19 prueban que un reseteo de nuestras fundaciones económicas y sociales es posible… Esta es nuestra mejor oportunidad para instigar al capitalismo de partes interesadas… La pandemia representa una rara pero estrecha ventana de oportunidades para reflejar, re-imaginar y re-iniciar nuestro mundo para crear un futuro más próspero, más sano y equitativo”.

O en las palabras de su buen amigo el Príncipe de Gales: “business as usual”. Negocios como siempre. Tiempo después empezó a correr un vídeo del Foro Económico Mundial que se hizo famoso por su premisa, que decía: “You’ll own nothing and you’ll be happy (poseerás nada y serás feliz)”. Esto ya no pasó desapercibido por las personas atentas.

Habían pasado varios meses desde que se declaró la “pandemia” de SARS-COV-2 y el virus mostraba ser bastante mediocre. Nos decían que sería “la nueva gripe española” (febrero 1918 – abril 1920), es decir, que en poco más de dos años se cobraría entre 50 a 100 millones de vidas humanas. Pero la realidad es que desde diciembre de 2019 hasta diciembre de 2021, el COVID-19 mató a 5,5 millones de personas, o sea, poco más del 10% del menor estimativo que se atribuye a la “gripe española”. Por lo demás, cabe recordar a la gente que la “gripe española” es la famosa Influenza A H1N1 de toda la vida, que anualmente se seguía cobrando entre 300 mil a 1 millón de muertes hasta el 2019, cuando mágicamente la Influenza A H1N1 (y las demás cepas) desaparecieron de la faz de la tierra para las estadísticas mundiales.

Paraguay se destacó por su pronta respuesta a la declaración de “pandemia”. Como ya dijimos, se dio un cierre de fronteras, una cuarentena preventiva, suspensión de clases presenciales y de toda aglomeración innecesaria. Solo los negocios considerados “de importancia primordial” (eufemismo que quería decir en realidad “negocios de los grandes capitalistas”) continuaron operando por varias semanas. Por consiguiente, se logró que la histeria se apodere de la mayoría de la población por medio de un constante bombardeo mediático y al mismo tiempo, cientos de miles quedaban “sin el pan de cada día” pues sus trabajos, que requerían actividad diaria, se veían severamente limitados. En respuesta, el Gobierno Paraguayo empezó una política de endeudamiento masivo para sustentarse y tratar de mantener a flote la economía. Se tomó un crédito inicial de 1.600 millones de dólares que debía servir para “preparar al país” en conjunto con la cuarentena inicial, para tener a los hospitales y centros de salud listos. Ya sabemos que ese discursito no fue más que eso, discursito. Hasta hoy es un enigma para todos los paraguayos saber en qué se usaron los 1.600 millones de dólares iniciales (porque el endeudamiento a causa de la “pandemia de COVID-19” no se quedó en eso sino que estaría cerca del doble, unos 3.200 millones de dólares según estimaciones, lo que hizo que la deuda paraguaya, en dos años, suba de 8.859 millones de dólares en 2019 hasta 13.416 millones de dólares en 2021).

¡Negocios, como siempre! Las poderosas compañías médico-farmacéuticas aprovecharon la situación para hacer ganancias exorbitantes e inmorales gracias al pánico social inoculado en la población. Pero todo esto era un simple efecto colateral, pues el COVID-19 servía al propósito de ser utilizado como “arma política” en contra de los eventuales adversarios del globalismo. Fue lo que pasó con el Presidente Donald Trump, quien a pesar de que actuó acorde a los datos con que se contaban entonces respecto a la pandemia (y el tiempo le daría la razón), era acusado de grave negligencia y el número de muertos por SARS-COV-2 (reales o ficticios) se abultaba. Con mucho maquiavelismo, se responsabilizaba a Trump por cada muerte a causa de la enfermedad. Así, el paupérrimo candidato demócrata Joe Biden tenía un “caballito de batalla” con el cuál lanzarse encima de su rival.

Lo mismo se hizo en otras latitudes: el COVID-19 era la perfecta excusa para acusar a los rivales políticos de inoperancia, incapacidad, inutilidad y hasta de complicidad en cada fallecimiento. La irracionalidad e intereses mezquinos de los seres humanos hicieron lo suyo para que todo se salga de cualquier proporción razonable. El SARS-COV-2 se había “politizado” y esto venía a pedir de boca de los “globalistas”, quienes solo tenían que continuar con la propaganda intensa para que el circo crezca y crezca. Recuerdo que el Dr. Guillermo Sequera, encargado de Vigilancia de la Salud en Paraguay (y que no es santo de mi devoción), por una ocasión dijo algo serio y razonable: “tenemos que salir a contagiarnos, la enfermedad siempre estará ahí afuera, la vida continúa, hay que ganar inmunidad de rebaño” y estuvo a punto de ser enviado al paredón de fusilamiento por la prensa paraguaya, su amiga y aliada que no le perdonó a Sequera que este haya intentado utilizar la lógica y el sentido común. La histeria y la irracionalidad tenían que seguir y tienen que seguir para ellos.

Pero el COVID-19, el “virus chino de Wuhan”, estaba cumpliendo su principal objetivo: desestabilizar y tumbar al Gobierno de Donald Trump. Llegaron las elecciones presidenciales del 2020 en los EEUU y en contra de todos los pronósticos, venció el “viejo gaga” Joe Biden del Partido Demócrata, en medio de muy convincentes acusaciones de fraude electoral ante los ojos del mundo entero, que terminaron sepultando cualquier prestigio que aun quedara vigente de los Estados Unidos de América. ¿Estuvo la República Popular de China detrás de la “creación” de la “pandemia”, en alianza con los globalistas, enemigos todos ellos de Trump? Solo el tiempo lo revelará, pero los indicios con que contamos hoy y las cadenas de “coincidencias” que fueron dándose son demasiado sugerentes.

Joe Biden asumió la presidencia de EEUU. ¿Era entonces tiempo de terminar con la “pandemia”? Bueno, en su país, al momento en que hacía el juramento de Comandante en Jefe, las grandes cadenas televisivas dejaron de mostrar minuto a minuto el número de muertos por COVID-19. Fue bastante alevoso e indisimulado. Pero la cosa todavía no estaba terminada. Los arquitectos del “Gran Reseteo” habían invertido mucho dinero y tenían que ver las ganancias.

Las vacunas, cuyos principales financistas fueron trillonarios grupos de inversión (como “Blackrock” o “Vanguard”) y cuyos principales promotores y distribuidores fueron organizaciones no-gubernamentales como GAVI, encabezadas por Melinda y Bill Gates (el magnate de Microsoft), tenían que generar su lucro monetario para las grandes compañías médico-farmacéuticas. Los Estados Nacionales, como el nuestro, se endeudaron con ponchadas y ponchadas de dinero para conseguirlas y en todo el mundo, el mecanismo de reparto de las inyecciones fue bastante ineficiente. Eso sí, las cuentas bancarias de los fabricantes y distribuidores crecían enormemente. Poco importó que miles de médicos en todo el planeta hayan aplicado el más básico y fundamental principio del método científico, la observación empírica, y hayan anunciado que drogas baratas y de uso no restringido como la ivermectina, la hidroxicloroquina, la azitromicina, la vitamina D y el zinc (entre otras) han tenido efectos positivos en los pacientes enfermos con COVID-19, especialmente cuando se las administra de manera profiláctica y precoz. Todos estos médicos e investigadores eran ridiculizados y silenciados. Todavía se dio el caso descarado de que la compañía farmacéutica MERCK, principal productora de ivermectina en EEUU, había afirmado a los cuatro vientos que según ellos “la ivermectina no tiene efecto alguno en el tratamiento de la infección por SARS-COV-2” (¡ni siquiera placebo, eh!). Pero días después, en el colmo del cinismo indisimulado, MERCK anunciaba una “nueva droga” para combatir al COVID-19: el molnupiravir, muchísimo más cara que la baratísima ivermectina, de patente libre. ¡El chiste se cuenta solo!

¡El Gran Reseteo terminó siendo un negocio redondo para los magnates del globalismo como Bill Gates y George Soros! Estos dos trillonarios compraron en junio de 2021 (quizás antes) una compañía europea llamada “Mologic” (casi casi Moloch) con sede en Inglaterra y que es líder mundial en la producción de los “test rápidos” para el diagnóstico del COVID-19. Lo gracioso de todo esto es que las tecnologías para detectar al SARS-COV-2 se basan en la técnica de la “Reacción en Cadena de la Polimerasa”, método descubierto por el estadounidense Kary Mullis, quien ganó el Premio Nobel de Química por dicha invención. El mismo Kary Mullis (fallecido curiosamente el 2019) afirmaba que su técnica, conocida por sus siglas “PCR”, no servía para “diagnosticar enfermedades” sino simplemente para “replicar muestras pre-existentes”. Pero bueno, dejemos el debate de la validez del “PCR” a los expertos. En Paraguay, también los magnates locales aprovecharon la situación para adquirir compañías de distribución de productos médico-farmacéuticos. ¡Acá nadie mete aguja sin hilo!

A la tragedia del “Gran Reseteo” se suma la acción de los denominados “anti-vacunas” (que en realidad, son “anti-vacunas del COVID-19”, pues aceptan a todas las otras). En mi humilde opinión, la acción de los “anti-vacunas del COVID-19” ha sido más perniciosa que favorable para combatir a los promotores del “Gran Reseteo”. Explicaré brevemente por qué. En medio de la gran tormenta de desinformación, especialmente por las redes sociales, muchos de los “anti-vacunas” solamente embarraron aún más la cancha. Algunos hablaban de los “micro-chip”, otros de que las vacunas eran una “tecnología 5G magnética” que podía dañar al cuerpo, otros directamente llegaron a afirmar que en las inyecciones se estaba transmitiendo verdaderamente a la enfermedad y que “en menos de dos años, todos los que fueron inoculados estarían muertos”. ¡Háblame de contribuir con la histeria y la neurosis colectiva! Muchos investigadores serios y cautelosos, quienes hicieron cuestionamientos válidos al asunto de las vacunas, han quedado ofuscados e incluso “manchados” en su reputación a causa de los “anti-vacunas del COVID-19”. Estoy a punto de sospechar que el “anti-vacunísmo radical” es “disidencia controlada” de los arquitectos del “Gran Reseteo”.

Aquí debo dejar constancia de que me opongo rotundamente a que las personas sean obligadas o coaccionadas a recibir un tratamiento médico, el que sea, sin su expresa voluntad y consentimiento (más aun tratándose de una enfermedad tan “leve” como el COVID-19, con una tasa de mortalidad promedio del 2%). Así también, cualquier tipo de coacción gubernamental o privada, así como los “pasaportes sanitarios”, deben ser resistidos como medidas atentatorias contra la dignidad humana. Debería aplicarse, con respecto a las vacunas, el siguiente principio: “yo respeto sus ganas de vivir, usted respete mis ganas de morir” (jejeje, retoqué un poquito a la frase original). El que ya está vacunado, no tendría por qué preocuparse del que no se inyectó, ¿verdad? “¡Mi cuerpo, mi decisión, basta de coacción con la vacunación!”. ¡Aclaro por vigésimo novena vez que yo me puse dos “Pfizer” y quizás me aplique una tercera!

En fin, este artículo está ya un poco extenso pero quería hacer un recuento de lo que en verdad ha sido el “Gran Reseteo” y cómo seguimos, al parecer, obnubilados por la histeria que ha beneficiado enormemente los bolsillos de unos pocos en detrimento de la inmensa mayoría. Algunos dirán que estas son “teorías de conspiración”, pero en realidad yo no creo que el “apocalipsis zombi” está a la vuelta de la esquina gracias a los que se pusieron las vacunas, ni tampoco creo que el “microchip 5G” será inoculado a todo el mundo. Todo lo que he escrito más arriba sigue una lógica demasiado sencilla en base a tres puntos clave: “poder político” (Trump y sus aliados vs. los Globalistas y sus aliados; aplíquese también a las diferentes rivalidades politiqueras de cada país), “poder económico” (las enormes e inmorales ganancias monetarias que unos pocos magnates están haciendo en detrimento del resto del mundo) y, finalmente, la “estupidez humana” (histeria, neurosis, pánico, ignorancia, “fe en la zienzia con zeta”, desinformación, posmodernidad, posverdad, etcétera, etcétera). Que una sola de las tres opciones te parezca razonablemente posible, ya te debería ser suficiente como para cuestionar todo lo que ha ocurrido en estos casi tres años con el “Gran Reseteo”.

Por último, no podemos dejar pasar a la voz de la esperanza en medio de este mundo en ruinas. La Iglesia Católica, institución que por los méritos de su Divino Fundador, es fuente de toda Verdad y Bien. En dos ocasiones, fue el Papa Francisco quien debió lanzar una solitaria cruzada en contra de los magnates globalistas y sus malignas intenciones. En la primera, el 21 de diciembre de 2020, en la hoy famosa “Nota sobre la Moralidad del Uso de Algunas Vacunas contra la COVID-19”, ha confirmado que de ninguna manera la “vacunación” puede ser “obligatoria”, que la dignidad de las personas jamás puede ser vulnerada y que todo queda a criterio de la “conciencia” y de la “libertad” de cada individuo para recibir dichos tratamientos, siempre pensándose en el bien común. En la segunda ocasión, el 16 de octubre de 2021 en su “Videomensaje del Santo Padre Francisco para los Movimientos Populares”, el Sumo Pontífice exclamó:

“A los grandes laboratorios, que liberen las patentes. Tengan un gesto de humanidad y permitan que cada país, cada pueblo, cada ser humano tenga acceso a las vacunas. Hay países donde sólo tres, cuatro por ciento de sus habitantes fueron vacunados. Quiero pedirles en nombre de Dios a los grupos financieros y organismos internacionales de crédito que permitan a los países pobres garantizar las necesidades básicas de su gente y condonen esas deudas tantas veces contraídas contra los intereses de esos mismos pueblos”.

¡Pedir a los grupos financieros y organismos internacionales de crédito que condonen las deudas contraídas en contra de los intereses de los pueblos! ¡Papa Comunista! ¿Cómo se atreve a atacar las ganancias muy capitalistas y depredadoras de los grandes magnates de las finanzas internacionales, del Fondo Monetario Internacional, del Foro de Davos, de la banca usuraria globalista con sus grupos de inversión como “Blackrock” o “Vanguard”? ¡Pobres benefactores sociales perseguidos por el “Papa Comunista”! ¿Quién podría defenderlos?

Ironía y sarcasmo aparte, si las patentes de las vacunas, medicamentos y tests fueran liberados y si todos los laboratorios del mundo, en cada país, pudieran producirlos siguiéndose las más estrictas normas de seguridad y ética, automáticamente el “business as usual” de los grandes magnates del “Gran Reseteo” quedaría destruido. Sin embargo, nadie escucha atentamente al Papa Francisco y todos los que no ponen un pie en la Única Iglesia, prefieren acusarlo de “comunista” o “globalista” y tergiversarlo antes que escucharlo con detenimiento. ¡Pero claro que a algunos no les gustará que el Sumo Pontífice exija a los poderosos capitalistas que “liberen sus patentes” para que todos puedan ver y conocer de qué están hechas esas vacunas en verdad! ¡Eso es contrario al sacrosanto principio de la “propiedad privada”!

Hablar del “Gran Reseteo” nos obliga a diferenciar la “verdad” de la “mentira”. Lo que los rastreros reptiles Klaus Schwab, el Príncipe Carlos, Melinda y Bill Gates, George Soros y demás promueven siempre está oculto por las palabras propagandísticas y los inmensos recursos monetarios que mueven cada uno de ellos para que la “mentira” pase por “verdad”. Así, los patriotas que, con sus grandes limitaciones, luchan por preservar a sus naciones de estos depredadores viles y vampíricos, están siempre remando a contracorriente y con todas las posibilidades en contra. En muchos casos, ni siquiera un hombre relativamente poderoso como Donald Trump puede resistirles. A pesar de ello, la lucha de cada uno de los “patriotas” y “mártires” renueva las esperanzas y demuestra que los reptiles rastreros no solo no la tendrán fácil sino que, tarde o temprano, serán vencidos.

Porque existe el otro “Gran Reseteo”. El verdadero. El que celebra la Santa Iglesia Católica cada 25 de diciembre. El día que nos recuerda que el Rey del Universo vino personalmente a derrotar a los “reptiles rastreros” hace más de dos mil años, venciendo al miedo, al terror y a la muerte; sigue viniendo cada año (y cada día, a cada instante, en todas las Santas Misas) por medio de su Espíritu Santo, que hace el milagro de la transubstanciación en donde el Rey del Universo se hace presente en Cuerpo, Sangre y Divinidad; y vendrá pronto, muy pronto, para reclamar su trono y ajusticiar a quienes corresponda. Está escrito y así será.

Con esa esperanza inconmovible, pues ni las puertas del infierno prevalecerán sobre la Única Iglesia de Jesucristo, saludo a los lectores de este medio alternativo de prensa con la frase más alegre que existe en este mundo:

¡Feliz Navidad!

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