sábado, 23 noviembre, 2024

La hipocresía progresista

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De unos años a esta parte, el lobby LGBT pisa fuerte en términos de marcas comerciales, es decir, aun siendo un mercado minoritario, las empresas dedican millones de dólares en tratar de quedar bien con ellos. No digo que esté mal o bien una elección sexual u otra, soy un ferviente militante de la libertad… pero para todos. Libertad para que quien tenga una elección de vida diferente pueda aceptarla y vivirla, y libertad para que quien no esté de acuerdo pueda no estarlo y pueda expresarlo, sin que esto provoque una avalancha de críticas, censura y, en muchos casos, ostracismo y libertad para decirles que son unos hipócritas.

En el año 2016 tres estados norteamericanos aprobaron una ley a favor de la libertad religiosa, inmediatamente, muchas de las multinacionales más importantes del mundo llamaron a boicotear esas leyes y a los estados, bajo el argumento de que la ley discriminaba a los no heterosexuales.

Entre las compañías que apoyaron el boicot estaban Unilever, Microsoft, Intel, Warner, Disney, General Electric, Coca Cola, Apple, Netflix, Sony y hasta la NBA.

Claro, estas empresas se expresaron en ese sentido dentro de las fronteras de los Estados Unidos, un país donde la libertad es un valor que no se negocia, nunca lo harían en China, en Arabia Saudita o en cualquier otro país que viole los derechos de las personas que integran el colectivo LGBT.

Por ejemplo, la firma Unilever opera sin ningún problema en Argelia y Túnez, países que según el informe anual Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales violan sistemáticamente los derechos humanos de las personas por su orientación sexual.

Microsoft, según los informes de Human Rights Watch hace oídos sordos frente a todas las violaciones a los derechos humanos en China. ¿Su defensa? Muy floja, argumenta que al operar dentro de las fronteras del país comunista hacen a China más libre, algo que deberíamos preguntarle a los habitantes de ese país.

La compañía cinematográfica Time Warner, una de las que se opuso a la ley de libertad religiosa de Georgia bajo el argumento de que violaba los principios y la inclusión de la gente por su condición sexual, opera sin siquiera ruborizarse en Singapur, un país en el que la homosexualidad directamente está prohibida.

Así, una a una, podríamos describir como estas empresas, mientras intentan meter el lobby LGBT hasta en nuestra sopa, omiten denunciar crímenes de todo tipo en muchos de los países donde suelen hacer negocios, dejando en claro que no les importan los homosexuales, los bisexuales, los heterosexuales, los pan sexuales o lo no sexuales, solo les importa el dinero.

Dicho esto, si nos van a venir a dar clases de moral, al menos súbanse las braguetas.

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