sábado, 23 noviembre, 2024

Al final… estábamos mejor cuando creíamos que estábamos peor

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¿Puede alguno de los lectores asegurar que se imaginó un escenario semejante cuando levantaba la copa allá por diciembre de 2019?

Con suerte, nuestras preocupaciones se debatían entre una posible crisis económica, los deseos que ANDE y ESSAP no nos estafaran en el 2020 o, el más pesimista, tal imaginaba alguna crisis ecológica, pero nadie, en su sano juicio, imaginaba una “crisis” semejante a la que vivimos con el COVID 19.

No hablo ya de la crisis económica o laboral que generó el corona virus, me refiero a la crisis social, de valores. Es cierto, vivíamos en una sociedad plagada de falencias y cuestiones por corregir, pero no era una sociedad alienada como la actual.

La alienación es el proceso por el cual un individuo pierde toda su individualidad (valga la redundancia) y se transforma en alguien más, en un extraño, en alguien ajeno a sí mismo y, del mismo modo, sucedió con la sociedad y es algo que es innegable.

La alienación es un tema estudiado desde hace muchos siglos, es el inicio de una enfermedad donde el enfermo no sabe que lo está, y en ese punto radica el peligro. De forma lenta, pero constante, los medios de comunicación masiva nos fueron “educando” hasta hacernos perder nuestra capacidad de ser emisores de un mensaje y nos convirtieron en simples receptores.

Nos robaron la libertad

A partir de eso, de la pérdida de la propia identidad, del empobrecimiento del individuo, la capacidad destructiva de la alienación sufrida se hizo notable, abandonamos nuestra propia naturaleza. ¿Por qué las naciones luchan? ¿Por qué quien está preso es capaz de arriesgar su vida por salir de la cárcel? Porque nuestra naturaleza es la libertad, y hoy no solo la hemos perdido sino que, de paso, se llevaron puesta nuestra conciencia de la libertad.

La libertad no es del todo una espontaneidad instintiva, ni siquiera deviene de la sociedad. La libertad presupone que tenemos la capacidad de conocernos a nosotros mismos, nuestra realidad y, sobre esas bases, podemos libremente y a través de la razón y la conciencia auto determinar qué es lo mejor para nosotros.

La alienación social a la que fuimos sometidos por más de un año fue, lisa y llanamente, una manipulación social y política de los individuos. Hasta el día de hoy, son pocas las personas que saben que la conciencia de toda la sociedad fue transformada hasta el punto de convertirla en algo contradictorio respecto de los que se espera de ella.

¿No se sienten vacíos al negarles a sus padres la oportunidad de abrazar y besar a sus hijos o de abrazar y besar ustedes a sus padres? Yo sí. No sé cuál sea el camino que deba tomar la sociedad a partir de ahora; lo que sí sé, es que no debe ser por este camino distópico.

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