domingo, 17 noviembre, 2024

Uruguay, rumbo tímido hacia la derecha desde 2020

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El 28 de noviembre de 2019, Luis Lacalle Pou (Partido Nacional)  ganó la presidencia del Uruguay frente al candidato Daniel Martínez del partido que gobernó los últimos quince años: el Frente Amplio (FA).

Para contextualizar, el Partido Blanco o Nacional, es uno de los partidos llamados tradicionales en nuestro país, con 184 años de existencia. Tiene una matriz pluralista y nacionalista basada en la premisa de ser un partido de hombres libres.  Es el mismo Partido Blanco, que el mariscal paraguayo Francisco Solano López, en 1864, brindara apoyo en la guerra civil contra el Partido Colorado (apoyado por el Imperio de Brasil), en el contexto de la Guerra de la Triple Alianza.

No es extraño ver que dentro del Partido Blanco haya sectores distintos entre sí, algunos más conservadores, otros más progresistas y otros más liberales. De todas maneras, y en forma simplificada, el Partido Nacional junto al otro partido fundacional del país, el Partido Colorado, son aquellos que representan “la derecha”  uruguaya, por contraposición al Frente Amplio que representa a la izquierda.
Estas por supuesto, son etiquetas puestas a grandes rasgos ya que, aunque validáramos la categoría derecha/izquierda como vigentes en la actualidad, hay rasgos de social democracia en el Partido Nacional como hay rasgos pro capitalistas en el Frente Amplio.

Acaso la diferencia más grande que tiene el Partido Nacional es su mirada puesta en todos los sectores del país, mientras el Frente Amplio se dedicó sus quince años de gobierno a favorecer prioritariamente a la capital uruguaya, Montevideo, que concentra la mayoría de la población del país.

Montevideo es predominantemente una ciudad de corte progresista e izquierdista. Varios factores históricos explican este presente y ahí el gran bastión frentista para ganar tres periodos consecutivos     (Vázquez-Mujica-Vázquez).

¿Qué sucedió entonces luego de quince años para que se terminara el continuismo? En primer lugar debemos entender que las últimas elecciones las definieron los votantes de centro. Esto es; el votante frentista nunca dejó de votar a su partido por peor gestión que sus gobiernos hayan tenido. El votante de derecha siempre vota por descarte al que no es frentista. Es por eso que en la actualidad Partido Blanco y Colorado votan juntos casi siempre, como una suerte de coalición.

En Uruguay, en la campaña 2019, esta coalición de blancos y colorados se amplió a otros partidos, pequeños como el partido independiente y el partido de la gente, y otro que emergió como nuevo en el espectro político uruguayo con figuras muy controvertidas por venir del ámbito militar; Partido Cabildo Abierto.

Además de esta coalición, una frase muy repetida en su momento fue que “la derecha no ganó las elecciones, sino que la perdió la izquierda”.  Si bien el FA gobernó 15 años con viento a favor, en un periodo de bonanza económica coyuntural, dilapidó mucho dinero en inversiones públicas, mal hechas o de poca utilidad, agrandó el Estado a dimensiones impensadas, ignoró en el último quinquenio las necesidades de los productores de campo y sobre todo, falló en el tema que lo hizo perder confianza de la ciudadanía: la seguridad. Nunca se vivieron tiempos de tanto delito, inseguridad y erosión de valores como en los años de gobernanza del Frente Amplio. Bajo la consigna de “ ser joven no es delito”, no solo no se bajó la edad de imputabilidad sino que además se reblandecieron las penas en general, convirtiendo al país más seguro de América Latina en uno en donde la gente ya no quería salir de sus casas.

En forma resumida y pese a que la victoria de Luis Alberto Lacalle Pou fue por poco margen, se abrió desde el 1 de marzo de 2020, cinco años de cambio de políticas donde el Partido Nacional en coalición, comenzó una nueva era en el país.

Evaluación del primer año de Gobierno de Luis Lacalle Pou

Las promesas de campaña estuvieron basadas en la mejora de seguridad, en el ahorro de gasto público, fomento a inversiones, revisión en políticas educativas, no aumento de tarifas y, sobre todo, transparencia de la información.

Muchas de estas propuestas serian consagradas mediante una ley de urgente consideración que se denominó LUC.

Como sucedió en muchos países, la pandemia cambió el curso de la agenda política y de los planes de gobierno. Trece días después de haber asumido el presidente Lacalle, aparecieron los cuatro primeros casos de coronavirus en Uruguay.

Esta situación trastocó los planes políticos del gobierno, pero no en forma estructural. Considerándose a sí mismo, Lacalle como un liberal, pero de libertad solidaria, y no liberal purista, manejó la pandemia en una suerte de equilibrio entre lo que él denominó perillas sanitarias y económicas. Citando al mandatario “para adelante todo lo posible, para atrás todo lo necesario”. De esta manera, sin cuarentena obligatoria, con el asesoramiento del grupo honorario de científicos y el trabajo del Ministerio de Salud Pública, se logró mantener abierta lo más posible la economía, a la vez que se reforzaba el sistema de salud para evitar un saturación sanitaria. En lo económico, se conformó el Fondo Coronavirus y se bajaron los sueldos desde el Presidente de la República, hasta el funcionario público que cobrara aproximadamente hasta USD 2000 por mes; medida que se mantuvo dos meses.

El comportamiento del uruguayo, logró mantener la curva de casos positivos en índice verde de Harvard durante ocho meses. Podríamos decir que recién en el mes de noviembre comienza el pico o la primera ola, lo cual dio una ventaja significativa porque coincidió con la puesta en venta de las vacunas.

Lo que hizo que Uruguay retrasara la situación crítica, y mantuviera su población prácticamente sana y trabajando, fue la libertad responsable a la que Lacalle apeló, brindando conferencias explicativas semanalmente, con un trabajo de concientización y con relativo apoyo de la oposición en el primer mes de lucha contra la pandemia.

Una vez que Lacalle comenzaba a ser reconocido internacionalmente por su buen manejo de la crisis sanitaria, y contaba con un 60% de aprobación de la población uruguaya (más de la gente que lo había votado) la izquierda optó por un cambio de estrategia pasando de apoyar al gobierno, a realizar una campaña agresiva, exigiendo más subsidios y desafiando a la enfermedad, convocando marchas todas las semanas que incidieron en la suba de casos.

A fin de año de 2020 la situación sanitaria comenzó a deteriorase aunque sin correr riesgos de saturación; las voces de la izquierda cada vez se hicieron sentir más, oponiéndose a la aprobada “ley de urgente consideración” (LUC) movilizando en la actualidad militantes para la junta de firmas que la deroguen (pese a haber sido votada por representes del mismo Frente Amplio).

Se puede decir que en términos generales, el uruguayo promedio estuvo de acuerdo con las medidas sanitarias pero una parte demandó más subsidios del Estado, que aunque los hubo, le parecieron insuficientes a parte de la población.

En conclusión, la meta de ahorro de gasto publico fijado por el Poder Ejecutivo, no pudo cumplirse a razón de la situación sanitaria, la suba de tarifas fue inevitable y otras voces se levantaron en contra del mandatario a raíz de algunas políticas sociales de corte globalista que introdujo en la ley de urgente consideración; políticas de género y medioambientales, que coinciden con los lineamientos de la llamada Agenda Mundial.

Batalla Cultural en Uruguay

Uruguay es un país predominantemente de centro izquierda, más de lo que el propio uruguayo reconoce. De tradición batllista, siempre espera que el Estado sea la solución a sus problemas dando poco lugar a la iniciativa privada. Las voces que se han levantado contra este “vicio histórico”, han sido pocas y aún son muy tenues.

Como sucede en casi todas partes del mundo, la izquierda ha tomado el control de los medios de comunicación, sesgando las noticias e influyendo en la media de la población.

En este escenario, la Agrupación Libertad con el Dr. Álvaro Diez de Medina y Juan Friedl (sector del partido colorado) ha intentado abrirse camino, pero sin fuerza para difundir sus ideas ya que esto supone cambios en el ADN de una sociedad regida por el estatismo. Otros jóvenes del partido colorado como Bautista Gil Castillo, influenciados por los liberales argentinos y Agrupaciones Blancas como Alianza Republicana Oriental tienen sus propios canales de You Tube en los que difunden y entrevistan otras voces, intentando salirse del establishment impuesto por una cultura de izquierda y populista.

Sin dudas el ejemplo de Argentina, y el auge de figuras del liberalismo de la vecina orilla empezó a influir cada vez con más fuerza en el Uruguay estatista, donde cada vez más jóvenes abren espacios de debate político en donde la nueva derecha es hoy, sinónimo de revolución.

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