martes, 26 noviembre, 2024

La suerte es el residuo de los designios

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Por Walter Paredes Quintana

Exhaustivo el análisis para con los sucesos dentro del Congreso Nacional, desde el «HI BARBIE» dando apertura al odio del sector minoritario hasta el discurso acabado del «compamiento de poderes y la guerra de baja intensidad por parte del presidente de la ANR».

Surge un quiebre en la crítica; si nos merecemos este tipo de autoridades gubernamentales o es la mala suerte del parasitismo, perfeccionando con el transcurrir de los tiempos, que supo establecer al derecho como sirvienta de la mala política.

Los actos circenses que son generadas por nuestro chaqueñito, la tiktoker, la mona de coeficiente 160, la influencer que no sabes si es o no es quien hoy ocupa un curul; personajes que hacen primar el show antes que paliar las precariedades nacionales, lo preocupante recae en el repertorio repetitivo, «manterei opoí cuarta», sin serios proyectos y mucho menos una línea política-filosófica que fije un rumbo a su investidura, en fin, un gran desperdicio de espacio político; lo desesperante es que a esta endeble oposición le sobran años para procurar estos actos que solo denotan la debacle de los partidos antagónicos.

Los cuestionamientos sobre la composición de la mesa directiva, resultó (y a Dios gracias) simplemente la privación a quienes fueron humillados en las últimas elecciones; de las encarnizadas negociaciones y del aprovechamiento por la paz interpartidaria, la idea de forjar un frente que genere soluciones para el común, que fijen una agenda por y para el cambio, queda en lo «inexistente» en sus fojas el trabajo legislativo que hacen de respaldo a sus cargos.

Haciendo Mea Culpa, toda la responsabilidad pesa sobre nosotros, nos cuesta discernir, pareciera que la colonización geográfica y mental nunca fue desarraigada del todo, que el sentido crítico no se sobrepone a los vicios, que desencadenan en los peores escenarios sociopolíticos que terminan flagelando al endeble ordenamiento institucional.

Mea Culpa por permitir que la ambigüedad en las reglas sean la palanca para el jolgorio, causantes de estas maniobras inconducentes que van en detrimento al anhelo y desarrollo colectivo.

Mea culpa por permitir que el proletariado ilustrado junto con los analfabetos funcionales tenga la posibilidad de dirigir los destinos patrios.

Mea culpa por apuntalar al pasado e inculcar el mito del eterno retorno, de la figura del héroe máximo, por primera vez, sería bueno; no culpar en demasía a la suerte.

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