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Democracia: 35 años después de Stroessner

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El 13 de enero de 1947, la Asociación Nacional Republicana regresaba, de facto, al poder tras sufrir persecuciones y proscripciones desde 1904. Oficialmente, con el gobierno del presidente Don Juan Manuel Frutos, empieza el predominio aplastante del Partido Colorado desde 1948.

Pero la cosa no fue tan sencilla. Todavía se tuvo que caer en una cruenta y atroz matanza entre paraguayos que la historiografía denomina, con algo de romanticismo, «Revolución de 1947». Los liberales desahuciados y descabezados, se aliaron a «febreristas» y comunistas para derrocar al gobierno del general Higinio Morínigo, quien heredó la dictadura que el Partido Liberal manufacturó para el mariscal José Félix Estigarribia.

Este chistecito costó 25.000 vidas a nuestro país y los «próceres» del liberalismo paraguayo aprendieron por sus propias experiencias que «el que juega con fuego termina chamuscado». Fueron ellos quienes fabricaron la dictadura, y la dictadura los comió vivos.

De cualquier manera, como cuando sucede un cambio tan dramático en un país que estaba pauperizado por 42 años de gobiernos liberales en la República del Paraguay, los «colorados» tuvieron sus escaramuzas internas, sus escabechinas y enfrentamientos. Desde la finalización del gobierno del general Morínigo, seis hombres pasaron por la Jefatura del Estado pero la mayoría de ellos no ejercieron el mando siquiera 1 año, con la notable excepción del Dr. Federico Chaves, que estuvo a pocas semanas de concluir su mandato presidencial.

El pueblo paraguayo estaba hastiado, harto de tanta inestabilidad, golpes de mano y revoluciones. Es así como llega al poder el general Alfredo Stroessner Matiauda, quien recibió el «bastón de mando» del arquitecto Tomás Romero Pereira, quien había derrocado al Dr. Federico Chaves.

Stroessner, hijo de inmigrantes bávaros de Alemania, fue un héroe de la Guerra del Chaco; sus enemigos políticos, como es costumbre en los malos perdedores, lo pintaron con pálidos colores en lo referente a su actuación en la contienda bélica contra Bolivia. El «Artillero de Boquerón», que tuvo la oportunidad de hacer cursos militares en el Brasil, les cerró la boca durante la Revolución de 1947, pues su actuación en el frente sur fue crucial para la victoria del bando colorado en esa guerra civil. A partir de ese momento, su ascenso en las jerarquías militares se volvió rutilante.

Desde 1954 hasta 1989, el general Alfredo Stroessner gobernó la República del Paraguay. Fue presidente Constitucional, aunque algunos no quieran admitirlo. Fue electo democráticamente en siete ocasiones, aunque estos sufragios, como todos los sufragios, solo eran simulacros, idénticos a los que realizaba el Partido Liberal en 1904 – 1940.

¿Y cómo es que Stroessner estuvo 35 años en el poder? ¿Es que los paraguayos dejaron de tener pelotas repentinamente y se olvidaron de sus tumultuosas tradiciones de salir a reventarse a tiros ante los malos gobernantes?

La respuesta para estas preguntas, como para todo en la historia universal, es muy compleja. Sin embargo, en cierto sentido, ya respondimos más arriba a una de ellas. Había hartazgo y hastío, pero no de los malos gobernantes, sino de las revoluciones y asonadas constantes. ¡A nada condujeron desde 1904 hasta 1947, solo sirvieron para derramar sangre y entregar territorios en el Chaco! La gente quería «paz» y de hecho, el país verdaderamente la necesitaba.

Así fue que el general Alfredo Stroessner pudo ejercer la Jefatura del Estado con relativa calma. Su gobierno tiene tres períodos bien marcados. El primero, de 1954 – 1969, fue de nacionalismo y estabilización política. En esos años, la resistencia armada contra su mandato fue más intensa. En tres ocasiones, el mismo ejército intentó derrocarlo (sublevación de 1955, tentativas de golpe en 1956 y 1957). Aparecieron grupos revolucionarios y subversivos, inspirados por el contexto de la Guerra Fría; pocos recuerdan hoy a los ataques terroristas que llevaron a cabo los hombres del «FULNA» (Frente Unido de Liberación), el «Movimiento 14 de mayo», la «Columna Mariscal López», el «Ejército Revolucionario Paraguayo», el «Movimiento de Liberación Rodríguez de Francia», la «Organización Político Militar (OPM)», etcétera, etcétera.

Muchas de estas organizaciones guerrilleras y terroristas lograron importantes objetivos, como la toma de la ciudad de coronel Bogado, el ataque de Puerto Bouvier, las operaciones que realizaron en las villas de Santa Elena y Piribebuy… Recibían apoyo logístico e incluso militar de grupos como los Montoneros de Argentina y los Tupamaros del Uruguay.

Lo cierto es que el general Stroessner, «el rubio», «el tembelo», fue absolutamente implacable. A todas esas organizaciones, una por una, las fue aniquilando con mano dura, pulso firme y rienda corta. Fue el período más intenso de la represión, miles de paraguayos fueron torturados por la mera acusación de simpatizar con alguno de estos movimientos de «guerrilleros comunistas». Se podría decir que, empezada la década de 1970, dichas organizaciones quedaron reducidas a grupúsculos insignificantes de poca monta.

Empezó así el segundo período histórico del «régimen stronista». Los años 1970 – 1979, que tuvieron su preludio con la estabilización social y política de lustros anteriores, lo que terminaría dando frutos. El historiador brasileño Dr. Alfredo da Mota Menezes, en su obra «La Herencia de Stroessner», nos da unos datos contundentes e irrebatibles:

El producto nacional bruto del Paraguay aumentó 5,1% en 1972; 7,8% en 1973; 8,3% en 1974; 5% en 1975; 7,5% en 1976; 11,8% en 1977; 10,8% en 1978; 10,7% en 1979 y 11,4% en 1980. En millones de dólares el PNB aumentó de 769 millones en 1972 a 2.100 millones en 1977, y al punto principal de 2.860 millones en 1980. La renta per cápita que aumentó de 200 dólares en 1956 a 316 dólares en 1972, creció a un fantástico 746 dólares en 1977, más del doble en 5 años. La renta per cápita estaba en 1903 dólares en 1980

Nunca en la historia post Guerra de la Triple Alianza en el Paraguay, se vio semejante crecimiento y expansión económica. Estos fueron los «años dorados» del régimen de Stroessner, caracterizados por el impulso que se imprimió a las obras públicas; la «carrera hacia el este» para crear un polo de desarrollo en la Villa Flor de Lis, luego denominada Puerto Presidente Stroessner (actual Ciudad del Este, nombre feo sí los hay); los megaproyectos, representados con las usinas de Acaray, Itaipú y Yacyreta (realizadas con importante aporte de los países vecinos Brasil y Argentina, respectivamente); el surgimiento y potenciación de empresas de servicios públicos; el fomento de la agricultura y la ganadería orientadas a convertir al Paraguay en un «granero del mundo». En vano nos extenderíamos en mencionar las obras del general Stroessner para desarrollar al Paraguay. Lo que debe constar en acta, claramente, es que nuestro país era el más pobre de toda la América Española cuando asumió su mandato, inclusive, en tiempos del Partido Liberal, rivalizábamos con Haití por el «último puesto», sí vamos a creer los testimonios de un doctrinero del liberalismo paraguayo como lo fue el Dr. Teodosio González en su libro «Infortunios del Paraguay».

Sí el general Stroessner hubiera abandonado su mandato presidencial en el año 1978, como estaba previsto, probablemente estaríamos hablando hoy del más brillante estadista de toda la historia del Paraguay desde 1870. Sin embargo, en esos años aparecieron los personajes que aceleraron la descomposición y la putrefacción de su régimen. Fueron los tristemente célebres miembros del «Cuatrinomio de Oro». A finales de la década de 1970 y principios de 1980, la corrupción del gobierno (que en sus inicios estaba controlada y limitada) empezó a expandirse. Brotaron los «caciques militares» y «políticos de la frontera» que hicieron pingues negocios con el narcotráfico y las influencias ministeriales.

El Dictador «se durmió en sus laureles», quizás «lo adormecieron sus adulones y cantamañanas». A la estabilidad y el desarrollo, siguió una dura decadencia en la década de 1980. La sociedad civil respiraba aires de cambio; la burguesía del país, que conoció años de enriquecimiento y notables mejorías en su estilo de vida, sentía la obsolescencia programada de un régimen que se prolongó más allá de lo que marcaba su fecha de vencimiento… El país ya logró una tortuosa paz y ya tuvo un importante e innegable progreso, todo lo demás estaba sobrando…

Recobraron vida las organizaciones opositoras al régimen. La represión se acentuó en la última década del stronismo. Volvieron las torturas, las desapariciones, las muertes, el cierre de medios de prensa… El presidente, que para entonces ya se convirtió en un anquilosado déspota, todavía cometió el error de aceptar la permanencia en el poder político en las pseudo-elecciones de 1983 y 1988. El «Cuatrinomio de Oro» y las cúpulas más rancias de la ANR tuvieron gran parte de culpa en estas pésimas decisiones…

Así se llegó hasta el 2 y 3 de febrero de 1989. La «Noche de la Candelaria». Día infausto para muchos, de celebración para otros tantos. Con el apoyo de los EEUU, los «milicos de la frontera» hicieron de las suyas. Tras el golpe de estado, Alfredo Stroessner Matiauda presentó renuncia y partió al Brasil, su último y paradójico aliado. La jornada fue una auténtica desgracia sí se la observa desde el punto de vista de las víctimas fatales: hasta hoy no se sabe a ciencia cierta cuántos soldados, policías y civiles murieron en la «Noche de la Candelaria» de 1989. Algunos afirman que las fatalidades se aproximan a 200 entre civiles inocentes, valientes soldados del Regimiento Escolta y aguerridos agentes de la Policía Nacional, que simplemente cumplieron con su juramento de dar la vida en defensa del comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la República. Hasta hoy, estos hombres siguen siendo las primeras «víctimas olvidadas» de la democracia… Los «anónimos» que quedaron para siempre enterrados en esa oscura noche histórica… Todavía se espera el día en que se abra el «Archivo del Terror», pero de la democracia…

35 años pasaron de la «Noche de la Candelaria» de 1989.

El déspota fue al exilio, y en el país se enseñorearon muchos oligarcas que se hicieron ricos con el régimen para luego, en una espectacular metamorfosis, declararse enemigos del mismo. Las Fuerzas Armadas de la Nación quedaron en un severo desprestigio; hasta hoy no se sabe qué les motivó a actuar de la manera en que lo hicieron en esa oscura vigilia. Algunos investigadores afirman que fue la Embajada de EEUU la que «bajó el dedo» a Stroessner y dio el «visto bueno» para que los militares se levanten contra su Comandante en Jefe Constitucional. Otros afirman que el Presidente de la República tenía pensado realizar una «gran purga» de los elementos más corruptos de las Fuerzas Armadas, entre ellos su consuegro el general Andrés Rodríguez, pues pensaba que eran ellos quienes minaban al prestigio del gobierno, y esto habría sido lo que motivó la subversión de los principales hombres en la mira de Stroessner. Finalmente, algunos quieren colgarse guirnaldas en el cuello diciendo que todo fue parte de una decadencia acentuada del régimen en la que los opositores en la misma ANR y los demás sectores organizados tuvieron gran participación, y las Fuerzas Armadas no habían sino respondido a este sentimiento ciudadano. Permítaseme opinar al respecto y decir que esta última hipótesis me parece la menos plausible de todas; el populacho en general, poco o nada de interés tenía en los asuntos de la política salvo algunos grupúsculos, vinculados a los movimientos revolucionarios de la izquierda liberal y montonera de 1950 – 1970.

Con el general Stroessner existía la corrupción, pero esta se encontraba acotada en torno a su círculo áulico, a su «Cuatrinomio». En algunos casos, el comandante en jefe hizo la «vista gorda» a las acciones de sus subalternos militares que contrabandeaban y expandían a mansalva el narcotráfico en la región. Pero todo ello estaba limitado por el régimen, nadie debía salirse del esquema ni meterse con la conducción política del presidente, y por supuesto, al pueblo paraguayo no se lo debía «manchar» ni «involucrar». Para Stroessner, era mejor una población ignorante, inocente y feliz en su ignorancia e inocencia.

En cambio, desde 1989, la corruptela mafiosa se «democratizó» y alcanzó a todas las capas de la sociedad. El pueblo paraguayo sigue siendo ignorante (quizás en mayor medida que antes), pero ahora perdió la inocencia. Porque este es uno de los más deletéreos efectos de la democracia liberal: convertir a todos los ciudadanos, por acción u omisión, en cómplices de las fechorías que se cometen en su nombre.

El país tuvo en 1954 – 1989 su innegable período de «paz y progreso». Gracias a Dios, ya nunca tuvimos matanzas atroces entre paraguayos por cuestiones políticas (sí exceptuamos a la misma Noche de la Candelaria). Es cierto que resurgió con fuerza el terrorismo, la insurgencia, se potenció más que nunca el contrabando y el narcotráfico, aumentaron exponencialmente los delitos, algunos de ellos inéditos como el secuestro de personas inocentes; el latrocinio y robo «a manos llenas» se convirtió en una costumbre nacional cuando antes era simplemente asunto de unos pocos privilegiados, amigos del «tiranosaurio». En tiempos del general Stroessner existía el nepotismo, pero nunca fue tan descarado y escandaloso como lo que hay en nuestros días.

En los años 1954 – 1989, como uno de los más cuestionables aspectos del régimen stronista, tenemos el caso de los 450 muertos y desaparecidos, y las 20.000 personas que sufrieron algún tipo de tortura, sea esta grande o pequeña. Digamos fuerte y claro que la muerte arbitraria de un solo compatriota es un crimen deleznable, y el general Stroessner cargará para siempre con esa responsabilidad sobre sus espaldas, pues era él y nadie más que él quien gobernaba al país.

Sin embargo, las preguntas que debemos hacernos son las siguientes. ¿Y los crímenes que se cometieron durante la democracia? ¿Quién se hizo responsable de ellos? Solamente en el «Marzo Paraguayo» tuvimos 10 muertos y 800 heridos. En la «Matanza de Curuguaty» cayeron sacrificados unos 20 compatriotas. Los narcoterroristas del EPP (y sus células precursoras) ocasionaron cerca de 100 fallecimientos, sin contar a las víctimas fatales que el Gobierno Paraguayo se cobró en represalia contra estos criminales. Las cárceles del país están, en democracia, más llenas de lo que nunca estuvieron durante el régimen de Stroessner. ¡Eso ya les tiene que dar mucho de qué pensar!

¿De cuántos otros crímenes, delitos y fechorías deleznables nos estamos olvidando a la hora de hablar de los 35 años de democracia, sistema y régimen político que es como un «pozo ciego» cuando se trata de encontrar verdaderos responsables y castigar a los auténticos culpables, pues todo siempre termina en el folclórico «oparei»? ¿Qué pasó de las escandalosas privatizaciones espurias de la década de 1990? ¿Quién pagó por el desfalco y la quiebra de los bancos nacionales en los años inmediatamente posteriores a la caída de régimen en 1989?

¿Y quienes nos gobiernan hoy? ¿Son mejores, al menos en lo intelectual y en la férrea voluntad, que los que teníamos en tiempos del general Stroessner? ¿Era el «Cuatrinomio de Oro» más corrupto, mediocre y perverso que los miles de «Multinomios de Mierda» que tenemos ahora?

Stroessner hizo, con ayuda del Brasil y la Argentina, dos obras monumentales que hasta hoy dan de comer a todo el pueblo paraguayo. Itaipú y Yacyreta. En la democracia, miles y miles de millones de dólares fueron recibidos por el país para realizarse obras similares (vienen a la mente el «Crédito Chino», el «Crédito Español», etcétera etcétera). Pues bien, ¿qué carajo se hizo con toda la plata que se nos regaló desde 1989? Al general Stroessner nadie le regaló nada, esto es algo que debemos decirlo tajantemente y con total honestidad, porque con Brasil y Argentina debió entrar en amargas negociaciones de las que se supo sacar buen partido, mientras que EEUU, en el tiempo en que apoyó al régimen, le ofreció algunos dineros, pero se las cobró hasta el último centavo. En cambio, en estos 35 años de democracia, como nunca «fluye la plata» en el Paraguay, pero las obras que se realizan son poca cosa en comparación a la cantidad de divisas, regaladas o prestadas, que se meten actualmente en el país.

¿Ya se hizo el comparativo del endeudamiento nacional, de 35 años con Stroessner versus 35 años con la democracia? Hasta ahí nomás te voy a decir…

Sin duda que, en muchas cosas, el Paraguay avanzó en 1989 – 2024. Pero debemos hacernos el siguiente cuestionamiento: ¿se progresó «por causa de» la democracia o «a pesar de» la democracia? Como el país, en gran medida, sobrevive gracias a las grandes obras realizadas en tiempos del general Stroessner… Me atrevo a afirmar que es «a pesar de» la democracia. Pero cada quién deberá analizarlo, con buen criterio, con frialdad, más allá de estériles pasiones, pues ya pasaron 35 años de la caída del «tiranosaurio».

En la «Noche de la Candelaria» de 1989, la República del Paraguay dejó atrás muchos aciertos junto a sus grandes errores… Y se entregó a las ilusiones de la democracia, que siguen sin hacerse realidad… Nos queda una última pregunta, la más decisiva de todas, la que debemos realizar con la máxima honestidad que pueda surgir de nuestro intelecto y que nos interpela a todos:

¿Era esto la tan mentada «democracia»?

Finalmente, aunque las arenas del olvido caigan encima de sus solitarias tumbas anónimas, permítaseme depositar, al menos en estos escritos, un simbólico ramo de flores y de reconocimientos para los 200 civiles, militares y policías que cayeron durante la batalla del 2 y 3 de febrero, hace 35 años, en cumplimiento de sus sagrados juramentos. Que nadie jamás olvide a los 450 muertos por torturas y vejámenes en 35 años de dictadura, ni a los 200 masacrados en la Noche de la Candelaria en nombre de la democracia.

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