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Vocación de hereje

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El fantasma de la neoinquisición recorre las universidades del Paraguay y el mundo. Atropella el pensamiento discordante, silencia toda opinión disidente, condena la sola pretensión de desacuerdo. Se alimenta de espíritus jóvenes y cándidos que no sospechan que las buenas intenciones pavimentan el camino hacia el infierno. No es su culpa, solo son jóvenes, y aunque no se trate de una fatalidad la mayoría de ellos son proclives a ser “idiotas útiles” en los cuadros de políticos, ideólogos e ingenieros sociales: son carne de cañón para revueltas, marchas y revoluciones. Estos universitarios reclaman derechos, pero ignoran qué es un derecho y están prestos a inventar “nuevos derechos” apenas sientan que el mundo no se ajusta a sus expectativas.

Como la discrepancia les causa ansiedad, rodean el debate _ como se rodea un agujero _ y convocan lindas tertulias a las que llaman debate”. En esos safe spaces [lugares seguros], donde abundan la autocompasión y la falsa conmiseración, todos parlotean lo mismo y alucinan consensos sociales, en un ambiente más parecido a una terapia de grupo que a jóvenes conversando sobre la abrumadora carga de la responsabilidad individual que significa ser adultos. Es solamente una forma de evasión, un subterfugio, que sirve a los fines de perpetuar una adolescencia que languidece, posponer proyectos personales relevantes, mientras abrigan la sensación de que están realizando una tarea trascendente

Bajo el influjo del fantasma neoinquisitorial, estos universitarios, prohíben el humor y proscriben el humor negro, renunciando así a una de las herramientas cognitivas más formidables que los seres humanos podemos usar para trascender nuestras penosas limitaciones y acometer la angustiante carga que significa ser responsables de nuestro destino. Eternas víctimas, cualquier chiste o broma es ofensa, cualquier alusión humorística, hacia propios o extraños, es elevada a la potencia de pecado político. Reírse del prójimo o, incluso, de uno mismo es inaceptable. El humor requiere de víctimas, decía Charles Chaplin, y es cierto, pero de víctimas lo suficientemente maduras como para reírse de sus propias desventuras y compartir sus tragedias con cierto distanciamiento con la pretensión de conjurarlas.

Preocupados por el medio ambiente, estos jóvenes neoinquisidores, exigen que se salve al oso polar o se proteja a la tortuga de las Galápagos, en tanto militan que mujeres pobres accedan al aborto legal para asesinar niños en el vientre. Escrachan a su vecino en redes sociales por no utilizar basureros ecológicos, mientras viajan anualmente en jet a playas brasileñas, hacen viajes en crucero, usan tintes para teñir sus cabellos y evitan renunciar a las bondades del fast food del capitalismo que dicen deplorar. Preocupados por las flatulencias de las vacas evitan comer asado porque, declaran, “comer carne no es natural”; condenan la soja transgénica, el tomate transgénico, la papa transgénica, porque no es natural, pero promocionan, promueven y defienden que niños y adolescentes accedan por “derecho” a bloqueadores de la pubertad, ablaciones mamarias y penianas para suministrarse hormonas de por vida, en la eterna búsqueda de una pretendida transición de género: eso si es “natural”.

Este es parte del perfil del joven universitario poseído por el fantasma de la neoinquisición que prolifera en las casas de altos estudios. Si usted está en contra de algo de lo que este particularísimo sujeto político promueve, promociona o defiende, usted será destratado, por estos cultores de la tolerancia”, como fascista, neocolonialista, nazi, facho, fanático religioso, conservador, dinosaurio, terrorista, de derecha, gorila, antiderechos o anticuado. Quizás usted lidia poco con el ambiente universitario, y por lo tanto esto no le preocupa; pero si acaso trabaja en una universidad, su oposición manifiesta a estas ideas, o incluso su sola indiferencia hacia ellas, podría causarle problemas, pues los mimados hijos de Torquemada no vacilarán en encender la hoguera de las redes sociales pidiendo su cabeza cocida como sacrificio propiciatorio del culto a la decadencia que profesan: en otras palabras, es muy posible que exijan que usted sea despedido.

Usted decidirá entonces si se mantiene fiel a sus principios, o cede.

En mi caso particular, yo no cedo: tengo vocación de hereje.

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